Capitulo único

68 3 8
                                    


Si gustan pueden reproducir el vídeo para acompañar la lectura con música acorde a ella.

Elizabeta se encontraba observando desde una ventana, a su gente quienes parecían vivir tranquilamente aunque ella sabia mejor que nadie que no era así, la guerra se incrementaba y su regente no era de mucha ayuda, pues desde las sombras estaba cometiendo y aprobando actos horribles contra los ciudadanos, y todo para complacer a esos malnacidos de los Alemanes; un pinchazo la sacó de sus pensamientos y horrorizada observó como aparecía en su brazo una nueva herida. Un gran número de húngaros acababa de morir, pero no habían muerto debido a la guerra, de eso estaba segura; las heridas por ese tipo de conflictos eran diferentes, al igual que las personas que participaban en ellos, en una guerra participaban soldados entrenados y algunas veces civiles inexpertos, pero aun así soldados; pero las personas que acababan de morir eran simples civiles que no tenían nada que ver con batallas y conflictos.

Elizabeta sintió como las lágrimas amenazaban con salir, heridas de ese tipo eran cada vez más frecuentes y dolorosas...

La puerta de la habitación donde se encontraba se abrió y Miklós Horthy entró con pasos apresurados y se acercó a ella.

-Vístete con tus mejores ropas- le ordenó- Hoy recibiremos visitas importantes

Hungría lo miró con odio puro, pero aun así obedeció, en cuanto el regente abandonó la habitación, ella comenzó a prepararse.

Se vistió con un traje de chaqueta bastante sobrio a decir verdad y se admiró al espejo pero no se sentía en lo absoluto bella; uno golpes en su puerta la hicieron reaccionar

-Señorita, sus invitados ya han llegado y el señor Horthy solicita su presencia inmediata- dijo la amable voz de una criada.

Elizabeta suspiró pesadamente y después giró el pomo de la puerta y camino con pasos lentos y cansados hacia el gran salón, en el que sin duda se encontrarían Horthy y los misteriosos invitados. Cuando por fin llegó sintió que el alma se le caía a los pies, ahí justo frente a ella y al lado de Miklós Horthy se encontraban Ludwig y Gilbert Beilschmidt mejor conocidos como Alemania y Prusia.

-Hola Elizabeta-dijo Gilbert con cierto ánimo, como si estuviera feliz de verla, pero para ella era todo lo contrario.

Al escuchar el acento alemán del prusiano ella se estremeció y retrocedió unos cuantos pasos.

- Guten Tag Fräulein Elizabeta (Buenas tardes señorita Elizabeta)- la saludó el alemán en su idioma debido a ciertas formalidades que había que tomar con sus aliados.

-¡Ahora somos sus aliados!- dijo Horthy alegremente- ¿No estás emocionada?

¿Emocionada? Para nada, Elizabeta apenas había logrado mantenerse en pie al escuchar a Ludwig hablando en alema, pero la noticia de que ahora eran aliados la hizo tambalearse hasta casi caer ¿Ella aliada de los alemanes? ¿Compañera de aquellos monstruos despiadados? No, eso jamás sucedería.

Se tambaleó y hubiera caído pero pudo sostenerse de una mesa cercana

- Stimmt etwas nicht? (¿Le sucede algo?)- preguntó Ludwig preocupado al tiempo que se acercaba a ella.

Justo en ese momento Elizabeta sintió un nuevo pinchazo ¿cuál había sido, el quinto o el sexto de ese día? Ya ni siquiera podía recordar cuantos pinchazos había sentido en el día; y cuando escuchó la voz de Ludwig no pudo hacer más que recordar las potentes voces de los Alemanes, cuando ordenaron el asesinato de cientos de judíos a las orillas del Río Danubio y esa fue la gota que derramó el vaso, provocando que la abandonará la poca cordura a la que se había aferrado en aquellos días de dolor y soledad; cuando Ludwig estuvo demasiado cerca y después de que volviera a repetir su pregunta, ella no pudo controlarse, le dio una fuerte cachetada, luego retrocedió asustada.

El dolor de la guerra (Hetalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora