Prólogo

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Estaba notablemente nervioso, sudaba y, cada tanto, un temblor invadía su cuerpo. Se sentía estúpido, pues estar nervioso, para él, era algo que no le pasaba muy a menudo. Generalmente era confiando y seguro de sí mismo. Sin embargo, en ese momento, dudaba de todo. No sabía si haber planeado ese encuentro había sido una buena idea. No sabía si haber elegido ese lugar había sido lo mejor. Y, sobre todo, no sabía si haber elegido a esa chica había sido la elección correcta. Transpiraba tembloroso. Realmente no sabía lo que estaba haciendo.
De todas las chicas que había en la lista, la que eligió, le parecía la más agradable y adecuada para lo que él necesitaba. Aún así, no era experto eligiendo mujeres por internet, de hecho, era la primera vez que lo hacía. Le parecía algo horrible, por alguna razón que su mente no terminaba de entender, pero las circunstancias lo habían llevado inevitablemente a recurrir a ese medio.
Miró su reloj, bebió un poco de café y volvió a mirarlo. Estaba llegando tarde, media hora tarde. Quizá se había arrepentido, quizá se había acobardado. Él jamás se hubiera ofrecido a lo que se ofrecía ella, mas el sueldo que él le había propuesto era imposible de rechazar.
Estaba dispuesto a esperar veinte minutos más. Si no llegaba, se iría.
Seguía nervioso y con miedo. Temía que algún conocido entrara en la cafetería y le viera allí, y le preguntara qué hacía ahí. Sabía mentir muy bien, pero si justo entraba ella en la cafetería y decía algo inoportuno... Temía que eso pasara, realmente le aterraba la idea.
Entonces, la campanilla de la puerta sonó al abrirse, y una joven ingresó al local. Llevaba gafas de sol, una camiseta blanca y un pantalón gris de algodón. Él no quiso prestar más atención a su aspecto, pues se estaba decepcionando bastante; aunque no pudo evitar ver su cabello rubio alborotado.
Se dirigió directamente hacia la mesa donde él estaba, y se sentó justo al frente.
-Perdón por llegar tarde, tuve un accidente antes de venir.
-¿Estás bien?
-Estoy como me ves. Bien, pero con un ojo negro
Él se quedó pensando en qué le habría sucedido y si debía preguntarle o no. No tenía tanta confianza. Decidió pensar en lo importante.
-¿Crees que esté presentable para el viernes?
-Por supuesto, no te preocupes. Tengo cuatro días para que se vea mejor. De cualquier modo, existe el maquillaje. No te preocupes.
Había repetido eso dos veces, lo cual le hacía dudar que realmente se vería mejor el viernes. Sin embargo, tenía otras preocupaciones más importantes.
Buscó en el bolsillo interno de su sacó azul marino, y sacó de allí un sobre de papel madera, tenía bastante efectivo adentro.
-Aquí tienes la mitad del pago. Úsalo para lo que necesites para este viernes.
-Por supuesto
Se veía bastante segura y confiada de lo que hacía. Eso también lo hacía dudar más. Él no se sentía para nada confiado, de hecho, cada vez que pensaba en el viernes, sentía un nudo en el pecho, creía que todo iba a salir mal.
-Por favor, llega a horario al aeropuerto, por favor
-Lo haré
-Y lee detenidamente toda la información que te envié
-Por supuesto
Él suspiró, la situación general lo tenía intranquilo.
-¿Segura puedes hacer esto?- preguntó, aunque, en realidad, era un interrogante que latía en su cabeza y que no lo dejaba tranquilo.
-Muy segura ¿Y tú?
Se quedó callado. Ciertamente, no estaba seguro, pero estaba dispuesto a hacer lo necesario para conseguir su objetivo.

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