Introducción

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La primera vez que pasó, Martín despertó sin resaca a pesar de haber tomado como idiota toda la noche, con buen humor y con la sensación de que se cogió un ángel. Un hermoso y tímido ángel, con la voz más dulce gimiendo en su oído, con el calor de su cuerpo contra el suyo, mientras su interior apretaba deliciosamente el miembro del argentino, recuerda. 

Martín abre los ojos despacio, con una sonrisa enorme en los labios por su increíble triunfo de anoche. Siente un cambio de peso sobre la cama, como si alguien estuviese moviéndose, quizá su ángel se quedó a dormir con él. 

La sonrisa se le borra al voltearse y ver a su primo menor, Daniel, acostado a su lado.  Sus ojos, verdes como los suyos, estaban agrandados estudiándolo cuidadosamente; tenía el pelo alborotado y sólo una remera separándole de la desnudez absoluta.

Al argentino casi le da un paro de horror, se sienta sobre la cama rápido y se arrastra hasta pegar la espalda contra la pared, con la boca abierta en un grito silencioso. El otro lo mira tranquilo.

Daniel le pregunta si la próxima vez que pase, Martín lo quiere sin remera.

Martín le responde que no habrá una próxima vez.

La segunda vez termina con Daniel sentado en la cama, el pelo alborotado y sus ojos grandes fijos en las sábanas frescamente sucias con las que se estaba cubriendo. No llevaba nada puesto- excepto una remera de Cerro Porteño.  Martín terminó de abrocharse el cinturón de los pantalones, puteó un poco diciendo que esta vez-- esta vez sí iba a ser la última.  

Martín salió de la habitación sin decirle nada más. Daniel no respondió ni le miró, solo escuchó la puerta cerrarse con fuerza. 

El motel no era ni lindo, pero se estaba haciendo una refacción.  Era muy temprano de mañana, pero ya se podía escuchar a los albañiles afuera, trabajando.  Daniel arrugó la nariz, dolido, se sintió casi fácil.

La tercera vez sucede quince minutos después, cuando un derrotado Martín regresa con las manos temblando y los nudillos sucios de sangre y restos de la pintura fresca de la pared del pasillo. Se acerca al borde de la cama y baja la cabeza para mirar a Daniel a los ojos. 

Le dice todo con los ojos. Daniel lo conoce suficiente para entender.

Martín no le quita los ojos de encima, no se mueve de su lugar, parado frente a la cama.  Daniel reacciona al fin y le desabrocha el cinturón. Otra vez. 

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⏰ Última actualización: Jul 18, 2016 ⏰

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