¿Por qué no puedo encontrar la felicidad? Me pregunto mientras camino por las calles de Santiago.
Ya sé que lo esencial es invisible a los ojos. También sé que la felicidad hay gente que la busca como quien busca un sombrero: la tiene sobre la cabeza y no se da cuenta. Y sé que la búsqueda de la felicidad es la felicidad en si misma. Pero hablo de ésa felicidad: esas pequeñas cosas que conforman nuestra vida, nuestros recuerdos, nuestras alegrías, nuestros logros: ésos instantes en que sentimos que el mundo se detiene.
Camino por una transitada vereda, a una velocidad normal, sin prisa, ni calma. Delante de mí, tomada de la mano, una familia camina aún más tranquila, más cansina, más gozosa. Por eso nunca quise formar una familia; siempre copan las aceras, un núcleo familiar conformado por sólo cuatro personas es suficiente para tapar todo el tránsito en una vereda de Santiago. ¡Qué egoístas! Cuando los adelanto, -un poco molesto por la situación, tuve que bajar a la calle para conseguirlo-, el hombre masculla algo que no logro entender, pero no me importa. Ellos no me entenderían a mí, como yo no los entiendo a ellos. En realidad camino buscando algo, no paseando. Porque quiero sentirme vivo, por eso decidí volver a Santiago.
Todavía recuerdo el día en que tomé la decisión de irme lejos. Estaba a punto de casarme, pero no estaba enamorado. Me sentía obligado a hacerlo, era como lo que me correspondía. Pero yo quería hacer otras cosas, quería sentirme completo, quería sentirme pleno, pero no por lo que otra persona me pudiera dar, si no por mí mismo. Así que tomé mis cosas y me fui a buscar lo que quería, que para ser sincero, no sabía lo que era.
Nos juntamos en un bar, le dije que tenía que decirle algo importante. Es más difícil decirle a una persona que ya no te quieres casar con ella, que pedirle matrimonio, o la mano.
- No puedo casarme contigo. Me voy a ir de Santiago.
Ella se quedó perpleja, no supo que decir, sólo atinó a sonreír. La pobre debió haber creído que era una broma.
- Estoy hablando en serio, no estoy seguro de querer casarme.
Ella se emocionó: se puso a llorar. Y se dirigió a mí dolida:
- No puedes ser tan cobarde.
Cobarde habría sido no habérselo dicho, hacer como que nada pasaba y no sólo arruinar mi vida, también la de ella y la de nuestros hijos, si es que los teníamos. No debí haberle prometido matrimonio, pero ya lo había hecho.
- Yo te quiero mucho, pero no te amo. No siento que seas la mujer de mi vida.
- Maricón.
Y me tiró el Vodka en la cara. Se paró y se fue.
Todo el mundo me miraba y comentaba, no me merecía otra cosa. Había jugado con sus sentimientos, con sus sueños y sus ilusiones, y eso no se hace. La saqué barata. Después de limpiarme con la dignidad que se puede tener en una situación así, me fui con la idea de no volver a verla nunca más.
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El Amor en tiempos del "Like"
RomanceLas Redes Sociales han cambiado la forma de relacionarse de las personas. El plan de Andrés es encontrar el amor cuando nadie busca amor: ha trazado un plan, como el trazado del transporte público de cualquier gran Ciudad. Como si la forma en que n...