ᴇᴘíʟᴏɢᴏ

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➴ 𝐌𝐢𝐥𝐭𝐨𝐧 𝐊𝐞𝐲𝐧𝐞𝐬, 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚; 𝟏𝟖 𝐝𝐞 𝐝𝐢𝐜𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝟐𝟎𝟐𝟕.

Había añorado aquel rincón; su rincón. Caldecotte Lake, un lustro después, seguía siendo su lugar de evasión; su lugar seguro. Con los años, la aflicción que le producía visitar el lago se convirtió en tranquilidad; los recuerdos dejaron de asfixiarla, y entre el olor a hierba y lluvia localizó la calma entre el caos.

—Mamá necesita que vuelva a casa; ¿vienes o te quedas?

Cuando la voz de Harvey interrumpió su paz, apartó su mirada del lago y la posó sobre su hermano. A él también lo había añorado; y, aunque al principio su ausencia fue complicada, con los años acabó acostumbrándose a vivir alejada de su persona.

—Me quedo.

Volver a casa implicaba enfrentarse a un huracán de nervios, invitaciones de boda y desorganización. Y, aunque la idea de ser partícipe en la boda de Harvey —acontecimiento que tendría lugar la primavera próxima y que Ashley aún no había asumido— le entusiasmaba, no deseaba introducirse en el ojo de la tormenta aquel día. Necesitaba una tregua; lejos de los "¿rosas blancas o rosas rojas?" y de los "¡aún no tenemos canción para el primer baile!".

—Aún no asimilo que te vayas a casar en tres meses, ¿sabes?

Harvey tampoco. Pedirle matrimonio a Adler después de seis años compartiendo momentos e historias juntos, había sido la decisión más importante de su vida; y de la que más seguro había estado jamás. Sabía que pasar la eternidad junto a aquel desastroso muchacho que no entendía el concepto "orden" era lo que ansiaba.

—He tomado una buena decisión, ¿verdad?

—No tengas dudas de ello, Harvs. Él te quiere más que a nada, y tú le quieres más que a nada.

Una relación como la de Harvey y Adler era lo que Ashley ansiaba. Encontrar a alguien que la quiera de manera tan incondicional como lo hacían ellos. Un imposible que había dejado de buscar hacía años.

—Nos vemos en casa; no vengas muy tarde, pronto anochecerá.

Ante la petición del mayor, Ash asintió. Lo malo del invierno y de estar en un país tan al norte era que la noche caía demasiado rápido.

—Por cierto —antes de abandonar Caldecotte Lake, Harvey volvió a dirigirse a su hermana—, tu perro creo que ha husmeado una ardilla.

Ante el comentario jocoso del chico, Ash buscó al dálmata de siete meses que había adoptado a las pocas semanas de haber nacido. Efectivamente, como bien había indicado Harvey, el pequeño animal se localizaba olisqueando un árbol, a la espera de que la ardilla que lo vislumbraba desde lo alto abandonase su posición.

Pssss —chistó, tratando de llamar la atención de su mascota; misión que logró de manera eficaz—. ¿Qué haces?

El dálmata, durante un interminable minuto, se quedó estático observando a su dueña. ¿Seguía vigilando al roedor o respondía al llamamiento de Ash y se acercaba a ella?

—¿Quieres merendar? —e allí el incentivo que necesitaba para abandonar su posición y regresar a la manta que la joven había extendido sobre el pasto—. Por el interés bien que me haces caso, ¿eh?

Con diversión y cariño, acarició el pelaje del canino. A pesar de las dudas que le habían surgido al principio, sobre si adoptarlo era la decisión correcta o no —a fin de cuentas, un perro no se conformaba con recostarse en el sillón y dormir durante todo el día, como Napoleón—, hoy podía confirmar que no se había equivocado. Quería demasiado a aquella bola inquieta de pelos y babas; era parte de su familia.

𝑺𝒕𝒓𝒂𝒏𝒈𝒆 // Bᴇɴ CʜɪʟᴡᴇʟʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora