Aquello no podía estar pasando, no era real, no era posible.
—Oh, Dios mío... —murmuró Lali.
Un sollozo escapó de su garganta y alargó las manos hacia él, agarrándolo de los brazos y tirando de él para que se levantara. Cuando se enderezó, sacudió la cabeza.
—Peter, no estoy embarazada.
Él se quedó mirándola un buen rato, y los músculos de su garganta se movieron como si estuviese intentando decir algo pero no le salieran las palabras. Finalmente la aferró a su cuerpo, y el suspiro de alivio que exhaló conmovió a Lali.
—Tu cuenta de correo se había quedado abierta en la computadora del escritorio —le explicó Peter con la voz ronca por la emoción—. Vi el mensaje del banco de esperma...
Lali le puso una mano en el pecho.
—Ese mensaje me lo enviaron en respuesta a una consulta que hice hace meses, antes de que nos conociéramos. No me sentía preparada para seguir adelante con esos planes.
Para empezar seguían estando casados. Y lo que sentía por Peter... No podría haber dado un paso tan importante con el corazón hecho añicos. Por eso había decidido posponer esos planes durante al menos uno o dos años.
Peter tomó su rostro entre ambas manos.
—No me importa.
El tono calmado de sus palabras contrastaba vivamente con la intensidad de su mirada. Lali enarcó una ceja, sin comprender.
—Te quiero de todos modos, Lali, aunque no entre un bebé en el paquete.
Lali se rio suavemente. ¿Cómo lo hacía?, ¿cómo lograba hacerla reír siempre?
—¿Me quieres de todas formas? —repitió.
Peter asintió.
—No creí que fuera capaz de amar a alguien, pero supongo que es porque nunca había conocido a alguien como tú.
La amaba... Peter la amaba...
Los labios de él se curvaron en una sonrisa lobuna antes de volver a tomar sus labios con un beso que sabía a promesas, promesas que ella jamás se habría atrevido a soñar o a pedir.
La lengua de Peter se deslizó entre sus dientes y acarició la suya sensualmente hasta que las manos de Lali estrujaron de nuevo su camisa, aferrándose a él como si le fuera en ello la vida.
Sin interrumpir el beso, las manos de Peter comenzaron un lento viaje por su cuerpo, siguiendo la curva de sus caderas, las redondeadas nalgas, la espalda...
Lali se dejó llevar cuando la empujó suavemente, haciéndola caminar hacia atrás hasta que su espalda chocó con la puerta.
—Te amo —susurró Peter contra sus labios.
—Y yo a ti, Peter. Y quiero todo lo que estás ofreciéndome —murmuró ella, deleitándose en el peso del cuerpo de Peter, pegado al suyo—. Quiero ser tu esposa y la madre de tus hijos. Pero...
Él, que iba a besarla de nuevo, se detuvo y la miró preocupado.
—¿Pero?
Ella deslizó la mano por la mandíbula de Peter antes de posarla sobre la hilera de botones de su camisa.
—Pero quería preguntarte qué te parece si esperamos un poco para tener hijos. Quizá unos meses, o un año.
—¿Darnos un periodo de prueba? —preguntó él. Lali vio decepción y dolor en sus ojos, pero luego brillaron con determinación y le dijo—: Si es lo que quieres, esperaremos; lo más importante es que te sientas bien, que no te sientas presionada.
Lali le desabrochó el primer botón y sacudió la cabeza.
—No es eso; no necesito que tengamos un periodo de prueba.
Peter examinó su rostro en silencio.
—¿Entonces por qué...?
—Porque ahora mismo lo único que quiero eres tú —murmuró ella antes de desabrocharle el siguiente botón—. Después de todo, tenemos por delante de nosotros el resto de nuestras vidas. Y ahora, señor Lanzani, estoy lista para que me des el beso de «te amo».
Peter sonrió de oreja a oreja.
—Será un placer, señora Lanzani —contestó emocionado antes de rodearle la cintura con los brazos y atraerla hacia sí.
—Te amo, Lali.
El beso que le dio pretendía ser el primero de otros muchos que llegarían después, pero a ambos le resultó tan familiar que no habrían podido negar que el amor había estado allí todo el tiempo, flotando entre ellos, esperando a ser reconocido. Con todo, fue un beso sin reservas, una promesa de «un felices por siempre jamás»... y Lali creyó en ella.
FIN