Martes 13 de Septiembre

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Rápidamente miré a James. El no dejaba de mirarme con aire preocupado, ¿y quién no iba a estarlo, si la última vez acabamos entre golpes Elisabeth y yo? Pero esta vez pasase lo que pasase, no pensaba arruinarles la noche.
-¿Qué pasa? No vamos a dejar que una chavala como esa nos amargue la noche. -sentenció Alan.
James asintió con la cabeza y nos sentamos en la única mesa que había libre. Me senté entre Alan y Brandon. En frente tenia a James que se sentó junto a Eric y Abraham. Steph presidía la mesa.

Ya habíamos pedido y empezado a comer cuando aquel "ser" se percató de nuestra presencia. Elisabeth no era nada fea, era alta y delgada, tenía un buen cuerpo a decir verdad, con un pelo rubio de bote que parecía un caniche.

-Parece que los animales son atraídos. Las cerdas comiendo costillas, ¿que gracia verdad?- dijo en voz alta mirándome. ¿Qué le pasa a esa tía en el cabezón? Bueno si es que tiene algo dentro como para que le pase algo... No sabía muy bien si decirle nada pero guardé silencio, simplemente por llevar a cabo el dicho de: no hay mejor desprecio que no hacer aprecio.

-¡Eh! Elisabeth, haznos un favor y madura. ¡Cuánto antes!

¿Quién diría que Alan saldría en mi defensa? Le miré y me quedé observándole unos segundos, quizás más de la cuenta lo cual hizo que el me mirase y me dedicara un guiño y una sonrisa.

El resto de la cena la pasamos riéndonos, contando anécdotas y de los planes para el verano. Me lo estaba pasando sorprendentemente bien. Alan no paraba de hacer bromas y tonterías. Eric nos habló más de su próximo viaje a Canadá y de las ganas que tenía de irse, iba a reencontrarse con su familia a principios de año. A demás, parecía que la tensión entre James y Brandon había disminuido y eso hizo que me alegrase aun más.

La mayoría ya había acabado de comer cuando ocurrió. Sí, como no, algo tendría que pasarme, porque si no, no me llamaría Mía Estrada. Abraham estaba más hablador que nunca y fue cuando me quedé escuchándole con atención. Tenía la guardia baja cuando aterrizó una servilleta pringada de salsa barbacoa en mi hombro. Se podía distinguir que había puesto con pintalabios rosa bitch. Rápidamente, mire hacia el lugar de donde provenía. Elisabeth y sus secuaces no paraban de reir sin descaro alguno. ¡No me esperaba eso de aquella neurótica! Sin pensarlo, me quité la chaqueta vaquera. Brandon me ofreció su servilleta y me ayudó a limpiarla. Steph se levantó estrepitosamente de la mesa y cogió la servilleta que segundos atrás, Elisabeth me había tirado con ganas y algo de puntería. La untó más de salsa y no dudo en dejarla caer encima de la cabellera de la arpía.

-Mira que gracia, al final resultas ser tu la cerda. Agradecemelo, tu pelo parecía una escoba.

En definitiva, Steph se había vuelto mi heroína. Yo simplemente me dediqué a mirarla con aprobación y ella me dio una gran sonrisa a cambio. Pagamos la cuenta y nos fuimos.

-Uo Steph, ¡que carácter!- le dijo Eric
-Alguien tenía que hacerla reaccionar. Ella no manda.
-Gracias, de verdad. - le dije y la abracé fuertemente.
-Esta claro Steph, pero creo que te has pasado... -le contrapuso James.
-Venga, no me digas que la vas a defender... Mía no se lo merecía.
-No es defender, Alan, pero al igual que Mia no se lo merecía, ella tampoco.
-Eres increíble. Si tanto la vas a defender vuelve con ella. - resultó increíble que Abraham me defendiera, y más cuando apenas habíamos comenzado a hablar.
El único que no pronunció palabra fue Brandon. Me quedé un poco atrás con el sin evitar preguntarle.

-¿Qué te pasa?
Alzó la vista y respondió sin ninguna emoción.
-Estoy cansado- esas fueron sus únicas palabras. Me sonrió y siguió caminando. ¿Qué le pasaba? Todo era muy confuso...

Dimos una vuelta por el centro comercial hasta que nos cansamos de caminar por sus pasillos y decidimos salir a tomar el aire. Hacía bastante fresco y más tratándose de Londres. En esos instantes me acordé bastante de Elisabeth, sí, de la culpable por la que mi chaqueta había acabado pegajosa de salsa barbacoa y en lo profundo de una bolsa plástica.

-Ten. Yo estoy bien.
-Muchas gracias Alan.- me puse su chaqueta, la cual me quedo bastante olgada, pero no me importaba, me cubría del frío y eso era lo único que me importaba. Su chaqueta estaba totalmente impregnada de su aroma. Era indescriptible, un aroma suave y fresco.

-¿Que tal lo llevas?- me preguntó.
-¿El qué?
-Ya sabes, eso de haberte mudado a otro país...
-Ah, bueno, creo que todavía no me he adaptado del todo... y hay personas que no me lo ponen del todo fácil.
-Lo sé, tu no le hagas ningún caso a la cacatúa de Elisabeth.

No pude aguantarlo, no podía contener una carcajada como aquella. Reía como una loca a su lado y Alan me acompaño y su risa contagiosa hizo que me riese con más ganas aún.
Cuando por fin pude respirar, le contesté.

-No sólo me refiero a Elisabeth, aunque sea la principal causa. También tengo problemas familiares...
-Vaya, sabes que cuentas conmigo para todo ¿verdad?
-Gracias. - me abalancé sobre él con un abrazo y me refugié en su pecho. Al fin y al cabo parece que si tengo amigos. En aquel momento me sentía protegida, querida... me sentía con verdadero hogar.
Fuimos hacia el aparcamiento después de haber andado varias horas.

-Venga, una carrera de caballitos.- propuso Steph.- Alan, amor de mi alma, ven aquí.
Steph se subió a la espalda de Alan, que todavía no tenía muy claro si seguirle la idea.
-Vamos Mía, os vamos a ganar.
-Dejalo Steph, aunque compitiese con vosotros os ganaría igualmente.
-¿Tan segura estás Mía?- me retó Alan.

No me dejaron pronunciar palabra cuando alguien me cogió de imprevisto y me subió a sus espaldas.

-Preparaos, porque os vamos a ganar.
-¿Ah si?- dijo Steph- Abraham, da la señal de salida. Desde aquí hasta el aparcamiento.
-Esta bien. Preparados, listos... ¡Ya!

Cerré los ojos y deje que el viento me golpease suavemente la cara. Me aferre bien a quién me llevaba a sus espaldas y no pude dejar de sonreír.

-¡Perdedores! ¿Qué os dije?- grité mientras reía.
-Habeis tenido suerte. -señaló Steph.
-Já, eso no es suerte.
-La próxima vez os ganaremos James, de eso no tengas duda.- le dijo Alan a James dándole un empujón, con el puño en el brazo.
Todos estábamos ahogados de reir y los chicos de correr. Eric y Abraham no tardaron en llegar después.

Había sido una gran noche excluyendo el incidente con la cacatúa como la llamaba Alan.
Subimos al coche y no dude en mirar a James que parecía feliz, pero a pesar del momento tan divertido de hacía unos segundos, estaba algo decepcionada con él , ¿¡como pudo salir en defensa de la cacatúa!? Me giré y me subí al coche. Esta vez me senté en el centro, entre Brandon y Alan. Abraham se ofreció a conducir mientras que Eric se puso de copiloto.

No podía más, estaba demasiado cansada y me dolía el estómago de tanto reír, así que me hice una bola, baje las mangas de la gran sudadera hasta atraparlas con mis manos y me acurruqué hacia el pecho Alan, quien me rodeó con un brazo. El leve movimiento del coche hizo que me acunase y durmiera dulce y profundamente.

Hasta que unas luces, unos tacos y unos ruidos estridentes hicieran que me despertase y viera como todo sucedía demasiado rápido.




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