Despierto. El recuerdo llega a mi como un rayo demasiado veloz, para percibirlo. Recuerdo sus palabras en mi oído con su aliento como caldero hirviendo contra mi piel.
-Todo pasará... Debes tener fuerza Elaís.
Recuerdo un quejido al escaparse de mi boca. El apretar los párpados, ignorando el dolor y la ansiedad que aparecieron repentinamente. El perder la respiración y buscarla con el aliento gastado.
-Ahora escucha, tranquiliza tu respiración... con calma, shhhh.
El respirar profundo y llegar al control, temblando, tumbada en la hierva, en el silencio. Aquella sensación fue mermando, paulatinamente hasta desaparecer. Me quede allí unos minutos más, respirando profunda y ruidosamente, recuperando la conciencia que deja las puertas abiertas a nuevas dudas. Mirarle sin poder articular palabras claras. El que me devuelva la mirada, extendiendo su mano hacia mi. Titubear un segundo, antes de tomar fuerzas y ponerme en pie por mi cuenta, tambalear y recibir una fuerte punzada de dolor en el lado derecho de la parte superior de mi cabeza. Soltar un fuerte gruñido y sujetarme con fuerza la herida aún abierta. El regresar a casa a la hora justa, cenar en silencio y con normalidad. Subir a mi habitación y escuchar un golpe seco contra la ventana. Mirarle a través del cristal y verle allí expectante. Retirar el vidrio que se interpone y mirarle sin pronunciar palabra. Observarlo despedirse con la mano y pedir que mis Abuelos no supieran de lo sucedido ni de que el estuvo allí...
Me froto el rostro disimulando el cansancio. Con la palma de la mano plancho el cabello alborotado. Busco a tientas el golpe que al instante comprueba que todo aquello fue real. Recuerdo entonces que el curo mi herida, pero no recuerdo la forma en que lo hizo. Lo único que se es que al llegar ya no tenía sangrado y la única constancia de la caída era la marca que había dejado. La rodeo con la yema de los dedos esperando el ardor que nunca llega. Me pongo en pie y me dirijo al armario en búsqueda de un vestido rojo con manga, peino mi cabello y me lavo el rostro. Al estar lista, bajo las escaleras dando zancadas hasta el comedor. Aun no han servido el desayuno cuando entro, mi hermana vuelve a verme, en su rostro veo sorpresa. Miro el reloj: nueve en punto. Mi abuela se muestra satisfecha de que allá sido puntual. Parecen estar entusiasmados, pero no presto atención a su charla. Permanezco callada, mirando al vacío sin pensar en nada. La puerta de la habitación se abre y una de las criadas aparece.
-Lamento la interrupción -Se disculpa apenada-. Traigo una carta para la señorita Bless -Se dirige a mi.
Recibo el sobre y le doy las gracias. Ella se inclina sonriente y desaparece. Mi abuela y mi hermana preguntan ansiosas quien la ha escrito, mientras que a mi abuelo sólo le interesa su contenido.
Sujeto con firmeza el sobre y hablo con tono ahogado.
-La ha escrito Tobias Long -Abro el sobre y respiro incómoda.
Leo en voz alta, sin levantar la vista. Su escrito es breve:
"Querida Elaís.
Espero que tu mañana haya sido lo más placentera posible.
Espero también que toda tu familia se encuentre bien y les deseo mucha salud y suerte.
Me place poder comentarte que mi tía y mis queridas primas se mueren por tener el placer de hablar contigo muy pronto y me han pedido más de una vez que te pase una invitación a comer a la hora del almuerzo. Te esperamos esta tarde, si decides asistir, al medio día.
Con cariño y respeto. Tuyo
Tobias Long. "-Me alegro de ver -Dice mi hermana, algo turbada- que aún tienen una muy buena relación.
Mis abuelos le dan la razón, comentando con fingida exaltación que se trata de un excelente muchacho. Después del desayuno, me dirijo al estudio para responder la invitación que me ha hecho Tobias. Permanezco sentada frente al papel, esperando conseguir las palabras para iniciar. Tardo un rato mas en terminar y después de esto, vuelvo al encierro de mi habitación. Repaso de principio a fin los sucesos ocurridos el día anterior, preguntándome hasta que punto conservo mi cordura.
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Rayo De Luna
FantasíaEn el siglo XIX, la sociedad se veía privada de la libertad que merecía la humanidad entonces. Moral, valores y principios se vieron opacados por la ambición y el interés monetario de las mujeres nobles y al final su inteligencia misma corrió con la...