-Tranquila Natalia, ¡tranquila! – me gritaba mi madre. – Estoy aquí.
-¡Noooo! ¡déjame en paz! – gritaba aún sumida en m pesadilla hasta que mi madre empezó a moverme bruscamente.
-Hija, deja de gritar. Es una pesadilla – me dijo.
-¿Qué? ¿otra vez? – pregunté sin asimilarlo. – No puede ser.
Los primeros años desde la violación todas las noches tenía pesadillas. Todas. Y hace tres años no tuve más pesadillas. Todas eran iguales, aparecía en sitios distintos el hombre que me violó, me agarraba fuerte y no me soltaba, mientras yo intentaba escapar inútilmente.
-Vamos, olvídate de esto. Duérmete – me ordeno mi madre mientras me tapaba con la manta.
Me fue imposible conciliar el sueño de nuevo, sólo daba vueltas y vueltas en la cama hasta que se hizo la hora de prepararme para ir a clase. Iba muy cansada y me esperaba un día largo. Las clases transcurrían como siempre, aburridas. Llegó la hora de comer y ese día me fui a la cafetería del instituto ya que tenía que asistir a clase por la tarde también. Me limitaba a coger mi comida, y sentarme en una pequeña mesa. Nadie me acompañaba para comer, todos me miraban raro, no tenía verdaderos amigos desde los 10 años. Entonces un chico pasó por mi lado y me gritó ‘¿sigues desmayándote cada vez que lo haces?’. Se rió al mismo tiempo que sus amigos. Solté el tenedor, dejé mi comida y salí empujando a diestro y siniestro, con las lágrimas cayendo de mis ojos por mis mejillas. Todos me miraban sorprendidos, aunque no sé de qué, si siempre se metían conmigo y acababa igual: yo llorando y ellos riéndose. Nadie me entendía. Nadie entendía que lo había pasado mal, solo les divertía insultarme, como si fuera gracioso todo lo que me ha pasado. No quería volver allí, al menos durante unas horas. Llorando a moco tendido eché a andar por las calles dirigiéndome al psicólogo. Ni siquiera avisé a mis padres, no quería que empezaran a hacerme preguntas que no me apetecía pensar las respuestas. Decidí acudir a Valentina. Ella me comprendería sin cuestionarme. Era como una hermana que siempre estaba ahí, y eso que la conocía de hablar con ella una hora. Entonces me encontré a alguien inesperado.