Parte única

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Hace más de mil años el planeta Tierra se volvió inhabitable. El ser humano encontró la manera de sobrevivir, y se esparció a través de toda la galaxia, asentándose en bases espaciales, en búsqueda de un planeta como el nuestro. La expansión era lenta pero constante, a medida qué más se abarcaba en extensión nuevas bases espaciales se adicionaban. Y más allá del alcance de las bases se sembraban como semillas las terminales de exploración. Cuando una ruta explorada hallaba planetas con suficientes minerales y materias primas se daba inicio a la construcción de la próxima base. Pero en todos esos siglos nunca habían dado con un planeta que pudiera albergar una atmosfera o ecosistema que pudiera sostener la vida.

La terminal de exploración ZA1025Y-12B era una de las más cercanas al centro de la galaxia, su equipo en el presente año de asignación lo conformaban cuatro exploradores y un controlador. Generalmente el controlador podía rotar, pero Edrion prefería ser quien siempre quedara en la Sala de Control. Su pesimismo constante lo había llevado a descreer que tuviera sentido lo que estaban haciendo, y sin esperanza que se descubriera el planeta soñado mientras viviera. Pasaba largas horas frente a los mandos, a veces durante semanas enteras mientras los exploradores navegaban por los sistemas solares circundantes, solo conectado al sistema de lectura.

En el día doscientos treinta de asignación, apoyó una vez más la mano sobre la interfaz cognitiva, y comenzó a bucear mentalmente en los archivos de texto. Si bien contaba con muchos, a veces descargaba títulos del sistema central, que por los retardos de comunicación intergaláctica podían tardar un par de meses en estar disponibles. Con una sonrisa se dedicó a repasar uno de los últimos archivos recibidos, y que se había convertido en su preferido. Se había enfrascado tanto en la lectura que apenas notó el ingreso de uno de los vehículos. Un operador solo necesitaba actuar en caso de emergencia, así que la navegación automática se encargó de todo.

El explorador Causillion ingresó a la sala a dar parte de llegada, y también para saludar. Por su "hola" desganado, solo tuvo como respuesta la mano extendida de Edrion que ni siquiera intentó mirarle.

— ¡Maldito núcleo galáctico,  voy a quedar ciego! ¡Aunque encontráramos un planeta habitable aquí nunca podríamos dormir con tantas estrellas brillantes por todas partes! — se quejó Causillion.

— ¡Órdenes son órdenes, viejo! Así que paciencia y usa gafas más oscuras para la próxima — respondió Edrion sonriendo.

Su compañero lo miró extrañado, jamás lo había visto sonreír anteriormente.

— Pareces más animado que de costumbre ¿estás enfermo? — le preguntó Causillion.

Desconectándose de la interfaz Edrion se incorporó casi de un salto.

— Hoy es un día especial, estaba terminando de memorizar la secuencia para no cometer errores. ¡Si quieres saber de qué se trata puedes acompañarme!

Causillion lo siguió sin preguntar más. Se dirigieron al sector de almacén D11, que en el estado tan avanzado de la asignación se encontraba completamente vacío. Al entrar, pudo ver que su compañero había hecho un dibujo extraño con puntas en el piso, y rodeado de cinco pequeñas varas blancas de un material indescifrable para él. En el centro del dibujo se hallaba un arma paralizadora.

— Esto se ve muy raro ¿Qué locura te ha dado? — protestó mirando el arma desconfiado.

— ¡No te asustes! — trató de tranquilizar Edrion — Seguramente no pase nada, y no haga falta un arma. Pero si de algún modo esto resulta no estará de más tenerla a mano. Por favor quédate cerca la puerta para activar el aislamiento si fuera necesario.

Acomodándose en el centro del dibujo, con el arma a un lado, encendió con un soplete una por una las varitas blancas mientras seguía hablando.

— Sabes que encontré un tesoro en el archivo central, un libro que describe curiosos métodos arcaicos para conectar otros mundos. Se supone que esto que estoy encendiendo se llaman "velas" y traté de fabricarlas con los materiales más similares a los que se usaban en la prehistoria. Si todo sucede como espero se abrirá un portal, y es probable que encontremos a través de él un mundo nuevo. ¡Es posible que nuestra búsqueda siempre estuvo equivocada y no sea navegando por el espacio que hallemos nuestro destino!

Arrodillado entre las velas encendidas, Edrion comenzó a recitar unas palabras extrañas, en un lenguaje completamente desconocido para Causillion. A los pocos minutos, cuando recién pudo reaccionar a la sorpresa inicial pudo quejarse.

— ¡Estás completamente loco...! — comenzó a decir, cuando un olor extraño lo invadió.

Inmediatamente un frío anormal comenzó a sentirse dentro del almacén, y surgió una especie de humareda. Edrion no cesó de repetir sus frases, hasta que el humo fétido se materializó en una figura extraña. Era una especie de ser alado, con escamas oscuras sobre toda su piel, ojos rojos inyectados en sangre y un par de cuernos retorcidos saliendo de su sien.

— ¡Qué es eso! — exclamó alarmado Causillion.

— ¡No puedo creerlo! — dijo Edrion extasiado como nunca lo había estado en su vida — ¡Funcionó, se abrió el portal! Aunque no esperaba que saliera una criatura por él. Es posible que ese mundo ya esté habitado.

— ¡Qué has hecho! — recriminó Causillion aterrado — ¡Eso debe ser una criatura interdimensional, dispárale rápido!

La criatura miró de reojo a Causillion con malevolencia, y se dirigió a Edrion.

— Me has invocado luego de una eternidad de silencio, pensé que los hombres se habían olvidado de mí. Ahora dime ¿qué es lo que deseas? Es posible que podamos hacer un trato.

Edrión maravillado por el resultado de su experimento no pudo contener su júbilo.

— ¡Has escuchado Causillion, parece ser amigable! ¡Si podemos contactar esta civilización de seres interdimensionales podríamos ayudarnos mutuamente! ¡Nuestro sueño, el sueño de la humanidad aún puede ser posible!

Ante un anonadado Causillion, la criatura solo restregó sus manos sonriente esperando la respuesta.


  El peligro de jugar con fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora