4 · Los hombrecillos

98 20 6
                                    

Los hombrecillos llegaron a la casona exhaustos dejándose llevar por el delicioso aroma. La última vez que se asomaron a la superficie había sido en Buenos Aires allá por 1816. Andaban por las vertientes de agua esperando el día. Tenían un extraordinario olfato para la juventud.

Necesitaban renovarse, comprender los nuevos usos y costumbres. Así fue que rodearon la casa hasta encontrar en las ventanas de la sala de estar el mejor lugar para escuchar. Captaron todo en cuanto pudieron de la conversación que los amigos entablaron aquella noche. Era unánime entre los hombrecillos la certeza de que las cosas habían cambiado mucho desde la última vez. Por ejemplo; Marcel hablaba de un amigo que tenían en común al que le gustaban los chicos y lo tomaban con total naturalidad.

―En antaño era inaceptable ―dijo uno.

 Sin prestar mucha atención, otro hombrecillo preguntó;

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sin prestar mucha atención, otro hombrecillo preguntó;

―¿Qué son esas cosas que llevan en las manos y emite luz y sonido?

―No lo sé, tendremos que hacernos de uno para examinarlo. También tomaremos ropa.

Cuando Juan llevó a Toby hasta la cucha le dejó la sobra de la cena en un pequeño plato de lata. En tanto, los hombrecillos se escondieron entre los árboles.

Luego, marcharon sigilosos hacia la parte trasera de la casona. Disfrutaron el aroma que emanaba la ventana abierta, casi de par en par, del cuarto dónde estaban ya los tres jóvenes dispuestos para dormir. Y allí esperarían a que estos sucumban al sueño.

Cuida tus MeñiquesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora