La inexpresiva

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La única foto conocida de la Inexpresiva.

En julio de 1972, una mujer apareció en el hospital Cedar Sinai, usando nada más que un vestido blanco manchado de sangre. Ahora, esto podría no ser tan sorprendente si tomamos en cuenta que a veces las personas sufren accidentes y viajan al hospital más próximo en busca de atención médica; pero hubo en particular dos cosas que causaron que la gente que la viera, vomitara y escapara aterrorizada.

Lo primero, fue que ella no era exactamente humana. Asemejaba algo similar a un maniquí, pero tenía la destreza y fluidez del movimiento de un humano normal. Su rostro perfecto como el de un maniquí, inexpresivo y manchado de maquillaje.

Tenía un gatito en la boca, con la quijada apretada tan fuerte que no se podía ver ninguno de sus dientes; y la sangre del animal manchaba su vestido y el piso por donde caminaba. Entonces, sacó los restos del animal de su boca, los arrojó y colapsó.

Desde del momento en que entró por la puerta hasta cuando fue llevada a una habitación y limpiada para poder ser sedada, permaneció calmada, sin expresión e inmóvil. Los doctores pensaron que lo mejor era mantenerla amarrada hasta que las autoridades llegaran, cosa que no la hizo protestar. El personal fue incapaz de obtener respuesta alguna de ella, y la mayoría de los miembros que la atendieron se sentían incómodos con solo verla por unos cuantos segundos.

Pero en el momento en que intentaron sedarla, la mujer reaccionó con fuerza extrema. Al ser sujetada por dos miembros del personal, la mujer miró a un doctor e hizo algo inusual: sonrió.

Mientras lo hizo, una doctora que la sujetaba gritó y la soltó; pues en la boca de la mujer no había dientes humanos, si no púas afiladas y alargadas. Demasiado largas para que su boca pudiese cerrarse sin causarse daño...

El doctor la miró por un momento antes de preguntarle "¿Qué demonios eres?"

La mujer movió su cuello de forma antinatural y lo observó, todavía sonriendo. Hubo una pausa en la cual pudo escucharse a los elementos de seguridad viniendo por el pasillo; y mientras la mujer los oyó, inclinó la cabeza hacia delante, hundiendo sus 'dientes' en la garganta del doctor; arrancándole la yugular. Luego se incorporó y se inclinó sobre él hasta quedar cara a cara, luego se arrodilló y le susurró: "Yo... soy... Dios."

Los ojos del doctor se llenaron de terror mientras la vio caminar hacia el personal de seguridad. Quizás lo último que el doctor vio, fue como los devoraba uno a uno.

La doctora que sobrevivió el incidente la llamó "La Inexpresiva."

Y jamás se le volvió a ver.

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