3.EL CHICO NUEVO

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  Se levantó y miró la ventana, observando el tiempo que hacía, como caía la lluvia acorde con su estado de ánimo. Al menos no todo iba en su contra, en ese horrible día que iba a ser.

Se vistió desganado, sin prisas, y contempló la ventana una vez más. ¿Y si se lanzara hacia ella? Hacia el vacío. Caería igual que las incesantes gotas de agua que caen escapan de los negros nubarrones que las tienen prisioneras hacia un gran golpe, una muerte segura. Pero se fundiría, al igual que ellas, junto con sus preocupaciones y sobretodo esa eterna angustia. Todo terminaría, ni siquiera tendría que volver allí.

De repente se dio cuenta de qué estaba pensando, y se asustó de lo que se le acababa de ocurrir. ¿Cómo pudo pasarle eso por la cabeza? Sin embargo, no era la primera vez. Tampoco creía que fuera la última.

Una vez hubo intentado apartar esas turbias ideas de su cabeza, se dirigió hacia al baño, a hacer sus necesidades y acicalarse sin demasiado empeño.

Mikey ya estaba sentado en la cocina y su madre, Donna, estaba terminando de preparar tortitas para desayunar.

  Una vez terminaron de comer, Mikey cogió un paraguas que iban a compartir y los dos hermanos se encaminaron hacia el infernal instituto.

  Solo llegar a la puerta, Gerard ya empezó a encontrarse mal, asustado, esperándose cualquier impropio o acción brusca por parte de cualquiera de sus compañeros.

Entraron al patio. A lo lejos, vio al grupo de chicos que se metía más a menudo con él. ¿Qué harían al verle? ¿Le empujarían hacia un charco para que se mojara y manchara? ¿Le tirarían la mochila al sucio suelo? ¿Le escupirían a la cara? ¿Le pegarían? Le habían hecho todo eso y mucho más, así que ya se esperaba cualquier cosa.

Pero para su sorpresa y por suerte, logró pasar desapercibido sin que nadie se fijara en él.

Gerard suspiró aliviado al oír el timbre que anunciaba el inicio de las clases, al menos ahí había profesores que, aunque les importara bien poco lo que pudieran hacerle, vigilaban a los demás del aula. Eso incluía a sus acosadores. Se despidió de su hermano menor y cada uno siguió su correspondiente camino.

Al subir las escaleras, notó que alguien le empujaba y después soltaba una risita, pero no le dio importancia. Tampoco se molestó en averiguar quién había sido.

Una vez en la clase, esperó a ver qué asiento quedaba libre el último para no molestar a nadie. Y que nadie le molestara. Había tres filas de mesas juntas de dos en dos. Pero, para su sorpresa, vio que el único asiento que quedaba libre, no estaba junto a ningún otro, sino aislado.

Aliviado por no tener que sentarse al lado de nadie, Gerard fue hacia ese asiento vacío. Entonces llegó la profesora, quien les saludó:

  —Hola, chicos. Espero que hayáis pasado unas fantásticas vacaciones. Aún así, espero que tengáis en cuenta de que ya se han terminado y que os pongáis las pilas pronto.

  Las horas antes del recreo pasaron lentas y Gerard fue completamente ignorado por todos.

  Finalmente, el timbre sonó, todos cogieron su almuerzo y salieron al patio.

Gerard se sentó, como siempre, solo en una esquina, intentando camuflarse y pasar desapercibido.

Sin embargo, esta vez no era el único que estaba solo. En la otra punta del patio, al lado de la papelera, había alguien sentado en el suelo. Un chico al que no recordaba haber visto antes. Aunque tampoco es que se fijara demasiado en la cara de sus compañeros. Aún así, no supo explicarse el porqué, el chico le llamó la atención.

Gerard cogió el envoltorio de su bocadillo y se dirigió hacia la papelera que estaba al lado del chico para tirarlo, era tan solo una excusa para acercarse a él. Y así lo hizo.

Una vez delante de la papelera, se tomó todo el tiempo del mundo para sacarse el papel del bolsillo y dejarlo caer dentro mientras, de reojo, observaba a aquel solitario muchacho. Sus facciones eran agradables, puede que incluso bonitas. Pero solo le veía el perfil.

El chico debió darse cuenta de que Gerard lo miraba, porque se giró hacia él y le saludó sonriente:

  —Hola.

  —Ho... hola —consiguió decir Gerard.

  El chico se puso de pie y estiró la mano para estrechársela.

  —Soy Frank —se presentó el muchacho.

  —Gerard —dijo el otro, escueto y percatándose de lo bajito que era Frank.

  —Sientáte —le dijo Frank, invintándole a sentarse en el suelo a su lado. Gerard le hizo caso—. Soy nuevo, y la verdad es que aún no conozco a demasiada gente de aquí.

Entonces Gerard recordó que el año pasado un chico de la otra clase había sido expulsado por varias actitudes agresivas hacia no solo algunos compañeros, también hacia profesores.

  —Vienes a ocupar la plaza que dejó libre Alex, el chico al que expulsaron, ¿verdad? —preguntó Gerard con timidez, aunque Frank parecía un chico bastante simpático.

Frank asintió.

  Estuvieron hablando de diferentes cosas banales hasta que el timbre volvió a sonar.

TEENAGERS (Spanish) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora