Escena 7.

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—Puedes solo enseñarle el suéter a tu prima —dice mi madre—. No hace falta que te lo pongas.

Es la víspera de Navidad y estoy sentada en el asiento trasero de nuestro coche con los brazos cruzados, las gotas de sudor rodando por  mí frente a los siete años. Llevo mi nuevo suéter de renos, el que insistí en comprar para nuestro viaje a Los Ángeles. Es de lana y sarnoso, pero tiene cuernos y campanas en él. Campanas reales. Y por eso, creo que es espectacular.

—Ella tiene que vérmelo puesto —digo por, probablemente, décima vez. Mi madre asiente con la cabeza y se da la vuelta al asiento delantero, mirando a mi padre. Esta agarrando el volante con fuerza, la mandíbula tensa. Hemos estado en el coche mucho rato y la tensión es muy alta.

Miro por la ventana y veo la costa pasar. Estamos a noventa y cinco grados, lo más caluroso que ha habido en la historia durante las últimas décadas en diciembre. No me molesta, sin embargo. Solo he

viajado a Los Ángeles un par de veces en mi corta vida y estoy muy emocionada. Sobre todo porque vamos a pasar la Nochebuena con mi prima, Selena. Se fue de nuestra ciudad hace dos meses y no puedo esperar a verla. Somos mejores amigas. Selena, Justin y yo hemos jugado juntos en nuestros patios traseros prácticamente desde que nacimos y aunque me gusta Justin y me estoy acostumbrando a las cosas, echo mucho de menos a Selena.

Subimos a casa de Selena y mi mamá saca un trozo de papel con algunos números en él y se lo entrega a mi papá. El los teclea en un teclado. Enormes puertas se abren y conducimos camino arriba, alrededor de una carretera bordeada de rosales. Su casa es gigante. No se parece a la otra casa de Selena. Se parece más a la biblioteca donde mi madre y yo vamos los sábados. Una con grandes columnas blancas y tantas salas que es imposible no perderse en el interior. Los jardines que la rodean están llenos de rosas y hay cerezos que pasan sobre ambos lados de la calzada. Es como entrar en un cuento de hadas y es cuando pienso en la suerte que tengo de que mi prima viva aquí. Ya que somos familia, es como si casi fuera mi casa también.

Mi mamá hace un intento de arreglar mi ropa, cosa que nunca suele hacer. Me pide una vez más que me saque el suéter, pero niego con la cabeza. Lo hago en la puerta delantera de la casa de Selena. Lo sigo llevando. Sé que a Selena le encantará.

Tocamos el timbre y nos responde Lucinda. La llaman un ama de casa, pero es como una gran abuela. Pongo mis brazos alrededor de ella y ella me abraza alrededor de mi cintura. La llamamos Lucy, pero no cuando está cerca la mamá de Selena. A mi tía no le gusta.

Lucy nos conduce a través de lo que parece un laberinto de mármol y cristal hasta llegar a una gran sala de estar. Hay enormes ventanas que van desde el suelo hasta el techo en tres paredes de la sala y un

televisor que parece una pantalla de cine. Entonces la encuentro. Selena está sentada en el suelo, jugando con una gigantesca colección de animales disecados. Deben ser nuevos. Nunca los había visto antes. Corro y tiro mis brazos alrededor de ella. Comienzo a balbucear acerca la ida y nuestra casa del árbol y como la he echado de menos. Me tiro lo suficiente hacia atrás para que pueda ver mi suéter de renos por debajo de su nariz.

—Mira —declaro en voz alta.

Selena aparta su pelo castaño corto de su cara. Siempre fue un poco más baja que yo y ahora su pelo está más corto que el mío también. Sin embargo, no me importa. Apuesto a que todavía podríamos usar

nuestros vestidos a juego y parecer gemelas.

Lucy se va y la madre de Selena se levanta del sofá. Ni siquiera la había visto ahí. Su vestido parece del mismo tejido que el sofá

When you were mine -JUSTIN BIEBER-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora