Hola de nuevo querido diario. Si ayer no te escribí fue porque la verdad no hice nada interesante, hoy al igual que en el convento me levanté a las 5 a.m., me dirigí desnuda al baño de mi cuarto, tomé una ducha para salir y colocarme la blusita y unas medias cortas tipo calceta porque el hábito era muy tedioso el ponérmelo aquí en casa para luego arrodillarme y rezar el rosario a las 6 a.m.
Habiéndolo terminado me persigné, y salí rumbo a la cocina a hacerme el desayuno el cual eran huevos revueltos con trozos de cebolla, tortillas y café con leche; ¡infaltable!
Después revisando la cocina me di cuenta que ya casi no tenía arroz por lo que me coloqué el hábito para ir a la pulpería que estaba a quinientos metros; una caminata algo larga pero relajante. Salí así rumbo a comprar el arroz cuando me percato que estoy llegando a la casa de los nuevos vecinos en la que está un camión de mudanzas y dos empleados bajando unas cajas llevándolas dentro de la casa. Sólo vi a un joven que pedía a los empleados que tuviesen cuidado con eso, con aquello, esta caja es delicada... etc.
El joven era atractivo, de cabello corto castaño, ojos cafés de tez blanca (no pálida), contextura normal. Lo vi como dicen al "rapidón" y seguí con mi camino pero te diré algo amigo diario; al verlo sentí esa sensación cálida en mi pecho... me sentí como la jovencita que ve al chico que le gusta.
-¡Por Dios! ¿Qué me está pasando? –Me preguntaba en mis adentros.-
Lo que hice fue seguir mi camino hasta la pulpería tal vez así se me pase esta rara sensación. Al llegar compré el arroz y regresé esperando pasar rápido para no ver al joven pues lo imaginaba y... ¡bueno! Como te dije, sentí esa sensación.
-¡¡Hola!! –Alguien me saluda sacándome de mis pensamientos.-
Al voltearme a ver quién me saludaba, me di cuenta que era el joven atractivo. ¡Ay, Dios! Lo evado y se me aparece.
-¡Ah, hola...! –Respondí tímida.-
-¡Hola, hermana! ¿Vive por aquí?
-¡Ehm, sí... sí! Soy la... hermana Yamileth... de la orden... de las Magdalenas... y; ¿usted es...?
-Me llamo Adrián y como ve, me acabo de mudar. –Respondió con linda sonrisa.- Perdone si la asusté...
-¡Eh..., ah, no, no! ¡Para nada, amigo! ¡Je, je, je...!
Adrián era simpático y me acompañó hasta mi casa preguntándome si vivía con alguien. Le expliqué del porqué estaba yo aquí y ya tú sabes la historia. Él me contó que trabajaba en diseño gráfico y que se vino de la zona sur pues aquí en el valle central se le apareció una mejor opción laboral. Al llegar a mi casa, Adrián me dio el número de su celular en caso que yo necesitase algo ya que este lugar era muy apartado de la ciudad. Yo tomé el papel con su número, luego me dio la mano para estrecharla y despedirse... ahí fue donde sentí esa rara sensación, lo miré a los ojos y él me miraba a mí quedándonos viendo fijamente por unos instantes que parecían eternos y mi corazón enloquecía.
Pero lo más intrigante querido diario es que como sabes las mujeres tenemos un sexto sentido por lo que vi en sus ojos que él sentía lo mismo... ¡así es! Él me era atractivo y yo lo era para él... ¿puedes creerlo? No puedo estar equivocada, lo sentí por lo que solté su mano y baje unos instantes la mirada; él hizo lo mismo.
-Bueno... hermana... Hoy estaré en mi casa acomodando mis cosas... si, ¡eh, bueno...! Si me necesita... ahí... estaré... -Dijo con timidez.-
-Yo, ¡eh, sí..., gracias! Lo tendré en cuenta, Adrián. Adiós.
Sin volverlo a ver entré a mi casa y lo vi alejarse por la ventana. Me sentí acelerada, alterada... o mejor dicho; ¡excitada por él! No entiendo del porqué de mi actitud, soy una monja, religiosa, entregada al Señor... ¿Por qué me sucede esto? Y lo peor del caso es que sé que Adrián siente lo mismo...
Quería dejar de pensar en el tema por lo que encendí el celular que papá me dejó. Hasta ahora lo recordé, ¡ji, ji, ji...! Al encenderlo vi en el whatsapp que papá se tomó una foto en el avión y explicaba que le pedían que lo apagara para poder salir. Luego vi otra foto ya fuera del avión en un aeropuerto de Madrid junto a mamá, también me mandó mensajes de audio diciéndome que le avisara si estaba yo bien pues bien así lo hice. Después de esto me quité el hábito para quedarme sólo con la blusita puesta usando las calcetas así aproveché para dejar el hábito en la lavadora mientras limpiaba para seguir con el almuerzo el cual estaba listo a las 11:30 a.m. apenas para prepararme para el Ángelus y posteriormente comer.
Así lo hice, después del Ángelus almorcé con ganas y me tiré a mi cama donde me senté cruzando mis piernas hacia adentro a ver la tele. Algo que no me gustaba eran las novelas de narcos pues les hacen "honras" como si fuesen héroes; ¿héroes?... El lado humano de ellos era que se enamoraban de la inspectora quien violaba la ley para escapar con él o que el narco era un "salvador" porque mataba policías y ayudaba a demás criminales a escapar... ¡Por Dios! ¡Qué estupidez! Ya veo porqué muchos los imitan... para ser "héroes salvadores" como ellos... ¡Qué ignorancia!
Me la pasé viendo la tele toda la tarde, eran ya las 5:45 p.m. y debía hacer pronto el rosario de las 6 p.m. Casi me duermo pero bueno; deber es deber. A la hora indicada recé arrodillada a lado de mi cama y al terminar seguí viendo la tele pero estaba cansada por lo que la apagué para luego quitarme la blusita y dormir. Una vez desnuda, me vi de nuevo en el espejo y me acerqué a este en el que me tocaba de nuevo, era increíble pensar que el ser monja te hacía olvidar lo bella que eres. Toda envuelta como un tamal con el hábito, no podías peinarte como te gusta, etc.
Como te decía, volví a tocarme como esa noche. Mi respiración era agitada, mi corazón latía más rápido de lo normal y con mi mano izquierda acariciaba mis pechos mientras que la derecha acariciaba mi entrepierna. Para empeorar mi situación a mi mente llegó la imagen de Adrián algo que me excitó sobremanera después me senté en mi cama sin dejar de tocarme, miré el espejo de nuevo, me acosté y... ¡lo hice! Jugué conmigo misma (me masturbé). Mientras acariciaba mis pechos con la mano izquierda, con la derecha introducía mi dedo complaciéndome yo misma, mis piernas abiertas, mis caderas se movían de un lado para el otro... imaginaba que el joven estaba sobre mí.
Suspiraba, me quejaba... respiraba con la boca... me olvidé de todo hasta que, ¡lo sentí! Sentí un orgasmo muy tenso en tantos años de no jugar conmigo misma... no podía creerlo pero lo hice quedando agotada con mis piernas abiertas y mis manos a los lados en señal de haber disfrutado y quedado exhausta.
Una vez calmada, me acosté de medio lado lamentando lo que hice... me quedé luego, sentada abrazando mis piernas cabizbaja porque la verdad me costó conciliar el sueño pues había jugado conmigo misma algo que no debí hacer pero lo hice, ¿lo disfruté?, sí lo disfruté... ¿me gustó?, obvio que sí... ¿me arrepiento de haberlo hecho...?, la verdad..., no.
Por eso me siento mal, no me arrepentía de haberlo hecho querido diario y la verdad es que, llevo años..., son siete años de no jugar conmigo misma por lo que sentí el orgasmo tan pero tan tenso... No lo tomes como excusa amigo diario pero además de religiosa soy humana por eso es que una peca. Al final me dormí agotada por esto... lo que no sé es qué haré al ver a Adrián pues aunque él ignora éste hecho, yo me sentiría muy apenada e incómoda más que él es amable conmigo.
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Diario De Una Monja.
Teen FictionÉsta historia está dirigida al público mayor de 18 años. Lenguaje explícito. Estas son las vivencias de una joven monja llamada Yamileth quien desde los diecinueve años escuchó el llamado para formar parte de la fe en todo el sentido de la palabra...