Capítulo 2

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Marinette

Abro los ojos. No sé cómo, pero creo que me he quedado dormida sobre mis deberes. Bostezo.

-¿Cuándo empiezan las clases? -Me pregunta Tikki. Estiro los brazos. 

-Creo que en... ¡cinco minutos! -Recojo mis cosas de la escuela y los meto todo en mi mochila. Bajo los escalones de dos en dos. ¡Cinco minutos! La maestra me va a matar... Estoy a punto de chocar con mi papá que trae una bandeja repleta de pan recién horneado. Por suerte puedo esquivarlos justo a tiempo. 

-¡Adiós, papá! -Me despido de un beso en la mejilla, cuando está por decirme algo suena el teléfono y él atiende. 

Salgo disparada como una flecha. 

-Yo creo que deberías organizar mejor tu horario -me dice Tikki-. No es bueno estar corriendo de un lado para otro.

-Lo sé, pero no tengo tiempo ni para organizar un horario ni para cumplirlo. Mi vida es totalmente impredecible, en un momento puedo estar es la escuela y en otro debo estar salvando París... ¡Woa! -Apenas he podido frenar antes de ser arrollada por ese camión que va a toda velocidad.

-¿Lo ves? Un simple descuido y...

-Ahora no estoy para charlas. -Le digo de manera cortante.

Tikki permanece en silencio y así sigue hasta cuando arribo al instituto. No lo puedo creer. Las puertas cerradas, ni rastro de ningún estudiante. ¡Está cerrado! Me golpeo la frente con la palma de la mano. ¡Hoy no hay clases! Suspiro. Tal vez Tikki tenga razón, quizás debería darme tiempo para organizar mi día.

Giro sobre mis talones, y regreso por donde vine a un ritmo más lento. Las calles están muy tranquilas, casi no hay ninguna persona caminando por la acera. Hasta me parece bastante extraño, París se ve irreconocible para mí sin ningún monstruo o akuma por ahí. Calma. Eso es algo que disfruto muy poco. Sin embargo, como Ladybug, mi deber es estar siempre alerta a cualquier posible amenaza que pueda dañar a los ciudadanos parisinos. Es duro, y no es nada fácil. 

Cuando entro a la panadería no hay rastro alguno de mis padres, probablemente estén arriba. Subo a mi habitación y dejo caer mi mochila sobre la cama. Subo al techo, desde donde puedo contemplar la ciudad por horas, nunca me cansaría de hacerlo. Apoyo mis brazos sobre el barandal. Desde aquí arriba la gente se ve mucho mas pequeña y lejana. Mientras que los tejados de las casas se ven más cerca. ¿Por qué en París? ¿Por qué precisamente el mal debe atacar mi ciudad? Mi teléfono vibrando me saca de mis pensamientos. Es Adrien.

-¿Qué hay, Adrien? 

-Hola, Marinette, quería saber si querías ir al cine conmigo...

-¿Es una broma? -¿Lo está diciendo en serio? ¡Iré al cine con Adrien! Oh, he esperado esto por mucho tiempo. Yo y Adrien, juntos, ¡en el cine! ¿Acaso esto podría ser mejor?-. ¡Sí, sí, claro que acepto!

-Genial, paso por ti a las cinco ¿de acuerdo?

-De acuerdo. Bye -espero a que cuelgue antes de que pueda gritar de la emoción a todo pulmón-. ¡Sí! -Cualquiera que me vería pensaría que estoy loca. Una chica dando brinco y bailando de alegría no es algo que se vea todos los días.

-Marinette -es mi madre. Me cubro la boca. Creo que he gritado demasiado fuerte-. Marinette, ¿puedes venir un segundo?

-Sí, mamá -bajo las escaleras. Mis padres están sentados en el sillón de siempre, tomados de la mano, como suelen hacer cuando están por decirme algo muy importante-. ¿Qué pasa? -Por la expresión de la cara de mi padre, supongo que no es nada bueno-. ¿Ah sucedido algo grave?

La suplente de LadybugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora