Mi Libertad Es Verde

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Mi Libertad Es Verde.

Había una vez, una chica de cabello castaño lacio y ojos tristes de color marrón escondidos tras cristales; ella solía dormir en el ático de su casa, el cual quedaba justo en el techo, era pequeño, pero le encantaba porque tenía una pequeña ventana desde donde podía ver las estrellas, se había planteado la idea de salir, pero no lo había hecho porque le tenía miedo a las alturas. La vida pasaba bastante lenta y apenas notaba los cambios que sucedían en ella, o quizá simplemente no lograba sentirlos... En realidad no estaba segura, ahora parecía que no sabía nada, a pesar de leer con tanto esmero. Poco a poco iniciaron marcha cambios más grandes, por lo que quisiera o no, debía comenzar a notarlos y sentirlos, pero se negaba rotundamente a ambas opciones.

Sus padres habían agotado su felicidad.

Casi no hablaba con su hermano.

Sus amigos estaban inmersos en problemas serios.

Ya no salía a charlar con los vecinos.

No salía de casa.

Ya no poseía tanto apetito.

Dormir era tedioso.

Sólo la música lograba apaciguarla un poco.

Hubo una noche, en la que antes de irse a dormir, luego de meditar algunas cosas, dejó la ventanita del techo abierta para permitir que la brisa corriese libremente dentro de su pequeña habitación mientras bajaba al baño a lavarse los dientes. Una vez más escupía sangre junto a la pasta de dientes, su rostro permanecía excesivamente blanco e incoloro en el espejo, sus pasos eran cortos y pequeños, no se apresuraba en llegar porque no tenía nada qué hacer, nunca tenía nada qué hacer. De cualquier manera, no demoró mucho en volver, pero sí se llevó una enorme sorpresa cuando observó a un chico de lindos cabellos rizados sentado en su cama. Ella parecía ser muy pequeña para él, sus piernas eran largas y permanecían estiradas, su piel lucía blanca y suave, el cabello hacía el intento de tocar sus hombros, más no lo lograba, ella no sabía si se debía a que se rizaba y se encogía, o era simplemente muy corto para siquiera rozarle; poseía, también, unos hermosos y brillantes ojos verdes que la miraban en ése momento, al parecer atentos y curiosos. Ella se asustó, preparada para gritar, pero él negó con la cabeza de forma simple y palmeó la cama con una de sus manos, indicando que se acercara. Tuvo miedo, pero aún así e ignorando aquello, se acercó y se acostó suavemente y con lentitud a su lado, sin siquiera rozar al muchacho. Hubo un pequeño silencio en el que ninguno habló, ella miraba una pared, mirándole de reojo, y él la miraba a ella sin disimulo alguno, quizá pensaba que era obvio el motivo por el que la miraba con tanta atención, más ella no era capaz de entenderlo; repentinamente, él se presentó, más no se escuchó como una interrupción abrupta al silencio, sino como un cantico armonioso y grave, de todas formas, sus ojos eran tan bonitos que ella musitó "Verde", y el alivio fue enorme cuando el chico de ojos lindos sonrió. Ése día se limitó a la compañía de uno junto al otro, ambos acostados juntos en la cama de ella, pero sin tocarse, y así se quedó dormida sin desearlo. A la mañana siguiente, él no estaba, y ella maldijo a todo lo que pasó por su mente. Fue, ansiosa, a contarle a su mamá sobre el lindo chico de bonitos ojos verdes en su cama, pero sólo se limitó a contestarle que ya le había apartado una cita con una psicóloga en otra ciudad. Más que cualquier cosa, incluso sobre el sentimiento de traición, sintió la decepción ocupando cada lugar en su cuerpo, su mamá no sabía comprenderla, su papá mucho menos, ¿a quién tendría que decirle algo, ahora? La respuesta la deprimió aún más: a nadie.

Mi libertad es verdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora