Capítulo IV.Septiembre 11.

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Querido diario, te diré lo que me sucedió el día de hoy. Estaba al frente de la casa de Adrián y la puerta estaba abierta... la verdad no sé cómo llegué a dar ahí pero ahí estaba yo vestida con mi hábito. Algo me hizo acercarme y entrar a la casa una vez dentro vi que habían aún cajas sin abrir, otras vacías señal que Adrián estaba desempacando algunas cosas más pero él no estaba cuando de pronto la puerta se cerró sola, de golpe algo que me asustó.

Entonces caminé llamando al joven mientras buscaba la puerta trasera y que esta estuviera abierta... la verdad estaba asustada fue cuando alguien me abrazó por detrás pero fue un abrazo erótico en el que la mano izquierda empezó a masajear mis pechos sobre mis ropas y la mano derecha mi entrepierna pero encima de la enagua. La verdad esto me complacía excitándome sobremanera pero no era correcto.

-¿Quién es? –Dije sujetando dichas manos varoniles en vano.-

-Tranquila hermana, soy Adrián.

Cuando le iba a pedir que se detuviera, él ya había metido su mano izquierda bajo mis ropas sobando mis pechos... mis pezones haciéndome entrar en una seducción profunda. Luego ya tenía metida su mano derecha debajo de mis calzones masturbándome él mismo. Yo suspiraba, gemía... ¡no lo podía explicar...! Cerré mis ojos y continuaba sujetándolo.

Después juntó su cuerpo contra el mío y sentí lo excitado que estaba su miembro, no pude más. Di media vuelta y lo vi desnudo frente a mí... Yo estaba impotente por lo que no hice nada más que abrazarlo y besarlo... ¡Cuánto deseaba y lo deseaba!

Al abrazarme él, bajó el zipper del vestido en mi espalda y mis hábitos cayeron al suelo. Después, yo solté mi sostén dejando mis pechos descubiertos... Adrián bajó a besarlos o mejor dicho; ¡mamarlos! Esto me cortaba la respiración; lo veía acariciando su cabeza y mientras bajaba mis calzones... ¡Ay no! ¿Qué pasará?

Cuando me di cuenta, él había separado mis piernas y tenía su boca debajo... ¡Ay..., no! Debajo de mí... ¡tú sabes...!, haciendo que mis caderas se partieran de placer...

Luego Adrián se pone en pie frente a mí, me quita el cubre de mi cabeza, me rodea con sus brazos tomando mis glúteos con ambas manos y sin decir nada, me alza abriendo yo así mis piernas rodeándolo con estas mientras él me penetraba. La sensación era... ¡Vaya! No dolía tanto como creí... después sin soltarme, nos pusimos en el suelo sobre mis hábitos como sábana.

Podía sentir a Adrián haciéndome el amor y yo tomé sus caderas en señal de impedir que siguiera aunque la forma en que besaba mi cuello y barbilla me enloquecía.

-¡Basta..., basta..., Adrián! ¡De..., detente...! ¡Por... favor...! –Le pedía casi sin voz.-

-Tú... deseas que..., siga, hermana, por... que me... rodeas con... tus piernas presionando... me...

¡Era cierto! Mis piernas lo rodeaban y lo presionaban algo que era obvio, ¡no quería que se detuviera! Y de repente; Adrián tuvo su orgasmo dentro de mí seguido del mío... Esto me volvía loca y en lugar de detener sus caderas, ahora lo abrazaba, lo besaba, lo arañaba y mordía mientras suspiraba, gemía...

De repente, desperté... ¡era una pesadilla! ¡Ah vaya! Una pesadilla que me dejó exhausta... un sueño mojado... tú sabes lo que significa.

Vi mi reloj en la mesa de noche... ¡eran las 7 a.m.! ¡Ay... no! Debí levantarme a las 5 a.m. para el rosario y... ¡diantres! Al jugar conmigo misma quedé agotada y sin fuerzas por lo que me dormí y tuve esa pesadilla; pesadilla que disfruté y a la vez... no.

Me levanté de golpe pero mi cabeza... estaba algo; me sentí algo débil por lo que casi caigo pero me apoyé en la cama. El masturbarme y el sueño que tuve me debilitaron y mi respiración estaba agitada al igual que mi corazón. Sudé a cántaros por lo que al recuperarme me dirigí al baño, tomé una ducha para luego colocarme la blusita de tirantes y mis calcetas... hace frío y está nublado. Recordé que había dejado el hábito en la lavadora por lo que fui a sacarlo y enjuagarlo para después echarlo a la secadora. Así, puse a hacer café y pensé en no hacer el rosario pues no me sentí digna de hacerlo al menos hoy. Luego que saqué el hábito, salí al patio trasero y lo colgué. Una ventaja de tener la casa alejada es que salí casi desnuda (sólo con la blusita), y nadie te ve.

El patio es como de quince metros de largo por once de ancho y termina en un terreno lleno de árboles algo parecido a una reserva. Luego de esto, me dispuse a hacerme una torta de huevo con rodajas de cebolla (omellete), con gallo pinto y natilla. No es por presumir pero me quedó delicioso.

Aunque disfruté del desayuno querido diario, me sentí muy culpable de haber "jugado" conmigo misma y de la "pesadilla" que tuve. No sé con qué cara podré ver a Adrián la próxima vez que lo encuentre... me siento apenada y avergonzada...

Para colmo de males escucho que un carro para frente a la casa... ¡Dios mío! Era un taxi pirata y en el venían la hermana Irina y la hermana Gabriela... ¡Diantres! La visita sorpresa, entonces corrí al cuarto y me coloqué unos calzones... luego corrí al cuarto de Sam y me puse un pantalón de dormir de ella y me dispuse a recibirlas. Luego de saludarlas, me preguntaron por mi hábito a lo que respondí que uno se está secando y el otro lo tengo que planchar algo que era cierto por lo que no me pusieron peros.

Lo que hablamos no fue relevante sólo de las actividades de esto, de lo otro... algún chisme; en fin, rutina del convento y como una hora después ellas llamaron al taxista que las llevó de regreso. Al estar sola de nuevo me quité el pantalón de Sam y los calzones sintiéndome relajada. Me la pasé viendo tele o escuchando la radio, hoy no quise ni hacer el Ángelus pues no me sentí digna y por lo que decidí, ni de hacer el rosario de la tarde.

El tiempo pasa y ya eran las 3 p.m., quería leer la biblia pero no quise siquiera tocarla por la misma razón, me sentía indigna. Entonces me senté en la cama a ver tele de nuevo cuando tocan a la puerta.

-¿Quién es? –Pregunté desde adentro.-

-Hermana, soy Adrián. ¿Puedo pasar?

¡¿ADRIÁN AQUÍ?! ¿PERO, POR QUÉ? –Me interrogué.-

No pude ponerme los calzones pero me puse el pantalón de dormir de Sam el cual no repintaba mucho... ¡tú me entiendes! Así pues, abrí la puerta y lo recibí.

-¡Hermana! ¿Y su hábito? –Preguntó con asombro.-

-¡Ah, yo lo dejé... secando! –Dije apenada por lo que hice anoche y la pesadilla.-

-Pasa..., Adrián. ¿Qué...? ¡Bueno...! ¿En qué... te puedo... servir...? –No podía verlo casi a la cara y ya sabes porqué.-

-¿Quería saber si tiene aceite... de... cocina? El mío... se me... acabó... y...

-¡Ah..., yo! ¡Claro, ja, ja! Pasa y siéntate... ya lo traigo...

Le di la espalda y lo busqué... me tuve que agachar (en cuclillas), para sacarlo del estante bajo donde lo tenía. Al encontrarlo se lo llevé pero me intrigó verlo sonrojado.

-¡Aquí lo... tienes; Adrián!

-¡Ah..., gracias! –Dijo sonrojado sin verme.-

Cuando él iba a salir, se vino un pequeño temblor y estos me asustan.

-¡Ay, Dios! ¡Temblor! –Dije en voz alta.-

Cuando volví a ver estaba abrazando a Adrián y él a mí. Me sonrojé y lo miré y él a mí, nuestras miradas se cruzaron... estábamos viéndonos fijamente y nos acercamos más y más y... resultó que nos besamos con mucha pasión tanto que nos tocábamos por lo que pronto nos separamos.

-¡Esto... no está bien...! –Le dije apenada.-

-¡Perdón... hermana, yo...!

-¡No... es qué; yo no debí...!

Así tratamos de disculparnos y Adrián se fue rápido y apenado. Yo me sentía culpable pero excitada a la vez. ¿Dios en qué iré a parar? Entre tanta confusión en mi cabeza me pregunté el por qué Adrián estaba sonrojado al ir yo por el aceite y pronto me di cuenta. Me fui a mi cuarto y al mirarme al espejo me fije que el pantalón de dormir de Sam resaltaba mucho el trasero y yo sin calzones. Entonces al agacharme Adrián... ¡Diantres! ¡Casi que me vio desnuda...! Y eso no era todo querido diario... mi blusita resaltaba mis pechos... ¡Ay no, no..., y no...! Me sentí más apenada que nunca al verme en cuclillas con ese pantalón.

Esto me dio por, ¡ya sabes! Llegar a mi cuarto, desnudarme, acostarme en mi cama y "jugar" (masturbarme) de nuevo pues la situación fue demasiado. Me acaricié de nuevo los pechos, la entrepierna y comencé... sentí mis caderas en ese movimiento que delataba mi placer mientras mencionaba el nombre de Adrián hasta que llegué a mi orgasmo tan fuerte como el primero... Quedé exhausta, derrotada en mi cama. Ciertamente hay cosas que no estoy obligada a decirle a las hermanas por lo que tal vez siga jugando conmigo misma sin que ellas se den cuenta.

Diario De Una Monja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora