❁30

3.2K 199 77
                                    

—Las rosas se ven increíbles— comento, (T/N), mientras seguía al mayor. Arthur sonrio y asintió con su cabeza.

—Claro está, yo mismo las cuido, Little— el ego del pais creció notablemente, haciendo reir a la muchacha. El hombre se adentro unos cuantos pasos mas y se detuvo frente a un matorral de flores rojas. Se inclino y comenzó a repasar las que estaban mas abajo. Coloco fertilizante en las raíces y lo presiono a la tierra con ayuda de unos guantes. Luego de medir el agua correcta que necesitarían, comenzó a recortar los petalos que se encontraban dañados. (T/N), se mantuvo a un lado, observando aquel proceso. Le gustaba ver los ojos esmeraldas de su protector con ese brillo de concentración, casi como los de Francis al cocinar, o los de Feliciano al pintar. Le gustaba ver la pasión que destilaban y, aunque a veces le hacia sentirse como una lagartija por no tener ganas de hacer su tarea, otras oportunidades le llenaba de energía para realizar sus actividades. Inspiro profundamente, notando la humedad en el ambiente. Automáticamente elevo su mirada hasta el cielo, encontrándose con nubes grises, en algunos puntos, casi negras, las cuales amenazaban con dejar caer miles de litros de agua en forma de gruesas gotas. Si, se podría decir que ya conocía ese clima. No en vano había pasado tantas tardes, desde la ventana, mirando la lluvia caer.

—Hace demasiado calor...— murmuro, mas para si misma que para su acompañante. Eran esas tormentas de verano que podían ser pasajeras o durar tres días. Jamás se sabía. Comenzó a abanicarse con las manos, tratando de ganar un poco de frescor. A pesar de que se encontraba con un vestido, sentía gotas de sudor bajar por su espalda.

—Si, asi es. Aquí siempre es asi en estas fechas, ¿en el campo también lo era?— pregunto, Inglaterra, sin sacar la vista de sus flores. (T/N) dirigió su atención hasta el, observando la delicadeza con las cuales las trataba. Ya no había guantes de por medio, solo la piel de la extremidad ajena, tocando, casa acariciando amorosamente los pétalos ennegrecidos. Por un momento, recordó las veces que habai estado con el. Eran pocas las caricias que no eran demasiado bruscas. Usualmente siempre tenían esos encuentros en su oficina, donde salía y entraban personas, casi sin golpear la puerta, entregando informes y notas, haciendo que el momento amatorio fuera demasiado rápido y voraz.

—Mmmnn... No, en el campo, sea cual fuera su estación, antes de llover, la temperatura bajaba drásticamente. Me he enfermado muchas veces por eso. Recuerdo las ocasiones cuando, con varios peones estábamos en medio de los terrenos y nos sorprendia esas lluvias. A veces no quedaba de otra mas que seguir caminando bastante juntos para mojarnos lo menos posible— menciono, recordando aquellas veces. La sensación del viento helado, cortándole la piel y traspasando las finas telas de verano, aun seguían atormentando su cuerpo. Por otra parte, la nación la imaginaba alrededor de altos y fuertes hombres que intentaban protegerla. No había visto, ni siquiera, una foto de hacia años de la menor, pero estaba seguro de que era de esas niñas que parecían tablas, sin forma alguna, pero las que, con sus ojos podían acelerar el corazón de cualquiera. Lo suponía porque, en la actualidad, lo hacia. Habia veces que tenia que sacarla de su oficina, con cualquier excusa, para que sus superiores dejaran de verla.

Daddy— la voz de su pequeña lo saco de sus ensoñaciones. Asintió su cabeza para indicarle que la escuchaba—. ¿Cuándo podre volver a mi departamento?— pregunto. Arthur se mordió el labio inferior y, esta vez le dedico una mirada.

—No seas tonta, no volveras allí. No luego de lo que ocurrió, ¿Qué clase de personas crees que somos?— dijo, arqueando una ceja. Ella se encogió de hombros. Realmente era uan gran pregunta.

—¿Narcotraficantes?— aquello lo dejo anonadado.

—¿¡Como dices!?— exclamo, logrando que la mujer se sobresaltara.

¿Daddy? (Hetalia x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora