¿Desterrado?

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No fue difícil entrar al despacho del Todopoderoso, los que me veían no le dieron mucha importancia ya que varias veces entraba y salía de este. Busqué a Jero por todas partes pero simplemente había desaparecido.

Seguí las instrucciones del hombre y  encontré una puerta oculta, la abrí y bajé las escaleras sin pensar demasiado, con algo de suerte ese árbol no existiría o estaría seco, tal vez así podía pensar en algo que los salvara a todos.

Pero veo que no tendré esa suerte.

Entré en un enorme invernadero lleno de flores y árboles que nunca había visto, pero en el centro, como una especie de jefe que protegía a los otros, había uno con hojas blancas con una sola fruta negra en sus ramas, pensé que estaría podrida, pero al acercarme sentí un cosquilleo en mi cuerpo. Algo hipnotizante que me atraía hacia ella.

- ¿Necesitas algo jovencito?

- ¡AAAAAAAAAAHHHHHH!

¡Que susto! Apreté mi pecho aterrado al escuchar una voz femenina detrás de mi.

Una mujer de unos 35 años, de piel morena y cabello blanco como la nieve me miraba con unos ojos grises tan hermosos que me sentí impresionado, era muy bajita y su cuerpo apenas resaltaba en ese vestido azul que cubría casi todo, pero su aura era tan agradable que me dejó maravillado.

- Lo...lo siento.

- Descuida, supongo que es lógico que reacciones así.- dijo la mujer en una voz cantarina.- Si no me equivoco, tu debes ser Keima, el aprendiz de Jero.

- ¿Me conoce?

- Ahora sí en persona, cuando vuelvo de la Tierra, Jero y yo conversamos de muchas cosas y el otro día mencionó emocionado que tenía un nuevo aprendiz, había esperado mucho poder volver a tener a alguien a quien entrenar. 

Me sentí de lo peor, tanto entrenamiento y caí en una trampa, ahora estaba siendo amenazado por un ser que quien sabe lo que le hará a mis amigos. No pude evitar ponerme a llorar. Nunca sería un arcángel, ni siquiera podría ser un ángel decente, estaba traicionando a Jero y no sería capaz de mirar a Lucifer a la cara si por mi culpa Melchor y los demás morían.

Una mano cálida tomó la mía, la mujer me miraba con ternura mientras secaba mis lágrimas con un pañuelo.

- Tranquilo, no llores pequeño. Si algo te preocupa puedes decirmelo, nadie puede oírnos aqui. Puedes liberar todo tu miedo, si necesitas el consuelo de una madre, aqui estoy yo.

- Yo....no sé si alguna vez tuve una madre.- dije sentándome en el suelo.- Supongo que sí pero no la recuerdo. Nunca he pensado en lo que fui en mi vida como humano, sólo mi primer día como ángel. Incluso le temo a los humanos, supongo que por eso mi arma es a distancia.

- Entiendo.- dijo sentándose a mi lado.- Entonces puedo darte un consejo si quieres.

La miré por un momento y respire profundo, comencé a contarle todo lo que me preocupaba. La trampa de ese hombre, el peligro de mis amigos, incluso algo que guardaba para mi.

- Si algo le pasara a Melchor yo....no podría soportarlo.- finalice.- No soy un soldado, tal vez me equivoqué y tal vez deba buscar una carrera diferente como Uriel.....Tal vez...Jero se equivocó.

- Jero es el Todopoderoso, muchos piensan que todas sus elecciones son correctas.- dijo.- Pero lo cierto es que tiene muchas responsabilidades, ha sufrido demasiado pero ha guardado las apariencias por protegernos a todos. Sin embargo, tu llegada no sólo le dio a Jero la oportunidad de ser Maestro, también lo ayudaste a ser valiente y aceptar que ama a Luci a pesar de lo que digan los demás.

Mi Angelito InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora