24 | Señorita alocada y señor amargado

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Capítulo 24: Señorita alocada y señor amargado.

Char.

“En honor a las familias Bellamy, Moore y Stone; las clases de las primeras horas serán canceladas, y en su lugar los estudiantes asistirán a una reunión en el gimnasio para mostrarles a los afectados que los apoyamos en estos momentos de tragedia. Muchas gracias y recuerden: El dolor de un compañero es el dolor de toda la institución”.

Volví a leer la nota antes de echar un vistazo a las demás puertas del pasillo. Así como la de mi salón de clases, todas tenían una hoja de papel con el mismo mensaje colgada en la puerta cerrada. Las personas se acercaban a sus aulas, pero en cuanto leían la nota murmuraban algo acerca del accidente antes de volverse y dirigirse hacia al gimnasio. Nadie lucía especialmente interesado en realidad. Y personalmente, honrar a Wilder no me hacía mucha ilusión.

Abandoné el pasillo y comencé a caminar aletargadamente hacia donde se haría la reunión, pasando frente a personas de pie junto a sus casilleros, o dejando que aquellos con más prisa me adelantasen. Travis chocó puños con uno de sus amigos, celebrando porque ya no iban a tener álgebra. Oí a varios decir que era una terrible tragedia, pero parecían estar hablando sólo por quedar bien. De la nada, todo el mundo parecía conocer a Cindy, Wilder y Axel. Ellos jamás habían sido tan populares. Me pregunté qué diría Axel si se diese cuenta de que eran furor en la escuela.

Para cuando llegué al gimnasio, la mayoría de estudiantes ya estaban acomodados en las tribunas. Había un podio en medio de la cancha y un enorme cartel colgado detrás que decía “Unidos por ellos”. Maestros y estudiantes estaban ocupados hablando entre ellos. Conseguí distinguir un pequeño lugar vacío casi a la mitad de las tribunas, y me apresuré a llegar hasta allí. Me desplomé en el asiento, dejando caer la mochila en el suelo en medio de mis pies.

En el gigantesco reloj del gimnasio se marcaban casi las ocho y media de la mañana. La directora de la escuela, con su elegante traje marrón, hablaba con uno de los maestros mientras sostenía un montón de papeles en las manos. Cada vez llegaban más y más personas. Escuché una risa muy familiar a mi derecha, por lo que giré la cabeza hasta lograr ver el origen de la voz. Dani estaba allí sentada junto a Ray, riendo exageradamente mientras él no dejaba de mirarla y sonreír. Él lucía exactamente como el tonto enamorado que era.

Me les quedé mirando un par de segundos. Se veían bien juntos. Después del incidente de hace cinco días en el que me atraparon tratando de esconder un sándwich en mi camisa para meterlo a la habitación de Dani en el hospital, me prohibieron volver a visitarla.

Pero Ray todavía podía entrar, y se la pasaba demasiado tiempo ahí. Incluso intentó pagarle al doctor para que le dejasen quedarse dos horas más luego del horario de visita, pero por supuesto no puedes comprar a un médico con sólo seis dólares y una goma de borrar. Finalmente Liz consiguió que me permitiesen de nuevo el acceso –no sin antes hacerme una revisión exhaustiva para comprobar que no llevaba comida oculta– pero para cuando llegué, Ray y Dani ya estaban muy apegados entre ellos. Más de lo usual.

—Parecen muy unidos, ¿no?

Volví la vista de golpe hacia la voz. Ryan se sentó a mi lado, con su mochila todavía en el hombro. Me dedicó una sonrisa agradable en forma de saludo. Él tenía esa clase de sonrisa que te atrapaba en cuanto la veías. Señaló con los ojos a Dani y a Ray. Yo me le quedé mirando un poco antes de asentir lentamente.

—Sí... Claro, supongo —contesté extrañada. Ryan apoyó los codos en las rodillas, en actitud relajada, aunque le sentía un poco de tensión que estaba tratando de ocultar. Lo observé con el ceño fruncido. No estaba segura de cómo actuar frente a él. No lo odiaba, pero de todas maneras lo que había hecho estaba mal—. ¿Qué haces aquí?

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