Querido diario, no ha pasado nada que valga la pena por eso no te escribí pues desde el día que le di el beso con Adrián, no lo he vuelto a ver. Me siento la verdad como te he dicho avergonzada, inquieta y a la vez con ganas de ver al joven que sólo veo en mis fantasías cuando juego conmigo misma. Creo que ésta atracción no es del todo física o sexual porque al recordarlo mi corazón brinca sintiendo esa cálida sensación en mi pecho. ¡Por Dios! Soy una monja y no debería sentir ese tipo de cosas pero soy humana y no una asexual sin emociones.
He estado pensando en que tal vez fue mala idea salirme del convento porque en cuanto salí, mi persona religiosa comenzó a caer y eso no debe ser pero por otro lado siendo yo una mujer de fe, debo de mantenerme en firme.
Debo aceptar que como te dije antes; juego conmigo misma pero lo que hago es esto, me levanto a las 5 a.m., me baño y rezo el rosario y si me dan esos deseos de "jugar" por esa hora, lo hago después del rosario igualmente hago en las noches al dormir después de rezar pues la verdad, ¡Dios me perdone...! No puedo evitarlo...
Hoy vino la hermana Irina acompañada por la Superiora Ramona. No era visita sorpresa pues estaba ya "programada". Al entrar, vieron mi casa de forma disimulada pero de manera minuciosa... seguro querían encontrarse algo indebido. La Superiora me veía de pies a cabeza al verme en short y blusa (claro que andaba ropa interior debajo), y me cuestionó mi vestir aduciendo que monja es monja ya sea que haga calor o frío por lo que debía andar los hábitos puestos.
Yo no le discutí pero pregúntame si le haré caso... yo no soporto el calor y esa incomodidad me mata por eso ando así. En eso tocaron la puerta y al abrirla entró Samanta (Sam), mi melliza que venía de Canadá. Ella me tiró los brazos apretándome muy fuerte, Sam es muy alegre pero extrovertida e inquita.
-¡YAMIIII! ¡¡YA LLEGUÉEE...!! –Dijo con alegría.-
La presenté ante la Superiora y la hermana Irina.
-¿Ella es Samanta? –Preguntó Irina.-
-Parece que podría volver al convento, hermana Yamileth ahora que su melliza llegó. –Observó la Superiora, esto no me cayó bien.-
Al decirme esto la Superiora, me sentí molesta en mis adentros pues llevo años sin ver a Sam y que todavía me salga con esto... Pero pronto Sam dijo:
-¿Cómo, vas a volver ya y no hemos compartido nada?
-Bueno, ya no... -Explicaba la Superiora.- Es que si usted volvía se haría cargo de la casa en ausencia de sus padres y ya la hermana Yamileth volvería tal vez mañana...
-¡¿MAÑANA?! –Interrogué en voz alta.-
-¡Sí, hermana! Nuestra vida religiosa es... así... -Apoyó Irina.-
-¡Perdónenme, monjas! Pero yo voy a estar sólo tres días aquí... En la ciudad me espera un departamento al cual me iré... -Informó Sam en tono divertido.-
-¿Es cierto... eso, hermana Yamileth? –Preguntó la Superiora.-
-¡Ehm... sí! Sam se irá y bueno... le ayudaré a empacar... y la verdad quiero compartir con ella... estos tres días... -Le dije.-
-¡Hmm! –Con ese sonido me cuestionó.-
Luego de esto ambas llamaron un taxi que las recogería. Al salir la Superiora me recordaba la cuestión del permiso, del volver al convento, del uso del hábito, las visitas sorpresa... ¡en fin! Mientras hablaban, Sam las remedaba a sus espaldas haciendo muecas, moviendo la mano y la cabeza diciendo ¡bla, bla, bla...!
Luego que la hermana y la superiora se fueron me eché a reír y cerrando la puerta abracé de nuevo a mi melliza. Como te dije es extrovertida y algo liberal, ¡es mi contraria, je, je!
Ella me narraba de su estadía en Canadá, su gente, ambiente y de uno que otro "novio"; ¡en fin! Luego hablamos de mí y le confié que volví a "jugar" conmigo misma algo que hizo que exaltara sus ojos tapándose la con su mano izquierda la boca además de lo ocurrido con Adrián.
-¿EN SERIO LO BESASTE? ¡Y SIENDO MONJA...!
-La verdad sí, lo hice y he fantaseado con él. –Le dije mientras me quitaba la ropa interior quedando sólo con la blusita rosada puesta.-
-¡GUAU, YAM! AL PARECER TE HISO BIEN SALIRTE DEL CUARTEL DE LOS PINGÜINOS DE MADAGASCAR... ¡JA, JA, JA...!
-No les digas así, -reí y añadí- es la vida de una religiosa...
Mientras hablábamos, Sam entró a su cuarto e igual que yo, se quitó las ropas y sólo andaba una blusa de manga larga sin ropa interior debajo. Ella y yo hemos compartido muchas cosas juntas por lo que existe mucha confianza entre nosotras... Ambas nos confiamos la primera vez que "jugamos" y con quien fantaseábamos esto mucho antes que yo entrara al convento además Sam me confió su primera experiencia sexual y con quien mientras yo aún no he tenido dicha experiencia.
Así nos la pasamos toda la tarde y parte de la noche hablando en lo que pensaba yo de volver al convento... no me sentía bien con la idea pero aún faltan casi los tres meses en los cuales podré relajarme aún más. Al irnos a dormir, Sam (obviamente), fue a su cuarto yo al mío donde me di cuenta que ya eran las 8p.m. lo que significaba que había olvidado hacer el rosario por compartir con ella... Pero en fin.
Al estar en mi cuarto me desnudé para acostarme en la cama y sí; jugaría hoy también conmigo misma sólo que esta vez me arrecosté en el respaldar de mi cama de frente al espejo. Una vez que me reflejé en éste, comencé.
Ahí me veía el cómo me acariciaba, me tocaba toda y "jugaba" sintiendo ese placer revelado al ver ese movimiento de mis caderas. Me quejaba, gemía mordiendo mi labio viéndome al espejo en ese juego mientras que mencionaba en voz baja el nombre de Adrián hasta que sentí el orgasmo que también fue muy tenso... Luego me acosté de medio lado cerrando mis piernas en posición fetal y en mis adentros me decía agotada y exhausta:
-¡Adrián...! ¿Por qué no estás aquí...? ¡Te... necesito...! -Dije en mis adentros con voz entrecortada.-
Así fue como me dormí y tal vez en mis adentros pensando si tendría otra disque pesadilla con él aunque la verdad no lo llamaría así ni sueño mojado pero la verdad me gustaría tenerlo de nuevo. Acepto que soy monja pero hay cosas que una como tal no puede enfrentar pues no somos de palo.
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Diario De Una Monja.
Genç KurguÉsta historia está dirigida al público mayor de 18 años. Lenguaje explícito. Estas son las vivencias de una joven monja llamada Yamileth quien desde los diecinueve años escuchó el llamado para formar parte de la fe en todo el sentido de la palabra...