La Chica De Los Idiomas (hetalia Romano X Lectora)

Capítulo 9

Narra (T/N)

Estoy perdida en el bosque, genial.

Cuando por fin logré escaparme de esos hombres, me perdí. Hasta creo que estoy dando vueltas en pinches círculos. Oh espera, este árbol ya lo pasé como 5 veces.

Camino viendo árboles y más árboles pero uno me llamó la atención, tenía una nota de...¡Slenderman!

–Creí que era una invención, tal vez una leyenda urbana para no entrar e los bosques –murmuro quitando la nota del tronco y la leo.

«Leave me alone»

–Déjame solo...Já, yo sólo quiero salir de aquí. No es como si fuera por cuenta propia, señor –volví a poner la nota en el árbol cuando sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo.

Una. Puta. Mano. Estaba. En. Mi. Hombro. Y es más blanca que la leche.

Casi grite pero me conforme con tragar saliva y rezarle a Diosito en mi mente pidiéndole perdón por no ir a misa pero rogándole piedad por vivir al menos un año más.

Cierro los ojos del miedo. Me sorprendí al sentir algo chocar contra mis párpados. Abrí lentamente los ojos y vi las luces de algunas tiendas a unos metros de donde estaba yo.

–Gracias, señor Slenderman– mordí mi lengua para no decir "gracias por no matarme" y sonreí corriendo lejos del bosque.

Si vuelvo ahí va a ser drogada o borracha.

Narra Lovino.

Arthur dijo que podría estar en el  centro o del lado profundo del bosque.

Feli me había ordenado quedarme en la casa, ya que creía que podía formar un escándalo. Iba de un lado a otro más que nervioso, la adrenalina corría por mis venas. Si todo salia bien y Arthur tenía razón, ella estaría en ese lugar y volvería conmigo.

Paré de moverme cuando tocaron la puerta y con mi cara de amargado fui a abrirla pero no esperé encontrarme cara a cara con la chica que robaba mis suspiros y me hacia sonreír inconscientemente.

Todo mi cuerpo se tenso, mis ojos estaban muy abiertos y sentí como lágrimas bajaban. Lágrimas de felicidad.

–Oh Dios mío, eres tú, princesa... Volviste –susurro aún sin creerlo y sonreí tomando con cuidado su rostro entre mis manos.

–Estoy aquí, amor. Espero que me hayas extrañado porque yo no dejaba de contar los minutos para volverte a ver – rocé mi nariz con la suya riendo, y miré sus preciosos ojos que ahora estaban cristalinos dándoles un toque brillante.

–No vuelvas a hacerme esto –le pedí pegando mi frente a la suya mientras pasaba mis brazos por su cintura.

–No volverá a ocurrir, es una promesa, cariño– sin poder resistirme más la besé, sus labios estaban un poco resecos pero seguían siendo igual de dulces que la primera vez.

La llevé dentro de mi cuarto y le brinde tantos besos que ella empezó a reír diciendo que me habían ablandado demasiado en su ausencia.

Cuánto la había extrañado.