8.LLUEVE Y HACE SOL

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  Tal y como había pasado con frecuencia durante todo ese mes de abril, volvía a llover.

Aunque, insólitamente, también hacía sol. Igual que dentro del corazón de Gerard.

  Hacía dos días había besado a Frank. Bueno, Frank le había besado a él. Aún así, no habían vuelto a hablar, ni siquiera en las horas de patio, aunque sí habían estado juntos. Tan solo se habían producido un par de intercambios de palabras banales, pero no habían hablado del tema del beso ni de nada que se pareciera a ello. ¿Eso era bueno o malo? No estaba seguro.

Por una parte, Gerard estaba feliz. Ese beso le había hecho ascender al cielo y le había dado toda la energía y las ganas de vivir que le habían faltado durante los últimos dos años. Por otra parte, le preocupaba que no hubiera pasado nada más. Espera, ¿quería que pasara algo más? No estaba seguro. Todo era demasiado contradictorio y confuso.

Aún así, en su corazón la luz predominaba en medio de la pequeña amenazante lluvia, lo mismo que pasaba en el cielo de ese extraño día.

  Todo transcurrió con normalidad. Tampoco hablaron demasiado, con Frank.

  A la hora de salir, la lluvia se había vuelto muchísimo más intensa, aunque seguía haciendo sol. A Mikey lo llevó a casa la madre de un amigo suyo en coche. Gerard optó por coger el autobús.

Durante el viaje silencioso al lado de Frank, la lluvia empeoró aún más, de modo que, al bajar, la gruesa cortina de agua les impedía ver más allá de dos metros.

  Ya que la casa de Frank estaba más cerca y era peligroso ir andando por la calle sin ver qué tenías delante, el chico más bajo le ofreció a su amigo que se quedara en su casa hasta que la lluvia cesara.

  Una vez dentro, Gerard llamó a su casa para avisar a su madre de que se quedaba en casa de Frank.

  —¿Quieres merendar? —Frank preguntó a su invitado, observando lo mucho que había adelgazado su amigo en los últimos días. Se veía más sano y, aun antes parecerle imposible, más hermoso.

  —No, gracias, estoy bien. ¿No hay nadie más?

  —No, mi padre está en el trabajo y mi madre se ha ido a comprar en un centro comercial con mi hermano. Ven, que te enseño la casa.

Frank le mostró un sencillo salón al lado de una pequeña pero bien equipada cocina. Luego caminaron por un pasadizo que llevaba a dos baños y tres dormitorios. El pequeño "tour" terminó en el de Frank.

  —Tengo que ir al baño, espérame aquí —le indicó Frank a Gerard.

Gerard se sentó en el escritorio y aprovechó para sacar su libreta de dibujo y su estuche y empezar un pequeño boceto en lápiz.

  —Vaya, dibujas muy bien —oyó al cabo de un rato.

Gerard estuvo a punto de caerse de la silla a causa del susto que le causó la presencia de Frank, de la cual no se había dado cuenta. Eso provocó una pequeña risa por parte del otro muchacho.

  —Gracias.

  —En serio, tienes mucho talento —comentó Frank, examinando una vez más el boceto ahora un poco más desarrollado. Se trataba de un súper héroe inventado por el propio Gerard, hecho de ladrillos y lanzando cimiento a través de sus manos—. Ya te lo dije, eres especial—. Frank le miró a los ojos.

Esos ojos marrones y verdosos que tanto le gustaban. En los que tantas veces se perdía al contemplarlos, aunque lo disimulara bien. Esos ojos que tanto deseaba.

Gerard dejó su cuaderno y se levantó acercándose a Frank para besarle. Un beso lento, dulce, lleno de nuevos sabores y explosivas sensaciones.

Frank colocó una mano en la mejilla del contrario mientras le empujaba para que se moviera hacia atrás, hacia la cama, de manera que Gerard quedó sentado el el borde de esta.

Frank se sentó a su lado, luego se tumbó agarrando la nuca de Gerard, obligándole a colocarse encima suyo, con una pierna a cada lado de su torso.

Los dos continuaron besándose cada vez con más fervor, más pasión, más deseo. Frank se atrevió a lamer los labios de Gerard, pidiéndole permiso para entrar en su boca. Este aceptó, permitiendo el encuentro de sus lenguas, las cuales empezaron a juguetear juntas, uniéndose en una hermosa danza.

Frank se quitó la camiseta mientras jugueteaba con el pelo azabache del contrario. Gerard lo imitó y después, cada vez más excitado, se dispuso a quitarle lentamente los pantalones al chico que yacía debajo suyo.

Ya estaban los dos en calzoncillos. Gerard dudó, aunque Frank parecía el más decidido, ya que puso una mano en su ropa interior y hizo ademán de quitársela, pero Gerard se lo impidió con un gesto. No quería llegar tan lejos. Aún no, no estaba preparado.

Eso no pareció molestar a Frank, pero sí le hizo seguir el juego. Puso una mano justo en medio de la entrepierna ya dura de Gerard, el cual no pudo contener un largo gemido de placer al notar esa caricia. El chico del pelo negro, por su parte, comenzó a besar y succionar el cuello de Frank.

  —Gee... —suspiró el dueño de esa cama, moviendo su cadera para pegar su erección al miembro de al que acababa de nombrar Gee.

Gerard captó el mensaje y se dispuso a embestir, provocando el roce cada vez más feroz de sus respectivos bultos.

Ya no se contuvieron, los gemidos casi llegaron a los gritos a medida que se acercaban más al orgasmo.

Y por fin llegó. Una explosión de placer recorrió el cuerpo de ambos, parecía que tenían fuegos artificiales circulando por sus venas.

Una vez terminaron, exhaustos y aún jadeando, Gerard se dejó caer a un lado, abrazando el pequeño y hermoso cuerpo de Frank. Sentía sus calzoncillos pegajosos pero una inmensa calma y repentina relajación.

  —Te amo, Frankie —se atrevió a susurrar acercándo sus labios a la oreja del contrario para luego propinarle un fugaz beso en la sien.

   —Yo también te amo, Gee.

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Infinitas gracias a quienes estéis leyendo este fanfic, significa mucho para .

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