¿Cómo fue qué pasó?

Prólogo.

Quería no escucharlo, no oír el penetrante sonido de su voz.

Pero era lo único que sonaba en mi cabeza, no podía apartar de mi mente sus palabras, esas palabras que me llevaron a esto.

Quería imaginar que no me dolía, que nada de esto importaba, que volveríamos a ser los mismos de antes. Pero sabia que no sería así, era consiente de ello, y eso me partía cada vez más el alma.

Su voz diciendo aquellas palabras no paraban de resonar en mi cabeza, >>Somos amigos, solo eso Caro.<<

Esas fueron sus palabras, y joder como duelen.

Me gustaría decir que soy lo suficientemente fuerte para seguir con mi vida como si nada hubiera pasado, pero las lágrimas que caen por mis mejillas demuestran lo contrario.

>No te quiero de otra forma.<- ¡Basta, basta, basta! Ya no quiero oírlo más. Por favor para....Para.- Quiero calmar este dolor, pero no puedo.

Nunca te ha pasado que te sientes fuerte, sientes que puedes llegar a la cima de una gran montaña. Pero de la nada, todo cambia, el suelo colapsa y caes, te miras cayendo y sabes lo que viene; el miedo te invade, sientes pánico y todo se acelera. Sabes que vas a estamparte, lo más probable es que mueras. Pero no hay nada que puedas hacer, más que esperar el golpe final.

Y justo así es como me siento. Hace unos días podría jurar que escalaría cualquier montaña, pero ahora siento como mi suelo se colapsa. Estoy en los más alto viendo como todo se derrumba, y solo espero el impacto.

Miro por la ventana del autobús las gotas de lluvia que caen por ella. Intento concentrarme en ellas pero simplemente no puedo, no puedo pensar en nada que no seamos él y yo, en nosotros. Todos los momentos juntos, los malos y buenos ratos. Pero ahora son solo recuerdos, recuerdos que rompen cada vez más los añicos de mi corazón.

- ¿Por qué lloras?.- Me pregunta él niño que va sentado a mi lado, por su apariencia diría que tiene unos 11 años.

Se que si hablo llorare más de lo que ya lo hago, así que me limitó a negar con la cabeza y volver la mirada a la ventanilla.

Estoy cansada, he llorado durante todo el camino a casa. Me siento fatal, la cabeza me late a un ritmo feroz, siento la garganta seca al igual que los labios, los ojos hinchados. Simplemente me siento mal.
Pero no por todo lo ya mencionado.

Me siento mal porque la presión en mi pecho se vuelve cada vez más insoportable, cada vez más dolorosa.
Siento que con cada lágrima que cae por mi mejilla mi corazón se parte en miles de pedazos.

Miro que he llegado a mi parada, doy un largo suspiro mientras con las mangas de mi sudadera limpio las lágrimas de mis mejillas. Me levanto y él niño de a lado se quita para que pueda salir.

- Una chica tan linda como tú no debería de sufrir.- me dice cuando paso a su lado.

Le doy una sonrisa, y sigo mi camino.

Bajo del autobús. Camino hacía casa.

Siento que con cada paso mi alma se rompe. Levanto la vista hacía el cielo, esta oscureciendo, pero siento el helado viento, mientras gotea.

Miro a mi alrededor y no veo a nadie. La calle esta sola, como yo.

De la bolsa delantera de mi mochila saco las llaves de mi casa. Inserto la llave y la giro.

Entro, y no hay nadie. Supongo que mamá aún esta en el trabajo. Lo cual es mejor si me ve ahora me invadiría con un millón de preguntas y eso es lo que menos necesito ahora.

Voy directo a mi habitación y me dejo caer sobre la cama.

Cierro los ojos intentado controlar las lágrimas, intentando controlar el dolor. Pero de nada sirve. El dolor causado es demasiado para mi.

Se que lo que haré ahora es estúpido, pero la curiosidad me invade. Me levanto de la cama y vuelvo a tomar mi mochila. Saco mi teléfono.

Y si, todas las llamadas son de él.

Mi teléfono vibra en mis manos, y su nombre aparece en la pantalla anunciando su llamada. No puedo responder, él no puede saber que me ha hecho daño. Hago lo más valiente que puedo y apago mi teléfono.

Me quito la sudadera, y los tenis.

Caigo en la cama, cansada, y completamente destrozada.

Me rompieron el corazón.

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Basada en una historia real.