Capítulo VII.Septiembre 16.

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Hola de nuevo querido diario. Como te he contado, no ha sucedido nada interesante que contarte al menos hoy sí, la verdad ya casi teníamos todas las cosas de Sam empacadas. No te cuento del como amanecí porque es lo mismo me levanto, el rosario... ¡bla, bla, bla!

Al medio día no hice el Ángelus pues la verdad... ¡lo olvidé por completo! Lo que sucedió fue esto, te había dicho que el patio trasero termina en un terreno que está lleno de árboles como una reserva ecológica, ¿lo recuerdas? Pues bien, de niñas entrábamos a este terreno a jugar pero no a "jugar" como te he contado, ¡je, je, je...!

Éramos niñitas inocentes jugando entre los árboles y más adentro hay una bomba de agua la cual estaba protegida dentro de algo parecido a una tumba de cemento. Sobre esta nos sentábamos a jugar a las grandes amigas para luego ir a un claro donde corríamos en círculos, yo siguiéndola a ella y luego ella a mí. Después, seguíamos más adentro donde nos sentábamos en una colina desde la cual se ve la ciudad, en el centro la iglesia y a lo lejos apenas visible, el convento. En aquellos tiempos no me pasaba por la cabeza que me iría a ese lugar.

Este día Sam y yo cruzamos la cerca y entramos vestidas como ya sabes... hacía tiempo que no íbamos al lugar. Vimos la tumba de la bomba de agua que estaba igual como la última vez que estuvimos ahí; después encontramos el claro en el que ahora habían más árboles llegando así a la colina donde vimos la ciudad, la iglesia y... el convento. Lo vi con cierto desprecio aunque no lo creas y Sam lo notó.

-¿No quieres volver, verdad Yam?

-(Suspiro) La verdad... no, no lo sé ya Sam. Me puso a pensar lo que dijiste... la verdad tengo duda en lo que soy, quién soy o cómo... soy... -Al decir esto me dejé caer al suelo para sentarme.-

Luego Sam se sienta a mi lado sin quitarme la mirada de encima.

-¿Por qué me miras así, Sam? –Me veía de forma divertida.-

-Porque te ves indecisa, ¡confundida! Nunca te había visto así, Yam.

-Quería ser una mejor persona, Sam. Quería ser servidora del Señor... sólo quería ayudar...

-¡Hm...! Será que tienes la voluntad pero no la vocación de ser monja... Yami.

-¡¿Sam?! ¿Qué... dices? ¡Claro que... la tengo!

-Mira Yam, saliste por cuidar la casa y al estar aquí andas casi desnuda como ahora por comodidad, "juegas" y además fantaseas con el vecino... Si tuvieras la vocación de verdad, no harías nada de eso y andarías vestida de monja a toda hora.

-Pero la verdad... yo...

-Escucha (dijo interrumpiéndome), cuando ingresaste allá –señala el convento.- reprimiste tu persona, tus emociones, sentimientos, tu ser... tu... tú.

-El ser monja es... entrega total. Castidad eterna y una vida entregada al Señor, Sam. Por eso lo hice pues exige desprenderse de sí misma...

-¡Sípi! Pero debías conocerte a ti misma un poco, ¿no? ¿Te conocías al entregarte? ¿Te conoces ahora, Yam?

-¿Acaso quieres que deje el convento...?

-No hermanita linda... sólo quiero que te encuentres a ti misma y te interrogues porque así como estás, engañas al Señor y lo sabes.

-¡¿Sam?! –Le reclamé molesta.-

-¡Volvamos a casa! Te haré el cuestionario o el test de Sam, en el que despejarás tus dudas vamos. –Me pidió y accedí.-

-¿Test de Sam? ¿Qué diantres es eso?

-Volvamos a casa y lo verás hermanita. –Me dijo sonriendo.-

Al llegar lo primero que hice fue darme un baño porque me sudé un poco mientras que Sam escribía algo en una hoja de cuaderno. Ignoraba lo que hacía y cuando salí, Sam había escrito doce preguntas a las que ella me explicó que sólo pusiera "Sí" o "No".

-Me voy a bañar, Yam. Contesta las preguntas con honestidad...

Así fue querido diario que empecé con el test de Sam:

1) ¿Quién soy? Yami.

2) ¿Qué soy? Monja.

3) ¿Soy feliz siéndolo? (Lo pensé un poco) Sí.

4) ¿Juego conmigo misma? Sí.

5) ¿Me gusta? Sí.

6) ¿Fantaseo con alguien? Sí.

7) ¿Me gusta con quien fantaseo? Sí.

8) ¿Lo amo? (La pensé mucho) Sí.

9) ¿Me acostaría con él? (¡Ay Dios, Sam!) Sí.

10) ¿Quiero volver al convento? (La pensé mucho) No.

11) ¿Me siento yo misma en el convento? No.

12) ¿Soy libre en el convento? No.

Al contestarlas las leí y me di cuenta querido diario es que no sólo contesté las preguntas de un test. Hablé conmigo misma y es lo que siento en el corazón lo que me dice que ya no quiero ser monja y no soy feliz siéndolo. En eso Sam se acerca con una toalla saliendo del baño y lee las respuestas.

-Bueno, Yam. ¿Has encontrado tu respuesta?

-Creo que sí pero (suspiro), aún estoy... -No hablé pero lloré.-

-Te dejaré sola un momento. –Me dijo y asentí.-

No quise mencionar más el tema del test a Sam por lo que pasamos el resto de la tarde viendo tele y hablando de todo un poco. Nos dieron en esto las diez de la noche olvidándome del rosario de las 6 p.m. otra vez. ¡Ay Dios!

Al ir a la cama, me desnudé y... bueno; "jugué" de nuevo, ¡je, je, je...! Pero ahora lo disfruté más, lo sentí más fuerte... me sentí más liberada tal vez por el resultado del test pero acabé más agotada que siempre...

Diario De Una Monja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora