Capítulo único

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Cada día. Cada día de su vida sufría aquel dolor, y cada vez era peor. Shirogane no sabía si podría aguantar todo aquello.

Llorando una vez más en su solitaria cueva, pensó, como siempre, en todo a lo que su triste vida se refería.

Este lobo polar ya había empezado a ser lastimado desde muy pequeño. Todo empezó cuando vino la orca por primera ver al Iceberg. Shirogane no fue capaz de luchar contra él, así que no sólo recibió una paliza de Idate, que era como se llamaba la orca, sino que también escuchó los insultos de sus compañeros, llamándole débil, cobarde o imbécil. Aquello hizo que, por primera vez, Shirogane saliese corriendo para llorar en su cueva, mientras Yukisada, un chico búho, corría hacía el preocupado. Pero no sería la última. Es más, aún no había una última.

A partir de ahí, los insultos fueron a peor, y las palizas por parte de la orca también. Shirogane empezó a coleccionar cicatrices, tanto externas cómo internas.

Todos, excepto Yukisada, despreciaban a aquel lobo polar. Nadie le tenía en estima. Nadie pensaba que podía cambiar. Incluso Shirogane llegó a pensar lo mismo, gracias a las cicatrices generadas por sus compañeros. El chico búho, Yukisada, intentaba animarle muchas veces diciendo que no era verdad, que podía cambiar. Pero ni él mismo estaba seguro de sus palabras.

Todas las palabras malas que le dijeron eran como puñales en su corazón, y como veneno que corría por sus venas y lo mataban por dentro. Pensaba que estaba acostumbrado a ese dolor, eso es lo que se decía a sí mismo. Pero él bien sabía que nunca estaría acostumbrado a todo lo que le seguían haciendo.

Shirogane, con lágrimas en los ojos, giró la cabeza hacía la única ventana que tenía en su casa. Afuera estaba cayendo nieve de forma lenta pero constante. Eso le recordó al día de hoy, lo que le hizo llorar con más intensidad.

Su amigo búho no estuvo aquel día. Se tuvo que ir a ver a unos familiares suyos, que estaban muy lejos de donde vivían. Este se preocupó por Shirogane, y no quería dejarle solo. Pero no tenía otra opción. Solo esperaba que en aquel día no le pasara nada.

Pero si le paso. Vaya si le paso.

Shirogane se fue a caminar un rato, ya que en aquel momento le apetecía, sin pensar en lo malo que podría acarrear esto. Bueno, en realidad si lo pensó, pero no le dio la importancia que se merecía.

"Ya estoy acostumbrado" se decía todo el tiempo.

En medio de su pequeña caminata, escuchó otros pasos aparte de los suyos, y sintió un olor a humo que le provocó un escalofrío. Giró hacía atrás y pudo ver a la persona que menos deseaba ver.

Idate.

-Vaya... Tú paseando por aquí... Parece que quieres que te den una paliza.- le dijo la orca con una sonrisa llena de sarcasmo.

Shirogane, al ver lo que le tendría preparado el destino si se quedaba aquí, decidió huir, ya que sabía que no podía luchar contra él. Sin embargo, antes de que el lobo polar pudiese correr, Idate le cogió por el cuello con fuerza, sin soltarle. Shirogane, asustado, forcejeó en un intento de escapar, pero no consiguió nada. Solo que la orca apretará más fuerte su cuello.

-La gente no se equivoca al decirlo... Ni yo tampoco, obviamente... Eres un perro cobarde.- dijo con una risa mientras exhalaba el humo sobre la cara de Shirogane.

La víctima de Idate tosió el humo que le venía, casi sin poder respirar. Entre el humo que le echaba la orca a la cara, y el estrangulamiento también de parte de este, casi no podía coger aire.

Después de echarle el humo, Idate decidió empezar la violencia de verdad. Cogiendo aún su cuello, bajó el brazo con rapidez y fuerza para que la cabeza de Shirogane diese en el suelo, cosa que consiguió. Esto lo repitió varias veces durante un largo rato, disfrutando de la agonía del lobo polar, y de ver su frente llena de sangre.

Al parar la orca, pensó Shirogane que se había acabado. Pero no, aún no. La orca tenía algo más pensado para aquel animal.

Le dio varios rodillazos en la barriga, y Shirogane acabo escupiendo más de aquel líquido rojo con sabor metálico. Después, la orca tiró al lobo polar al suelo como si fuese basura, y le pego una patada, a lo que Shirogane se retorció, temblando por el dolor y por el miedo.

-Ya estoy cansado, así que por hoy ya está. ¡Nos vemos otro día, basura~!- dijo la orca mientras se iba, dejando a un pobre Shirogane moribundo.

El lobo polar, después de un pequeño rato en el que estuvo escupiendo sangre, se levantó cómo pudo, sintiendo un dolor increíble. Caminó a pasos lentos hacía su casa, mientras miraba hacía todos los lados. No quería que nadie lo viera en ese estado.

Pero fue imposible.

Rocma, la osa polar, y Rock, un pingüino, lo llamaron débil y inútil. Peraco, otra chica pingüino, dijo que era patético. Suno, un muñeco de nieve parlante, le dijo todo los insultos que se le ocurrieron con una sonrisa. Y Mafuru, una pequeña chica foca, miraba confusa la escena, sin entender bien lo que pasaba. Y allí no estaba Yukisada para decir que pararán.

Todos los puñales que le lanzaba la gente se le clavaron en el corazón de Shirogane una vez más.

Y ahí estaba ahora, en la cama de su pequeña cueva, llorando sin parar, lamentándose en silencio de su horrible existencia.

Espera... ¿Por que lo tenía que hacer en silencio...?

"Shirogane, no te quedes callado. Saca con un grito todo el dolor que tienes dentro."

Escuchó aquella voz en su cabeza, y se quedó confuso. ¿Acaso se estaría volviendo loco? Sin embargo... Quería hacerlo. Quería librarse, aunque fuera por unos segundos, de todos aquellos sentimientos negativos que había acumulado todos estos años. De todas aquellas palabras. De todo aquel veneno que le habían puesto en el cuerpo.

Así que gritó.

Fue un grito ahogado, un grito que demostraba todo el dolor que sentía. Algunas lágrimas salían debida a la potencia del grito.

Sonó por todo el Iceberg. Todos lo llegaron a escuchar, incluso Yukisada. Llegaron a sentir el grito que les congelaba el corazón.

Shirogane... Por fin había dejado escapar su grito helado...

Deja escapar tu grito helado #COSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora