Nota: 18 Elisa Vargas Posdata: Miedo

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Desperté en una especie de cabaña, no se parecía a nada de lo que había visto en la mansión de los Almirantes. Mi cabeza protestaba por cada movimiento que hacia, sin embargo no podía dejar de inspeccionar el lugar. Estaba atada a una silla, cerca de lo que parecía ser una mesa para carpintería tenia una sierra en medio, y encima había innumerables herramientas. Había un fogón al fondo, las cenizas que en el yacían se movían por las ráfagas de vientos que entraban por las rendijas de los descuidados barrotes de madera que formaban la estructura...

Tarde unos segundos en recordar todo lo que había pasado, "AYUDA"-grite. Con la esperanza de que alguien pudiera ayudarme. Escuche ruidos en la puerta y apareció un Félix sonriente, me miro con inmortalizándome en su memoria, su ropa estaba embarrada de cenizas, y sangre. Tenía en la mano una venda sucia, mal puesta, en su rostro había rasgos de agotamiento, y una mirada gélida que me hacia temblar del miedo.

-"¿Qué tal bella durmiente?...-mi silencio se prolongo demasiado- Esta bien que no quieras hablar. Espero estés cómoda-ríe plácidamente- Voy por leña para estar calentitos. No hay nada alrededor así que no grites. ¿Si?... Es que me duele un poco la cabeza muñeca."- tarde un par de segundos en dejar de escuchar sus pasos afuera.

Intento moverme pero no lo consigo. Quiero hacer algo para salir de aquí. Pero mi cuerpo no ayuda. Un mal movimiento me hace recordar el balazo que me dio Félix en la pierna, que ahora tiene un vendaje bañado en sangre, encima de la venda hay una correa apretando fuertemente, presumo que para cortar la hemorragia. Ahora que me fijo en eso, comienza a darme punzadas de dolor.

Escucho la puerta, y me sobresalto. Félix acaba de salir... apenas segundos.

Mi sorpresa es mayor cuando veo entrar a Carmen, temo por su vida.

-"¿Que...que haces? Debes ir por ayuda."

-Diego vio el camino de sangre. Niña por dios. Ve como estas. Vamos a desatarte.

-¿Diego esta aquí? ¿Cómo?- le digo mientras ella corta la cuerda y me libera las manos. Y la abrazo. –"Tranquila"-me dice intentado consolarme.

-"Niña mala. Eso no se hace. Que bueno que estas aquí suegrita...Bienvenida"- La voz de Félix, rompe mi nube. Nos mira con gesto maquiavélico, y pone tranquilamente la leña para luego encender la fogata. Tiro de mala manera un par de hierros en la hoguera. Mientras Carmen y yo lo mirábamos perplejas. Las flamas fueron extendiéndose por las paredes del cuarto donde estábamos. El se glorificaba con ello, y nosotras lo mirábamos con horror.

-"Nos vamos a quemar. Félix por dios."- trato de hacerlo entrar en razón.

-"Te dije que estaríamos calentitos."- dice, acercándose a nosotras.

Diego irrumpió bruscamente tomándole desprevenido, lo tumbo y comenzó a golpearle. Carmen atrajo mi atención tratando de desatarme los pies... Justo cuando escuchamos un grito de Diego, sin tiempo a localizarle con la vista, porque Félix empujo a Carmen arrojándola contra la pared.

-"Diego ¿Esto es lo que querías'"- Félix me tomo del brazo, vi como Diego apenas podía levantarse, cuando sentí un fuerte ardor en mi espalda. "Ahora eres mía"- le escuche decir, antes de caer tendida. El dolor era insoportable.

-"ELISA"- Diego se abalanzo sobre Félix, las llamas ardían sobre todo el lugar. No podía parar de llorar, el dolor hacia estragos en mí... Escuche golpes y gritos, pero estaba muy concentrada en el infierno que ardía en mi espalda. "Aguanta amor. Ya estoy aquí"- la voz de Diego fue un bálsamo por segundos.

Le vi alejarse y hacerse con una garrafa de lo que después supe era gasolina y lo vertió sobre el cuerpo de un abatido Félix que reposaba en el suelo.

Lo último que recuerdo fue como corrió hacia mí, me tomo en sus brazos, y susurraba cosas en mi oído...

***

-"Has un esfuerzo. ¿Si? Estoy aquí... Elisa abre los ojos guepardo..."- la voz de Diego, llegaba como susurros a mi. Entre abrí los ojos y le vi, su rostro se ilumino con una sonrisa.

-"Que bueno que haya despertado. Señorita Vargas."- A mi izquierda un doctor capta mi atención. Examina mis ojos y luego mi boca.

-"Recuerda lo que le paso..."-dudo por unos segundos, luego miro a Diego y los raspones que tiene en el rostro, lleva el brazo vendado. Todos los recuerdos llegaron a mí tan rápido, que casi me mareo. Asentí y el doctor continuo; "Es normal que se sienta un poco aturdida al principio... Pero ahora todas son buenas noticias sobre su salud. Su pierna estará bien. La bala entro y salió. Sera cuestión de días para que mejore. ¿Vale?-asentí nuevamente- Sobres las quemadas... Nada que una cirugía estética no pueda borrar."- Sonríe amablemente, y se retira. Lo veo salir aun un poco confundida.

Dirijo mi atención al vendaje de Diego. –"No te preocupes. Quemada en primer grado. Nada grave"- dice al percatarse de mi preocupación.

-"¿Tu madre como esta?"-Diego toma mi mano y sonríe, pero esta vez hay algo de tristeza en su sonrisa.

-"Esta bien. Dice que te espera en casa. Ha pasado aquí varios días..."

-"¿Cuánto llevo aquí?"

-"Una semana... Habías perdido mucha sangre..."

-"¿Félix...?- pregunto y su gesto cambia.

-"No dará mas problemas... Se quemo junto con la casa del carpintero... Lo, lo merecía."

-"Estaba. Estaba loco. Obsesionado conmigo... Diego me conto cosas horribles..."- me mira tiernamente, y acaricia mi pelo y mi rostro.

-"Eso no es todo Elisa...-lo miro incitándole a que continúe- Félix asesino a Alejandro y...y a tu madre..." su voz se quiebra y mi corazón se parte en mil pedazos. Por mi mente cruzan millones de recuerdos con mi madre.

-"No... NO. Diego mi madre NO..."- lloro y el intenta calmarme. Pero no puede... Grito y me revuelvo en la camilla. No es posible. Mi madre no podía estar muerta es el único familiar que me quedaba. Somos ella y yo contra el mundo.

-"¿Cómo. Como fue?"- le pregunto. Niega con la cabeza. Justo cuando entra una enfermera y coloca algo en mi medicamento.

-"Eso no importa ahora. Duerme mi amor. Te veré mañana..."- esas palabras se repiten en mi cabeza, antes de dormirme. Tiene razón ya no tiene importancia. Félix acabo con mi vida. Al final encontró la forma de siempre estar presente. Nunca lo olvidare.

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Notas de una muerte significativa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora