Capítulo 2:

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CAPÍTULO 2:

ELRIC:

-Padre, ¿Cuándo podré salir a la ciudad?-Digo mirando a mi padre esperando una respuesta más o menos positiva.

-Aún no estás preparado Elric. No sabes cómo funciona la vida allí fuera, aún te queda mucho por aprender.- Me dice seriamente, sin apartar la mirada de una larga lista que tiene sobre su mesa.

-Pero, ¿por qué?- Protesto y me cruzo de brazos para hacer notar mi desacuerdo.

-Porque no eres más que un crío de nueve años.- Dice quitando ligeramente la vista de sus papeles.

-Padre, nunca lo sabréis si no me dais la oportunidad de demostrarlo.-Mantengo mi mirada clavada en la suya.

Noto que me analiza, sus ojos me recorren de arriba abajo, sospesando las posibles respuestas a darme.

-Está bien, vendrás conmigo hoy al mediodía. Te llevaré a conocer la mejor parte de la ciudad.- Dice con cierta ironía mientras ríe, y yo también a pesar de que no comprendo exactamente por qué.

No sé que puede ser tan gracioso, su hijo quiere conocer la ciudad que un día reinará, no es nada malo ¿no?

Unas horas más tardes, mi madre se despide de mí, cree que mi padre me lleva a ver la mejor zona de mi futura ciudad, pero tan solo unos minutos después descubro que no es así. Comienzo a oír barullo en la calle y decido asomar la cabeza por la ventanilla del carruaje para ver que se cuece fuera.

Nada más poner un ojo en la calle contemplo una mujer completamente desnuda delante de la puerta de un local en el cual entran y salen muchos hombres ¿Por qué solo entran hombres? ¿Por qué hay una mujer desnuda en la puerta?

-¡ELRIC!- Me llama la atención mi padre, enfadado.- ¡Eres el futuro rey de este país, esas putas no se merecen que las mires!-Grita más que enfadado.

Yo bajo la cabeza avergonzado y me ruborizo. El carro se para y la puerta de este se abren, ya hemos llegado a nuestro destino. Uno de los esclavos a nuestro servicio abre la puerta y ayuda a su rey a bajar.

-Su alteza.- Dice mientras hace una reverencia.

Mi padre no corresponde a su saludo, le ignora como a una piedra, sin embargo, a la hora en la que a mí me toca ser ayudado por el hombre y me saluda, decido corresponderlo con un 'Hola' amable. De inmediato mi padre me fulmina con la mirada y no descarto que en cuanto nos quedemos en intimidad, me pegue. Algo he hecho mal, tal vez se me ha olvidado tomar una pose erguida al bajar del carruaje o a lo mejor tengo la corona torcida. De cualquier modo, decido intentar ignorar aquella mirada y continúo entusiasmado por aquella calle que en un principio me parece preciosa, pero fijándome bien, comienza a convertirse en un lugar horrible.

Huele a vómito, heces, orín, alcohol... Según avanzo por la calle puedo contemplar escenas como las de personas ancianas sobre el suelo, tumbados, pidiendo clemencia o una muerte rápida. Niños, tal vez de mi edad, robando en puestos, hombres ebrios saliendo de bares gritando, cantando o incluso pegándose. Las ratas corren bajo mis pies huyendo de los gatos, que a su vez estos huyen de alguien que intenta cazarlos para convertirlos en su comida de hoy.

En palacio, he oído hablar de escenas así, pero nunca me he llegado a creer del todo que esto fuera verdad. Ahora sé, que esta situación es tal y como la cuentan las criadas y no puedo evitar odiarme por haber nacido príncipe, por no poder darle a toda esta gente la vida que desee o que necesite.

Entre toda la multitud logro ver una especie de altillo de madera en el que se encuentran un alguacil de pie tras un hombre arrodillado ante toda una multitud de personas. Entonces es cuando comprendo que mi padre no me ha traído a ver la ciudad, me ha traído para darme un escarmiento y a saber qué tipo de "castigo" se le está pasando por la cabeza en estos momentos.

BreinianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora