Capítulo 3

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Phoebe esperó a que llegara su herramienta de trabajo. Había mandado ir a por ella hacía una hora y estaba preparada para tomarle las medidas a las muchachas.

Celine estaba esperando a que llegara Angy, que seguía sin aprobar a Phoebe. La máquina de coser llegó pocos minutos antes de que Angy entrara en la pequeña habitación seguida de una juguetona Belladona. Se sentó de mala gana en una de la sillas que había frente a la chimenea, junto a su hermana mayor, y se cruzó de brazos molesta:

—Buenas tardes, Angy — la saludó con una sonrisa.

—Para ti, soy señorita — la ordenó obstinada.

—Está bien, señorita, buenos días Celine — la susodicha la regaló una sonrisa sincera — Hola, Bella — la pequeña se colocó frente a ella y se quedó mirando su vestido. Realmente, no era un vestido, era una camisa blanca de cuello alto, con una falda grisácea un cinturón de tela gruesa rojo y un manto fino también rojo. Su cabello estaba recogido en un moño suelto con algunos mechones cayendo los lado, rizados. Se agachó a su altura y observó su trajecito amarillo.

—Me gusta tu vestido — dijo mirando su vuelo — Sin duda es precioso.

—Gracias — dijo la niña sonrojada.

—Bien, necesito que os quitéis los vestidos para que pueda tomaros las medidas — pidió la joven cogiendo el metro y acercándose a ayudar a la pequeña a quitarse su vestido.

Le tomó una hora tomarles las medidas a las tres hermanas. Celine, que era la mayor, se parecía bastante en la conflexión de Phoebe, pero ella era más menuda y Phoebe tenía un aumento en todo el cuerpo, especialmente en los pechos.

Cuando terminó de hacer los dibujos en las telas de viaje rojas, marrones y verdes, cortó los patrones dejando un centímetro y medio para poder coser. Apenas tardó una hora en terminar el traje de Bella. Cuando ya tuvo el vestido de viaje, la mandó llamar e hizo algunos arreglos. La largura de las mangas estaba correcta, le llegaba por los codos, lo que la permitiría una gran facilidad de movimiento. La tela de la falda, marrón y beige, era suave y flexible, por lo que ella podría correr, le recordaba a su hermana Ava.

Cuando terminó el traje, ya era la hora de la cena, por lo que se levantó y se dirigió a la cocina en busca del resto de los sirvientes para cenar con compañía. No tenía el sentimiento de pertenecer a la casa familiar, trabajaba para ellos no pertenecía a su familia:

—¡Ay, niña! — gritó Winny cuando la vio a su espalda preparando la mesa junto a una doncella de negra cabellera.

—Discúlpeme, no pretendía asustarla — dijo Phoebe cuando se dirigió a por los platos y cubiertos.

—¿Qué haces aquí, chiquilla? Te están esperando arriba, van a empezar a comer — la riñó quitándole los cubiertos de las manos — Venga, vamos, que me van a salir más canas de las que tengo.

La guió hasta el comedor. Era un lugar amplio, con una mesa redondeada, en la que cabían al menos 26 comensales. Había candelabros en tres puntos de la mesa y centros de mesa entre estos. Solo el conde estaba sentado en la mesa:

—Buenas noches, señorita Authbrey, espero que su alcoba esté a su gusto — dijo levantándose para correrle la silla.

—Gracias. Sí, es una estancia agradable y cómoda — sonrió poniéndose la servilleta en el regazo. Phoebe se había quitado los guantes, dejando ver sus manos, suaves y blancas, con algunos cortes en los dedos. Algo que a Percy le pareció normal con respecto al trabajo que ella ejercía.

—Me alegra que esté a su gusto — poco después, aparecieron las hermanas menores del conde, que tomaron asiento alrededor de ellos.

Celine quedó junto a Phoebe, y Angy y Bella junto al conde. La comida se sirvió con total normalidad, en un silencio sepulcral, sin contar los sonidos de los cubiertos. Percy observó de reojo a Phoebe, que degustaba su postre con normalidad, mirando de vez en cuando a Bella, que la sonreía mientras jugaba con el cacharro:

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