11.NUESTRO ROMANCE QUÍMICO

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  Los días pasaban. Todos junto a Frank. Las respectivas familias de ambos ya estaban acostumbradas a las frecuentes visitas de cada uno.

Gerard seguía sintiéndose extraño después de haber convivido con la soledad durante tanto tiempo.

  Una tarde, otra vez en casa y tumbados en la cama de Frank, se lo confesó:

  —Estoy contento de haber encontrado a alguien a quien poder contarle mis cosas. Poder hablar de cualquier cosa. Reír, llorar... Hacía tiempo que quería esto, pero no esperaba encontrarme con alguien tan maravilloso —dijo mirando a Frank a los ojos—. Mi vida ha cambiado drásticamente desde que tú llegaste a ella. Ya no me quedaba esperanza, pensaba que la felicidad no existía. Pero tu la colocaste en mi vida al llegar, Frank. Tú le diste color. Ahora pienso que no me lo merezco, eres demasiado para mí.

  —Si fuera demasiado ya me habría ido, ¿no crees? Además, no se trata de merecérselo o no, el amor no se fija en esas cosas. Sencillamente surge y ya... Aunque yo también pienso que estamos hechos el uno por el otro, Gee. Hay química, entre nosotros. Mucha.

Gerard sonrió y suspiró:

  —Es nuestro romance químico.

  —Sí —Frank dejó escapar una peqieña risita—. Eres lo mejor que me ha pasado, Gee —dijo Frank rozando su nariz con la del contrario.

  —Pongamos a prueba toda la química que podemos crear —susurró Gee sonriendo de lado y colocándose debajo de Frank.

Ambos empezaron a besarse, lamerse, casa uno probando la piel del contrario y se desnudaron por completo, con sus respectivos miembros endurecidos a la vista.

Frank lo tenía todo preparado. Una vez los dos estuvieron preparados, casi encendidos al rojo fuego, abrió un cajón de su mesita de noche y sacó lubricante y un condón.

Frank untó con la crema la entrada de Gee al tiempo que lamía su pene y sus testículos mientras el chico del cabello azabache gemía y suspiraba.

Luego abrió el envoltorio del preservativo y se lo colocó. La seguridad ante todo. Aún así, quiso demorarse un poco más, saboreando cada segundo.

Empezó lamiendo el vientre de Gee antes de besar su pecho a medida que subía, llegando a su hombro izquierdo y mordiéndolo con suavidad al tiempo que acercaba su cadera a la cavidad de Gee, ahora un poco más estimulada para luego introducirse en su interior.

Gerard se echó la almohada a la cara para ahogar el grito fruto de la mezcla del dolor y del placer provocado.

El otro chico se la apartó bruscamente, relamiéndose los labios al observar las gotitas que resbalaban por su rostro perlado de sudor. Entonces se dispuso a besar cada parte de ese hermoso rostro. El más bello que había visto jamás. Su mentón, las mejillas ahora rosadas por el esfuerzo, su preciosa nariz...

Al ver a Gee más relajado, Frank se permitió moverse dentro de él, deslizándose ahora hacia dentro, ahora hacia afuera, ahora hacia un lado, ahora hacia el otro al tiempo que masturbaba a Gerard con una de sus manos.

El chico que estaba abajo, disfrutando esa nueva experiencia, recorrió la espalda de Frank con caricias, dirigiendo una de sus manos hacia abajo, hasta llegar a sus carnosas y excitantes nalgas, agarrándolas mientras besaba ansiosamente sus labios.

Los gemidos quedaban escondidos en los besos, perdidos en el mismo aire que respiraban, que compartían tal y como si fueran un solo cuerpo.

Y como un solo cuerpo llegaron al final, Frank descontrolado a causa de los palpitantes movimientos de las paredes internas de Gee, el cual terminó corriéndose entre sus dedos.

Frank se fue al baño a lavarse las manos y luego a fuera a, disimuladamente, tirar el condón usado a una de las papeleras de la calle de atrás, ya que siempre estaba vacía.

  Al volver, encontró a Gerard aún tumbado en su cama, pero con los calzoncillos puestos.

  —¿Te lo has pasado bien? —sonrió el del pelo azabache al tiempo que Frank se tumbaba a su lado para abrazarlo.

Después de sonreír en su cuello, dijo:

  —De maravilla. ¿Sabías que gimes muy bien? —Gee se ruborizó al oír la extraña observación de su... ¿Novio?—. Es música celestial para mis oídos. Deberían hacer una canción solo con ellos. Sería música porno, destructora de todos ovarios y testículos de quienes la escucharan. Triunfaría —Gerard seguía un tanto incómodo por el comentario pero no pudo evitar reírse con él de esa absurda broma.

  —Adoro que me hagas reír, Frank. No dejes de hacerlo nunca.

  —Nunca dejaré de estar a tu lado.

Frank besó dulcemente a Gerard y los dos se durmieron en un cálido abrazo.

TEENAGERS (Spanish) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora