Capítulo IX.Septiembre 18, Segunda Parte.

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Hola de nuevo querido diario. Al salir Adrián de casa me solté a llorar pues, ¿cómo es posible que una monja casta y... decente se acueste con un joven del que apenas conoce? ¡Diantres! Lloré pues me sentí... bueno, no violada pero esto fue algo como... una "violación" permitida por mí..., violé mis votos, violé mi castidad..., mi persona... ¡mi todo!

¿Por qué caí en la tentación carnal? ¿Acaso nunca debí salir del convento? Me sentí sucia, traicionada por mí misma... Entonces decidí llamar a Sam pues ella ha estado con varios hombres; no la malinterpreten pero ella tiene experiencia en... el sexo y... tal vez, me pueda... orientar.

-¡Aló! -Me contesta Sam.-

-Sam, ¡estoy mal! -Dije llorando.-

-¡Yam! ¿Qué te ocurre?

-¡Me...! ¡Yo... la verdad!

-¿Qué te ocurre, Yam?

-¡Me siento... muy mal!

-¿Pero por qué? ¿Qué te pasó?

-¡Me... acosté, con Adrián...!

Un leve silencio invadió ambos lados de la línea y a como conozco a Sam, ella debe de estar con los ojos exorbitados, su boca exageradamente abierta cubierta con la otra mano.

-¿¿QUE TE ACOSTASTE CON ADRIÁN?? O SEA, ¡¿TUVISTE SEXO... CON..., CON ÉL...?! -Gritó exaltada.-

-¡Grítalo más duro! Tal vez así te escuchen en el convento... -Le reprendí molesta.-

-¿Pero..., pero... cómo? ¿Cómo ocurrió; Yam? ¡Tú... tú...! ¡Ah diablos, Yam...!

-¡Quiero hablar contigo, Sam! Necesito hablarte...

-Bueno, si deseas puedo ir a tu casa Yam... ¡Hablaremos de lo que te pasó!

-¡Sí, por favor Sam! Te lo agradezco... (Lloro).

¿Pero por qué permití que esto se diera? ¿Acaso quería acostarme con él? Él me gusta, me atrae...,¡me excita...; y demasiado! Pero aún no sé por qué me acosté con él... ¿Será que deseaba saber... lo que era el sexo a pesar de mi posición de religiosa? Me torturaba el hecho de ser monja y... tirar mi castidad por la borda.

Un rato después ya estando más tranquila, entré a mi cuarto a darme un baño por lo que me quité la blusita enfrente del espejo donde de nuevo me vi desnuda pero esta vez me sentí diferente...

Mi cuerpo... que antes era casto ahora era el de una mujer que... tuvo su primera vez con un... hombre y... que tiene... sus marcas. En mi cuello...; me toqué el lado izquierdo porque... Adrián me dejó un... moretón muy visible pues me mordió en el acto. En mis... pechos; en el derecho hay otro moretón el cual también me toqué.

Más abajo a lado de mi ombligo... recuerdo que me mordió pero no dejó marca y... más abajo; hay otro muy visible. Sólo sé que tocaba esos moretones provocando excitarme y no me estaba tocando; ¡me estaba acariciando! Ya estaba demasiado excitada acariciando con más ganas mi entrepierna doblando mis caderas de manera provocadora... mordía mi labio...

-¡Ojalá que Sam... aún no llegue...! -Dije muy excitada.-

Pronto me acosté de manera que me viera en el espejo separando mis piernas comencé a "jugar" conmigo misma. Así fue como me complacía a mí misma y... lo que más me complacía era ver cómo mis caderas se movían al satisfacerme mientras mencionaba el nombre de Adrián. Luego me dejé caer boca arriba en mi cama, respiraba con la boca cerrando mis ojos masajeando mis pechos, agitada... sentí como mis caderas se ladeaban por el placer que sentía hasta que lo sentí... Mi orgasmo, quejándome de placer y de nuevo mis caderas... se ladeaban de nuevo pero más fuerte porque ya mi orgasmo me dejaba exhausta para terminar masajeándome la entrepierna quedando derrotada con mis piernas separadas... sudaba a cántaros.

Me quedé un rato acostada para "recuperarme" de tal acto... con mi respiración agitada y después me acosté de medio lado cerrando mis piernas... sintiéndome culpable de nuevo.

-¡Yamileth! ¿Por qué eres tan hipócrita...? ¿Por qué te contradices? -Me decía a mí misma.-

Ya descansada, entré al baño y me di una ducha con agua tibia pues la mañana estaba algo fría. ¡Esto me relajó...! Luego más tranquila ya con mi blusita blanca puesta; empecé a prepararme mi desayuno pero haré algo más para Sam.

A las 9 a.m., tocan a la puerta. Era Sam quien al abrirle me tira las brazos gritando mi nombre...

-¡¡YAAMM!! ¡YA ESTOY AQUÍIII!

-¡¡Sam!! -La abracé.-

Mi hermana traía un pequeño bolso en su espalda sinónimo de que se quedaría el día de hoy. Algo que me confirmó al preguntarle luego, nos sentamos a comer donde le dije lo que ocurrió con mucha pena y cabizbaja.

-¡Yam! Eso mismo sentí en mi primera vez, apenada, sucia..., una cualquiera...

-¡Pero yo soy monja, Sam...! ¡Soy religiosa, soy...!

-Perdóname hermanita pero creo que no sabes no lo que eres solamente... temo que tampoco sabes lo que quieres...

-¡Pero... yo...!

Me quedé muda por un momento porque la verdad es cierto, no sé qué es lo que quiero... Estoy tan confusa que... ¡diantres!

-Hermanita, debes hacer lo mismo que hacen los alcohólicos.

-¿Los alcohólicos, Sam? -Me quedé confusa.-

-¡Sípi...! -Respondió mientras se levantaba para quitarse la ropa.- Los alcohólicos que quieren salir de su mal, deben aceptar que son alcohólicos para luego aceptar que quieren curarse.

-¿Y qué debo hacer yo según tú, Sam? -Le interrogué.-

-Primero, debes aceptar que no sabes lo que quieres... -Dijo colocándose una blusa quedando sin ropa interior y añade.- ...Luego, debes de averiguar qué deseas ser o quien deseas ser o monja o mujer común. Después de saber lo que realmente quieres, simplemente hazlo... Esta ropa pesa como armadura. ¡Puf! ¡Hace calor...! -Dijo tirando sus ropas al sofá sacudiendo su cabello.-

-¿Aceptar que no sé lo que quiero...? -Me interrogué con un suspiro.-

-¡Sípi...! ¡Medítalo y verás! Por cierto, si vienen los pingüinos a disque supervisar, deberías cubrir ese chupetazo del cuello. Podrían pensar algo "raro"... ¡Tomaré un baño!-

-¡Lo notaste...! -Dije asustada con mi mano en el cuello.-

-¡Obvio, microbio! Y se ve que fue pura pasión y lujuria, ¡je, je, je...! -Dijo en tono pícaro.-

-¡Oh, Sam...! -Sonreí.-

Sólo mi hermana me podía sacar una sonrisa entre mis lágrimas y confusión pero la verdad era que yo debía sentarme a meditar como ella me dijo. Aún no sé si habrá consecuencias como un embarazo no planeado... Al salir Sam del baño le consulté ante esto y ella me respondió:

-¡Hm! ¡Esa es otra...! ¿Pero no es cierto que tomabas pastillas para regular tu periodo, Yam?

-Sí; ¿por qué, Sam?

-Porque algunas de éstas no se recomiendan para mujeres que estén en período de lactancia o de embarazo. Podrían causarles un aborto...

Mientras Sam me decía esto, busqué las pastillasen las que estaba dicha advertencia en la etiqueta algo que me tranquilizó puessegún mi hermana estas no permitirían que una vida se engendrase en mi vientre.

Diario De Una Monja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora