Capítulo 93

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-Vaya Sasuke, sí que la tienes pequeña –sonrió como ya se le hacía habitual después del baño-, sigue así y Naruto kun no va a querer nada contigo, uchi-salchichón debe dar el estirón o se quedará atrás.

-Ohh, ¡Esa estuvo buena Sai! –carcajeó Kurama, también envolviéndose en la toalla que el rubio le había entregado-, ¿Te ha fallado el tamaño del arma? ¿O es que no aguanta mucha carga tu pistolita?

Sasuke los miró mal y los ignoró todo el camino hasta las habitaciones, donde sin prestarles la atención de siempre se cambió en una esquina. Había pasado dos meses desde que Sai se había unido a la familia de Naruto, y si él hubiera sabido cómo es que sería el pelinegro, ni siquiera hubiera dejado que pisara suelo japonés.

Fue todo un Dilema, y con D mayúscula, hacer que lo aceptaran en la escuela después del Umino (Naruto); y como se sabía al igual que el primero, tampoco tenía un apellido el cual mostrar, por lo que Iruka debió pasar por un montón de papeleos para que Sai fuera considerado también hijo suyo.

El único feliz de todo esto, aparte del rubio que terminó por alegrarse de tener a parte de su equipo con él otra vez, fue Kurama, quien encontró en Sai lo que le faltaba a Sasuke en hombría. No hubo día en que ellos no se fueran en contra del civil para avergonzarlo ante el rubio, y no había día en que el rubio, para mantener la dignidad de Sasuke, lo apoyaba con los comentarios.

-Él no la tiene pequeña –defendió el orgullo de su camarada-, solo que la gordura le impide hacer que le crezca, cuando baje esos kilos de más tendrá una gran salchicha.

-Gran salchicha para tu desayuno –bromeó el azabache con la misma sonrisa, y el pelinaranja le negó con la cabeza.

-No, así no funciona esto –contestó limpiando una de las cuchillas de rango corto-. Si no es para avergonzarlo solo a él, se debe guardar silencio.

Era interesante la manera en la que se manejaban en esa familia las cosas. Dos meses podía cambiar mucho el punto de vista de alguien, incluso si esa persona es una anarquista amante del drama y la sangre como lo demostró el rubio en clase de biología. Los sapos iban y venían solo para darle el puntaje máximo en el curso, y los profesores se habían encargado de hacérselos saber.

-¿A qué hora llega Gaara-san? –volvió a preguntar Sai.

-Pato tiene que pasar por una exhaustiva revisión, se demorará lo que el veterinario diga que se debe demorar –renegó Sasuke, acomodándose la chamarra negra con el signo de su clan en la espalda-. Mi hijo debe llegar sano para su examen final o Naruto me hará dormir fuera.

-Cof, Orgullo Uchiha aplastado, cof.

Ambos, tanto Sai como Pato, estuvieron con su vida al límite la primera semana de recuperación. Mientras que Sai era visitado constantemente por Lady Tsunade y le mandaban a sacarse un montón de placas para ver el crecimiento de sus tejidos, el perro fue obligado a internarse en una clínica veterinaria comandaba por Shizune, quien tenía una especialidad en la carrera.

Kurama se había negado a hablar con alguno de ellos acerca de lo que le había hecho al perro a excepción de con los Sannin, quienes tenían la versión original escondida del gen para ir revisando el avance del rubio en su vida cotidiana. Se les había informado, en general, que el perro se había contaminado con algún veneno corriendo por ahí, y que si no fuera porque Kurama lo inyectó con un concentrado de carbón activado en estado líquido ese animal hubiera cruzado la línea.

El asunto fue, al final, los hechos por lo que tuvieron que hablar para que las cosas tomen un mejor rumbo. Sai se quedó a solas con Sasuke la segunda semana de recuperación solo para hablar de su vida, de la vida que se considera que llevó su hermano en Rusia y porque la familia Uchiha tenía tanto respeto allá. Fue una muy larga charla, revelando secretos que, por más increíbles que fueran, no hacían más que afectarle mentalmente al civil.

Buscado por amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora