Capítulo 1: Aza

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   — Calla. 

Fue la primera palabra que Isaac escuchó de Aza aquel día, que sujetaba un cigarro consumiéndolo casi con ansia. Volvió a mirar a su alrededor y pasó la mano por las hojas secas de aquel jardín. Isaac observó varias veces con expresión hipnotizada como el humo salía por las fosas nasales de Aza, y volvió a abrir la boca para hablar. Pero Aza parecía más atenta de lo que Isaac creía, pues le miró con expresión sentenciadora y habló ella:

— Calla — Volvió a decir. Tiró el cigarro al suelo y acto seguido se colocó otro entre los dientes, dispuesta a encenderlo. Isaac se levantó de aquel césped marchito y se lo quitó, partiéndolo en dos. Aza le miró durante unos segundos y suspiró, sacando otro. —  ¿Qué haces, Isaac? — Preguntó, y esta vez pudo encenderse el cigarro  sin que Isaac se lo rompiera. 

  — Te estás matando, Aza. Tienes que vivir. — Contestó él, y acarició las yemas de sus propios dedos donde aún habían restos del que había roto. —  Si no, no saldrás nunca de aquí ni vivirás como el resto. 

Aza se remangó y señaló los cortes en las muñecas, mirándole de soslayo. 

  — ¿Crees que si quisiera vivir como el resto me habría hecho esto? Aunque este puto sitio sea un macabro cúmulo de desesperación, mis intenciones siguen siendo las mismas. Además, no se puede salir de aquí. Y quien te lo haya dicho, ha mentido. 

— Quizá... — Empezó Isaac, pero Aza se levantó enfadada y tiró el cigarro al montón de colillas.

— ¿Quizá qué, Isaac? — Gritó, agarrando al chico de los brazos. — ¿Es que has visto a una sola puta persona salir de esta maldita cárcel?   

Y tenía razón. Isaac no conocía a nadie que hubiera logrado salir, pero el chico lo veía de otra forma. 

— Quizá nadie ha mostrado la determinación suficiente. Puede ser que nadie se merezca salir. Por esos cortes te trajeron aquí, y el propósito de este sitio es que dejes de verles sentido. 

La chica se quedó embobada recordando aquel anuncio de televisión en un siniestro blanco y negro y con demasiadas sonrisas por toma como para fiarse de lo que proponían. 

"Doe Fizx tiene la solución a tus problemas, ¡cien por cien garantizado!"

Eso es lo que aquella voz de hombre aseguraba mientras una mujer vestida de enfermera sonreía a la pantalla como si detrás de cámara alguien le apuntase con un arma para obligarle a hacerlo. Aza entrecerraba los ojos cada vez que escuchaba la música pegadiza y centraba su atención en otra cosa. 

   — ¡Eh, Aza! — Escuchó la voz de Isaac de nuevo y un chasquido de dedos, y reaccionó mirándose las muñecas. 

— Volvamos al comedor. — Contestó ella, dirigiendo su mirada hacia aquel edificio blanco brillante.

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La voz que salía por los altavoces retumbó por todo el cuarto, lleno de literas. "Hora de levantarse", repetía inexpresiva, casi robótica. Aza se levantó y miró a Isaac que aún dormía en la cama contigua y bajó la mirada apenada. Si todo salía bien hoy, no volvería a ver a Isaac nunca más. Alzó la vista y miró el logotipo de la empresa; una brillante placa de Doe Fixz colgaba sobre la puerta del cuarto, y la chica se mordió los labios de rabia al verla. Lo hacía cada mañana. El propósito de aquel sitio, según lo que repetían los controladores, era acabar apreciando tu propia vida y recuperar las ganas de vivirla, pero para Aza aquel sitio se las quitaba aún más. Se sentía encerrada, y los demás que le acompañaban tenían las mismas ganas de seguir respirando que ella. Se había aferrado a Isaac por su chispa optimista que traía consigo desde hacía unos meses, pues al parecer a él si le había funcionado la terapia. Consistía en no tener absolutamente nada: ni televisión, ni música, ni libros, y tiempos de ocio limitados para que no se volvieran completamente locos. Cuando mostrabas el suficiente optimismo, te sometían a una evaluación psiquiátrica y si el resultado era positivo, llamaban a tu familia y te dejaban salir. El contacto con tu familia hasta entonces estaba completamente vetado. 

Días antes un controlador llevó a Isaac a la oficina de la directora, y cuando volvió éste llevaba una sonrisa coronándole el rostro. Le anunció con alegría que le iban a someter a las pruebas y que  por fin iba a poder ver a su familia. Aza se sintió abatida por la noticia, pues iba a perder lo único diferente en aquel sitio, pero por otra parte se alegró de que Isaac saliera de ahí. Le abrazó durante un rato y al separarse vio que el chico tenía lágrimas en los ojos. "Saldrás de aquí. Lo sé." le dijo él, y aunque ella no estaba demasiado segura, asintió. Muchos se habían sometido a aquellas pruebas y todavía nadie había logrado salir. Quizá Isaac fuera el primero. 

El chico por fin se despertó, y sonrió a Aza como si fuera el mejor día de su vida. Se vistió aprisa, se levantó de un saltó y fue hacia la chica. Le besó la mejilla y le miró con ojos brillantes. 

  — Te voy a echar mucho de menos, Aza.— Pronunció mirándola.— Pero sé que pondrás esfuerzo para salir tú también, ¿verdad?

La joven abrió la boca para contestarle, pero el carraspeo de uno de los controladores la interrumpió. 

— Tienes que ir a evaluarte de inmediato, paciente.— Le dijo, haciendo un gesto con la cabeza para que se moviese. Isaac abrazó a su amiga, y le susurró adiós al oído. 

Aza, aunque había estado intentando contenerse, no pudo aguantar más, y rompió en lágrimas. Pero Isaac ya se había dado la vuelta y caminaba hacia la sala de pruebas. 

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Sin embargo, Isaac volvió aquella misma tarde. Se sentó al lado de Aza y se quedó en silencio. La chica abrió la boca indecisa de si era el mejor momento para decir algo. 

— Pero... si tú eres la persona más optimista del centro, debe ser un err...— Empezó, pero Isaac la interrumpió. 

— Da igual, Aza, ya saldré cuando toque. Al parecer no estoy preparado.— Dijo, y se encogió de hombros de una forma un tanto extraña, incluso lenta. 

— ¿Te han hecho algo, Isaac?— Preguntó desconfiada, observándole con detenimiento— ¿Te han drogado o pegado?

— No, Aza. No, Aza. No, Aza.—  Repitió varias veces, haciendo exactamente el mismo gesto. 

— ¿Se puede saber qué te pasa?— Inquirió extrañada— ¿Porque has repetido eso tres veces?

— No he repetido na-na-na-da.— Contestó él, y Aza se acercó mucho para observarle de cerca. 

Uno de los controladores se acercó corriendo y lo agarró por el brazo, tirando de él. Isaac no hizo ninguna pregunta, aunque Aza sintió el impulso de agarrarle por el otro brazo y oponer resistencia.

— ¿A dónde os lo lleváis? ¿Que mierda le habéis hecho?— Gritó, sin soltarle.  

El controlador dejó de tirar de Isaac, se acercó a Aza y le dio un puñetazo que la tiró al suelo. Aza sintió que se le nublaba la vista y que todo se volvía oscuro, pero antes de desmayarse pudo escuchar con total claridad como el controlador decía por el walkie: "Prototipo defectuoso."  


Cuando los muertos hablan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora