EL HERRERO

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Luego de caminar por largo tiempo tuve que enfrentarme a lo que aparentaban ser soldados, pero lo que los diferenciaba de los hombres era la ausencia de humanidad alguna, segados por la sed de matar, tuve que enfrentarme con las pocas fuerzas que me quedaban, sentía la respiración cansada con cada embiste de la espada, evitando una estocada mortal, después de la ardua batalla continúe con mi recorrido, a lo lejos logre divisar lo que parecía ser una forja, ardiente para solo vivir con el fuego de la ira, sombría y sin poder debilitar su flama, me acerqué con cautela previendo lo peor, logre ver lo que semejaba una vieja y oscura cabaña, al llegar me acerque a la puerta con mi espada desenvainada, al intentar abrir la puerta me recibió la ráfaga de un disparo, pero... era diferente quemaba como si fuera ácido, ardía, el dolor era tan grande que perdí el conocimiento, cuando logre despertar vi una silueta que simulaba ser humana pero no lo era, cuando lo empecé a observar me di cuenta de su extraña forma de actuar, rápida y sin voltear, empezó a hablar -curioso, muy curioso, el jefe dijo que eras bueno, pero estar listo para matarme antes de siquiera verme, eso es desquiciado, bueno no puedo criticar- avanzó y tomó mi espada, empecé a incorporarme sin perderlo de vista, cuando la alcanzó empezó a analizarla, -esta espada, es el arma de Rafael, sabes creí que eras un inútil, pero el jefe tenia razón, tomaste la mejor arma a tu disposición bueno es hora de forjar la tuya- tomo una espada y la empezó a re forjar, a lo que conteste -¿solo se usan espadas?- a lo que respondió -solo los subordinados- no quise reprochar, solo me senté a descansar estaba harto de pelear.

guerra de dioses: el violinista del inframundo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora