Capítulo veintitrés. Segunda oportunidad.

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—Amo tu pizza. —Le dije a Anastasia mientras que mordía otro trozo de la suculenta pizza de jamón york y queso que había traído.

—Y me amas a mí. —Dijo mientras que me miraba fijamente y con una sonrisa burlesca en su cara. Yo, sin embargo, solo pude atragantarme con el trozo que tenía en la boca y así, conseguí que ella soltara una carcajada mientras hacía el ridículo.

'Bien James, bien'.

—Estoy con los amores de mi vida en estos momentos. —Le solté de repente y esta vez fue ella la que casi se muere. —Tenía que devolvértela. —Sonreí.

—¡Oye, que mi intención no era matarte! —Me recriminó.

—Ni la mía. —Contesté encogiéndome de hombros. —No tengo culpa de ponerte nerviosa.

—¡No me pones nerviosa! —Dijo a la defensiva, con un tono rojizo sobre sus mejillas.

—Tu cara no dice lo mismo. —Contraataqué mientras que señalaba a ésta con otro trozo de pizza.

Sí, estábamos un momento medio romántico y yo solo sabía comer. Eso es debido a que eran mis dos amores. El tiempo debía ser para ambas.

—No es verdad. Mentiroso. —Me dijo vergonzosa, negando con su cabeza y escondiendo sus mejillas entre sus manos.

—¿Quieres mirarte? —Ofrecí balanceando mi móvil en mi mano derecha.

—Déjame en paz. —Bufó ella, quitándome el trozo de pizza que tenía en la mano. —Ahora es mío. —Yo hice un puchero mientras que ella comía y me ignoraba. —No va a funcionar.

—No puedes quitarme al amor de mi vida. —Dramaticé.

—Lo superarás. —Respondió como si nada mientras que le restaba importancia haciendo un ademán con su mano.

—No se puede superar un amor de la vida. Eso es imposible. —Negué. Y sí, ya empezábamos a dejar de hablar de la pizza. Mi querida y queridísima pizza.

—Todo se puede superar si quieres. —Me contradijo mientras que se ponía cómoda en el sofá.

—Un amor tan fuerte nunca vas a querer superarlo. Estarás con otras personas, pero los momentos con ese amor quedarán siempre marcados en tu corazón. —Dije bebiendo un poco de coca-cola. —Ha sonado muy gay. De acuerdo. —Añadí cuando vi la cara de anonadada que tenía Anastasia.

—No, no. —Se apresuró a negar. —La verdad es que me ha parecido muy bonito eso que has dicho. —¿Y ahora qué era lo que debía decir yo?

¡¿QUÉ?! MENTE PIENSA. ¡QUÉ ES LO QUE DEBO DECIR! REACCIONA, POR EL AMOR DE DIOS.

'Estoy en medio de una siesta. Ves a molestar a otras personas, pesado'.

No eres una persona y no, tú debes aconsejarme. Mueve tu culo.

'No tengo culo si no soy una persona. Responde o va a pensar que te ha dado un ataque al cerebro o algo por el estilo'.

—Ahora eres tú el que te estás poniendo rojo. —Comentó sonriendo de manera perversa. —¿No me digas que te pongo nervioso? —¿Preguntaba para que se lo confirmarse o para avergonzarme? Probablemente ambas cosas.

—Yo nunca me pongo nervioso. —Negué rotundamente. Aunque fuese mentira, claro.

—Creo que hemos cambiado los roles, ¿no? —¿Esto era un juego de quién ponía más nervioso al otro? Pues vale. Juguemos.

Creo que me he enamorado... (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora