Llegué a un lugar lleno de blanco, incluso la gente portaba aquel tono, abrí los ojos y miré mi vestimenta, gris, como todos los días, como toda la vida, como siempre, caminé por la sala hasta llegar a aquel cúmulo de gente que parecía haberse abandonada a si misma.
-Bienvenido a oleic, puedes dejar tu otra vida en el estante- Dijo una linda chica en voz alta para todos nosotros; y es que no teníamos ni idea de donde quedar, no sabíamos continuar, no sabíamos que vida debíamos crear.
Miré a una chica de rostro bastante pálido, que parecía muy inquieta, tenía una negra cabellera, brillaba como la obsidiana. No pude articular palabra, estaba nervioso, tanto que incluso mis manos comenzaron a sudar, y me pregunté si debía continuar.
-Hola, no pretendo incomodarte, pero me ha picado la curiosidad, y perdona por ser tan directo, pero... ¿Qué haces aquí?- Traté de preguntar con desinterés, entonces volteó, improvisadamente, deliberadamente. Sus ojos me penetraban como bala recién salida del cañón, sentía que había quedado de piedra, como si hubiera mirado a los ojos de la mismísima medusa, sólo me faltó un empujón para poder besar el suelo, tambalee.
-Oh, mi vida, así como al parecer la tuya, se ha estancado; no lo entiendo del todo, pero parece que aquí pueden ayudarnos, solía vivir con mi madre en un locación alejada de aquí, a miles de kilómetros, pero alguien ha entrado la ha asesinado, pero ella logró asesinar a su verdugo con el mismo cuchillo que el había utilizado para inflingir tal herida mortal, ahora no sé a donde ir- Ella habló con el pesar de mil y un almas, sus ojos tan profundos como su pelo comenzaron a tornarse cenizos, comenzó a llorar y acto seguido, se hizo cenizas.
Entonces volteé la vista, sin mirar hacia otro punto, dirigiéndola hacia la hermosa guía, sus ojos reflejaban el azul del cielo, sus labios rojos el infierno. La miré por un tendido momento, mientras extendía mi mano para tomar otra taza de ardiente té, fue entonces cuando cambié la mirada de lugar.
-¿Qué ha pasado con todos los demás?- Pregunté insistente a mi multifacética guía.
-Todos se han ido ya- Han liberado su alma en un momento, y de ella sólo han quedado cenizas.
-Y entonces... ¿Por qué sigo aquí?-
-Tú no quieres irte de aquí, tu pesar no es lo suficientemente bueno para este lugar, pero tampoco lo suficientemente malo, deberás derrumbarte para poder elevarte de nuevo- Acto seguido, ella también se hizo cenizas, dejando mi taza de té con el sabor de su perfume.
Nunca fuí demasiado bueno para esto, pero tampoco demasiado malo, siempre termino así, solo, incluso después de todo sigo sin encontrar esa alma que se quede conmigo a ser tibio, denso y espeso por siempre. Entonces lo supe, no había sido capaz de dejar mi vida en el estante.