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¿Acaso tú sabes la verdad de las nubes?
Déjame contarte, arriba de esos algodones, hay todo un mundo. Lo que ustedes los humanos llaman nubes, yo llamo clamitas. De hecho, no solo yo, sino todos los que vivimos aquí.
Tal vez las clamitas son difíciles de explicar, es un lugar infinito, que está constantemente lleno, no hay paredes ni techo, solo un suelo blanco y celestial.
A las clamitas vienen los sueños, muchos tipos de sueños; esos que creas en la noche, aquellos que quieres alcanzar. Un sueño no es algo intangible, es mucho más que eso; se ve, se siente, se cría. Y ese es mi deber. Bah, el mío y el de mis compañeros.
Antes de llegar a ti, los sueños pasan por este lugar. No sé de dónde vienen, pero aparecen aquí, indefensos y sin saber nada. Nuestra tarea es guiarlos, cuidarlos y enseñarles todo lo que queramos, para que estén preparados.
Cuando "llueve" es el momento en que los sueños bajan a la tierra. Por lo tanto, aquellas "nubes" cargadas de agua, grises, en realidad contienen sueños, y los liberan al mundo, para que sea más lindo, para que la vida tenga un propósito. La lluvia es la liberación, es el final de su niñez, a veces llueve días, o solo un poquito, porque puede ser que muchos ya estén preparados, pero muchos no, y también puede que la mayoría lo esté, y ahí es cuando diluvia.
¿Nunca te has preguntado por qué la lluvia te da ganas de dormir, de pensar y pensar, tal vez de llorar, o de expresarte?
Así que, ya tienes la respuesta, los sueños te inundan, te atacan.
Aunque, te diré un detalle, ellos creen que al llover, mueren, y nosotros no tenemos permitido contarles lo que sucede en realidad.

Cada uno de nosotros tendrá asignado un sueño, tenemos que descubrirlo, nadie nos lo da en la mano.
Yo llevaba un tiempo aquí, y mi sueño no aparecía, todos los días salía a buscarlo, volaba sobre las clamitas, observando a todos. A veces incluso me quedé un par de días vigilando a algún sueño, con la duda de si era el mío. Pero entonces llegaba su instructor verdadero o simplemente me daba cuenta de que no me correspondía a mí.
Mis compañeros me dijeron que aún era medio joven, que era muy pronto para que mi sueño llegase. Pero aún así, yo sentía que no, sabía que él estaba aquí.
Un día, me alejé un poco del grupo, y apoyé mis pies en las clamitas. Miré el horizonte tan recto, la vista tan clara, todo tan gélido, pero tan hermoso. Detrás de mí, a unos cuantos metros, estaba el resto, divirtiéndose y viviendo. Yo me ocupé de ver lo vacío de aquel horizonte, mis ojos recorrieron cada tramo, y, aunque las clamitas son disparejas, noté una pequeña imperfección en aquella línea. Y supe que era él. 
Me lo quedé observando, estaba arrollado en una posición fetal, de espaldas a mí. Era pequeño y triste. Me tomé el trabajo de caminar, nosotros no solemos hacerlo, podemos flotar y transportarnos rápido, sin embargo, sentí que debía caminar.
"Estoy perdido; no sé qué es este lugar. Dicen que pronto moriremos, que desapareceremos, la lluvia nos mata, caemos con ella y ¡puf! Nos vamos. Tengo miedo, no quiero desaparecer. Quiero vivir mucho, ser libre, que nadie se olvide de mí..."
El sueño estaba hablando solo, pensando en voz alta. Nosotros los criadores odiamos estos momentos, cuando los sueños le temen a la lluvia, tenemos el impulso de contarles la verdad. Pero no, debemos cuidarlos, para que vayan al mundo real, sean felices y dejen su marca.
-¿Quién eres?- dijo. Ni siquiera se había dado vuelta.
-Soy tu amigo... bueno, en realidad no. Soy quien debe cuidar de ti.
-¿Eres uno de ellos?- señaló a lo lejos a varios de mis compañeros, estaban volando y jugando con sus respectivos sueños.
-Sí...
-Los he visto con otros como yo, parecen felices.
Me limité a sentarme con él y mirar el horizonte. No contesté.
-He estado un tiempo aquí y comprendo lo que pasa. Me gusta pensar. Los demás me han dicho que tengo que disfrutar, que mi instructor llegaría en cualquier momento, que pronto vendrá la lluvia, la vida es corta, dicen.
- Pues, es cierto. Yo estaré contigo en todo momento, te enseñaré muchas cosas, es mi deber.
- "Llegas aquí, te encuentra el criador, vives, y luego... mueres", es todo tan triste, igual y rutinario.
-El único que puede cambiar eso eres tú.
Así pasaron los días, yo podía ver cómo mi pequeño sueño crecía. Tuvo un par de amigos, aunque uno llovió y otros se apartaron, el resto de los sueños se burlaban de él. Tuvo muchas decaídas. Era sensible.
-Tienes que comprender que no todos son como tú. Hay sueños malcriados o simplemente diferentes.
Un día me mostró cómo podía darle formas a pequeños trozos de clamitas. Tenía mucho talento. Creaba cosas y pensaba profundamente. No hay muchos sueños como él.
Pude ver cómo día a día se cargaba de felicidad. Ya no era aquel sueño desesperanzado que vi el primer día.
Sería exitoso. Llegará a una persona creativa. Cambiará el mundo allá abajo.
Finalmente el día llegó. Las clamitas temblaban, el sabía que esta sería su lluvia. Nos tendríamos que separar. Sé que él va a estar bien, y él también lo sabe. Nos sentamos a esperar en el mismo lugar que el primer día.
-No te preocupes- le dije-
-No me preocupo- contestó – te voy a extrañar.
Lo abracé. Y, si yo pudiera llorar, lo habría hecho. Me miró.
- ¿Hay vida después de la lluvia, papá?
- Sí...
Y llovió.

El padre de la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora