Capítulo 1

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Sus labios carnosos, rosados y tentadores, estaban curvados en señal de alegría. Sus ojos de un hermoso color, brillaban con intensidad, observando sus alrededores con curiosidad. Su cabello, también de un hermoso y brillante color, se ondeaba por el aire al caminar. Su piel era iluminada por el sol, pareciendo la de una pequeña muñeca que debía ser atendida todos los días. Piernas largas y bien torneadas, se podían notar con ese pantalón negro que le quedaba ajustado.

Su blusa era de color blanca y también dejaba notar la cintura y volumen que mantenía; bajo esta, yacía sujeta una camisa de manga larga a cuadros roja, que se movía en cada paso que daba. En sus finas manos, tomaba entre sus dedos una correa, y al final de esta, se encontraba un lindo y pequeño perrito blanco y peluchón, pareciendo el accesorio que algunas muñecas llevaban siempre consigo. Caminaba por la acera, paseando a su mascota. Se podía ver cómo muchos le saludaban, y ella, sin quitar esa sonrisa tan radiante, les correspondía con amabilidad.

Los ojos oscurecidos del joven, ya llevaban tiempo sin ponerle atención a su helado que llevaba en sus manos. Su boca, que antes iba a degustar de su postre se mantenía abierta, pero no para morderla, sino por la increíble imagen de la personificación de la palabra perfección justo frente a él. Se encontraba congelado, frente al cristal del lugar donde hacían comida rápida, y dónde siempre iba a comer. Su vista por fin se detuvo, cuando la chica también lo hizo frente a la calle, donde esperaba a que pasarán los autos.

Aunque se encontrará al otro lado de la calle, podía verla mucho mejor, ya que estaba frente donde estaba sentado. Vio mejor esa perfecta silueta, ese perfecto cabello, sus perfectos ojos, sus perfectos labios, su perfecto perfil. Parecía estar todo en cámara lenta, el tiempo ya no parecía correr más; y todo eso lo había ocasionado ella, con solo sonreír. Aunque para él no corría más el tiempo por hundirse en sus fantasías con la chica; en la realidad todavía todo seguía en movimiento. Tanto se mantuvo en otro planeta, que los autos ya habían parado, y la chica se estaba alejando de la vista de él.

Reaccionó por la vibración de su bolsillo derecho, donde estaba su celular. Miró rápidamente donde se escuchaba su tonada cuando le llamaban, y después al frente, donde se suponía aún que seguía la mujer de sus sueños esperando cruzar la calle; pero la soledad ya ocupaba su lugar. Su rostro mostró sorpresa al ya no verla, miedo y tristeza. Acercó su rostro más al cristal, esperando verla aún cerca, pero cuando la localizó, sólo pudo ver su silueta rodear una esquina, dando a otra calle.

Se negó varias veces y los pensamientos desesperados de que ya no la volvería a ver se hicieron presentes en su cabeza, no quería que pasara eso. Por hacer algo y no quedarse de brazos cruzados, se levantó de su asiento. Con rapidez buscó en sus bolsillos traseros su billetera, cuando la encontró, sacó un puño de dinero, no le importaba cuanto era, ni tampoco que no probó más de tres veces su helado. Sólo lo dejó en la mesa y salió apresurado por la salida, dando antes las gracias por ser atendido. Miró en la dirección por donde se había ido la chica, y sin dudar, corrió, con esperanzas de alcanzarla y poder verla una última vez. Casi lograba morir atropellado, pero no le importaba, sólo quería ver ese rostro angelical. Y, por fin, llegó a la esquina donde la había visto dar la vuelta antes de ya no verla. Miró casas y más casas.

Caminó con la respiración acelerada por la acera, mirando todo su entorno en busca de ella. Pasó varias veces su mano por su cabello, haciéndolo hacía atrás y retirándose la ligera capa de sudor que había creado en su frente al correr. Su celular no dejaba de vibrar y hacer sonar esa melodía que ya le empezaba a hartar. Chasqueó la lengua, sin detenerse sacó su móvil de su bolsillo y miró la pantalla con el ceño fruncido para encontrarse con quien tanto le molestaba y no parecía querer detenerse hasta que se le fuera contestado.

-Estúpido J-Hope -maldijo a lo bajo observando el nombre de su amigo arriba de una foto suya.

Deslizó su dedo por la pantalla y para que ya le dejará de molestar mantuvo pulsado su dedo en un costado de la pantalla, hasta que se escuchará una corta melodía y después la pantalla se volviera totalmente negra. Volvió a guardar su celular en su bolsillo, y regresó la mirada al frente, casi llegaba al final de la calle y no encontraba a la chica de antes. Se detuvo y quedó unos minutos de pie, buscándola con la mirada; retomó el paso y siguió en su búsqueda, volviendo a girar una esquina para dar con otra calle.

[...]

Siguió así el chico. Del tiempo que había pasado ya se había hecho la tarde y no faltaba mucho para que se oscureciera el cielo. Recordó que su auto se había quedado estacionado frente a la heladería y en ese lugar si no miraban al dueño de tal vehículo podrían llamar a una grúa y llevarse su auto a quién sabe dónde. Suspiró con rendición mientras ponía sobre su vista la palma de la mano, la bajó lentamente y la regresó a su costado. Se dio la vuelta y volvió a caminar todo el camino que había hecho.

Se sentía culpable, ¿cómo es qué pudieron ganarle las fantasías en vez de observar a donde se dirigía la chica? Minutos ya habían pasado, los postes de luz comenzaban a brillar y a iluminar su camino. No podía evitar tener el ceño endurecido, en eso momento se odiaba con toda su alma a sí mismo. Era un tonto, por su culpa ya no la volvería a ver. Pateaba lo que sea que se encontraba al frente: piedras, botellas, tapas. Con tal de desquitarse con algo lo que sentía, aunque prefería dar con los árboles o alguna otra cosa más dura.

Cuando estaba por dar la vuelta a la última esquina y dirigirse a la calle donde estaba la heladería, unos ladridos agudos le llamaron la atención, mirando desde su hombro de donde se escuchaban. Era el mismo perro que tenía la chica paseando cuando estaba caminando; enano, blanco y peluchón. Como los peluches que vendían en aparadores. Estaba corriendo a su dirección mientras le ladraba a un gato a rayas. Cuando ya estaba lo suficientemente cerca, con su gran agilidad, lo tomó en brazos y lo juntó a su pecho para que no escapará tan fácilmente.

Sonrió como un pequeño niño emocionado al ya tener en sus manos un dulce, pues si el perro había escapado, significaba que la chica venía tras él. Se levantó con rapidez y observó su entorno con una gran sonrisa, buscando esa silueta acercarse a él, pero no vio más que sólo los autos aproximarse. Miró al perro y este sólo miraba en la dirección donde el gato se había ido, no parecía querer escaparse o algo por el estilo. Caminó con lentitud por las casas, esperando que de una de ellas saliera la chica. Pero no lo hacía. Esperó unos minutos parado con el perro en manos, haciendo teorías sobre porque la chica no salía en busca del perrito.

Seguro el pequeño se había escapado para seguir al gato y ella no lo notó. Sí, eso debe ser. Aunque cuando se dé cuenta, estará muy asustada. Pensó para después asentir. No sabía muy bien que hacer con el perro. No lo dejaría en la calle, porque podrían robárselo... ¡o quizás atropellarlo! ¡No, no, no! Era de la linda chica y él lo protegería hasta que la encontrara. Decidido, se dio la vuelta y caminó rumbo a su auto. Se llevaría al perrito para cuidarlo hoy y después cuando pudiera escaparse de sus amigos, vendría a buscarla de nuevo y se lo entregaría.

Sonrió enormemente cuando le imaginó a ella agradeciéndole y abrazándole. No pudo evitar sentir escalofríos en su piel y lanzar uno que otro suspiro. Cuando Alfred llegó al estacionamiento se alegró al ver aún su auto allí pues pensaba que sería removido por la grúa. Tomó sus llaves de su bolsillo y retiró el seguro, subiendo al perro en el lugar del copiloto para después él ponerse en su lugar y comenzar a manejar rumbo a su hogar.

¡Sonríe! Te Estamos Vigilando [BTSxLectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora