24. Una nueva amenaza

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Hola :) Cumplí mi promesa, tardé menos con este capítulo (? La realidad es que lo tenía terminado hace un poco más de dos semanas pero tuve muchos problemas este último tiempo y no podía pensar en otra cosa, por lo que no edité el capítulo hasta ahora. Espero sepan entender.

Lo importante es que por fin llegó el capítulo con nuevas sorpresas, más acción e historia de los personajes ;) Y a las que aman Malec, les va a gustar el final...

***

Desde que Julian Darktail había pisado Nueva York, se había convertido en el niño mimado del Instituto. Su hermana, Vicky, se encargaba de cumplir todos sus caprichos, siempre y cuando estos no implicasen que Julian tuviera que moverse de la cama. Pese a que juraba y re juraba que se sentía mejor, que ya ni sentía las múltiples heridas, Vicky insistía en que continuara con el reposo.

—Tus heridas tienen que cicatrizar —decía—. Y la única forma de lograrlo es no hacer nada para que se vuelvan a abrir.

Y pese a que el aspecto de su hermano había mejorado de forma drástica, lo atendía permanentemente. La tercera mañana que Julian pasaba fuera de prisión, Vicky se levantó temprano y lo primero que hizo fue ver cómo se encontraba. Jules también había despertado hace poco; parecía haber optado por disfrutar del día. Cuando vio a su hermana menor asomarse por la puerta, se mostró sorprendido.

—¿Te levantaste temprano por mí? Me siento halagado.

Vicky le sonrió y se sentó al pie de su cama.

—¿Cómo te sientes hoy?

—Mejor. Creo que voy a entrenar.

Se destapó e hizo un amague para bajar las piernas. Cuando su hermana le impidió el paso, a punto de lanzar una reprimenda, Jules empezó a reírse a carcajadas.

—Siempre caes.

—Julian —refunfuñó y volvió a su lugar.

—No voy a ir, sé que es un caso perdido. —Desvió la mirada. —Literalmente no puedo levantarme solo ni para ir al baño.

—Ten algo de paciencia —le pidió Vicky, con una caricia. Luego se fijó en la delgada almohada en la que Julian se apoyaba. Se levantó y colocó dos más, acomodándolas de manera tal que quedaran de una forma más confortable para su hermano. —Mejor.

Luego notó que su hermano la contemplaba serio, examinándola: un extraño hábito que había adoptado al abrir los ojos como un hombre libre. Vicky rio.

—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?

—Te estás pareciendo a mamá —contestó, algo ido.

Vicky negó con la cabeza.

—Creo que estás delirando de nuevo. No me parezco en nada a mamá.

—Sí...hay algo en...—Señaló su cara. —Creo que tienes su nariz.

Vicky podría haber heredado muchas cualidades de su madre: su perfecto cabello dorado, sus hermosos ojos azules, su cuerpo esbelto, ¿pero qué fue a heredar? Su nariz. Al menos era una bella nariz. Julian tampoco tenía demasiadas semejanzas con ella: sólo sus acentuados pómulos y las mismas cejas que su hermana. Cuando de niños los hermanos presentaban quejas al respecto, Anna sonreía nostálgica, los acariciaba y les decía que se parecían mucho a su padre, sobre todo Julian.

—Hablando de mamá... —dijo su versión adulta, haciendo señas cerca de su cabeza.

Vicky compuso una sonrisa melancólica y ayudó a su hermano a recostar su cabeza sobre su regazo. Acto seguido, empezó a sobarle el cabello, cerca de la nuca. Esta costumbre se remontaba a cuando eran niños y se recostaban en el regazo de su madre, uno en cada pierna, mientras Anna los arrullaba de este modo y los niños se relajaban a tal punto que a veces se quedaban dormidos. Podían quedarse horas así, sin aburrirse. Ahora, dicha costumbre se había convertido en un acto para conmemorarla, para reencontrarse con ella en cada caricia.

Los Hijos del CírculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora