1- El amparo de la existencia.

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Hace miles de años nuestro mundo, el planeta Tierra, se volvió inhabitable —o dicho de mejor manera— nuestro antiguo hogar.

Mi madre me contaba que la gran contaminación que causó nuestra especie hizo que el planeta colapsara; las altas temperaturas (llamada "calentamiento global" en ese entonces) produjeron la muerte de variados seres vivos, incluyendo a los animales acuáticos, donde las masivas muertes contaminaron el agua, transformándola de una fuente vital a un elemento tóxico, un veneno para cada ser que se atreva a beber de él. Miles de biomas naturales convertidos en cenizas por los imparables incendios, que significó la disminución de oxígeno en la atmósfera y un aumento en exceso de gases tóxicos, como el monóxido de carbono, haciéndola prácticamente irrespirable.

Varias atrocidades que no logro dejar de pensar e imaginar fueron la causa de la histórica muerte de miles de millones de personas en el ya acabado mundo; enfermedades mortales, saqueos, intoxicaciones y asfixias, la subida del nivel del mar que hundió gran parte de los continentes, las incesantes catástrofes naturales y otros hechos terribles, convirtieron a la Tierra en el averno mismo.

Al principio no entendía cómo "varios" de nuestra raza lograron sobrevivir en esa gran catástrofe. Mamá me explicaba que nosotros llevábamos a cabo un programa —años antes de la tragedia— llamada BUSTIP (Búsqueda de la Tierra Prometida) para asegurar nuestra insignificante existencia, donde graciosamente es el mismo en el que estamos involucrados todos hoy en día.

La raza humana logró asentarse en varias bases espaciales a lo largo de toda la galaxia, buscando sin perder la esperanza de encontrar una segunda oportunidad, de hallar a la gran esperada tierra prometida.

Toda mi vida he soñado de que algún día la encontraríamos, todas las historias que me contaban lo permitían, el sentir un piso natural bajo mis pies, tocar la corteza de un árbol, una flor, el césped, el comer una fruta cosechada por nuestras manos y sobretodo, el respirar un aire que no fuera artificial.

Pero lo que nunca pensé es que ese sueño se hiciera realidad, y era más improbable de que ocurriera durante mi corta vida.

La bautizamos como Acqua. Cuarto planeta de una estrella blanca similar al Sol —sin un nombre aún—  solo que con un diámetro mayor, sus características son similares a las de nuestro viejo mundo —por lo que me han descrito—  pero el agua abarcaba gran parte de su superficie, y con ello el nitrógeno y el oxígeno. Logramos encontrarla gracias a los satélites que se encuentran en nuestras naves, a pesar de que se ubica a unos pocos años desde nuestra localización. No puedo esperar a contemplarla en la ventana de mi habitación espacial, con ese color azul tan bello, tan anhelado, tan natural.

Lástima que mi progenitora no viviera para disfrutar tal expectación, quisiera poder compartir esta nueva vida que nos espera con paciencia.

Sin embargo, una angustia que acaba de florecer en mí no deja de inquietarme: no sabemos con qué o con quién nos podemos encontrar en ese misterioso lugar, y lo más importante, si querrán compartirla.



514 palabras.

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