Capitulo 23

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Es sábado por la mañana, soy el primero en despertarse , y ya siento los pésimos síntomas de una buena resaca.
La cabeza me duele, mi esófago me arde debido al vómito, tengo frío y calor al mismo tiempo,  etc.
Es el resultado de una gran e irrepetible noche con mis amigos.
Estoy a un lado de Hecuba,  que se ha quedado dormida en una posición que parece propia de un contorsionista; Judas está con las piernas en el suelo y la cabeza en el sillón; y Elena está tirada en el suelo.
Todos, incluyéndome a mí, tenemos un aspecto horrible.
Cómo me arrepiento de pasarme de copas anoche.
No me gusta tomar,  porque cuando lo hago,  me excedo y no hay quien me detenga.
Además,  tengo mucha sed,  como si no hubiese tomado agua en una semana; pero no debo tomar agua en ayunas o me darán retortijones en el estómago, y me provocará gases. Lo mejor es que despierte a esta bola de cabrones y vayamos a desayunar chilaquiles.
Muevo a cada uno de mis amigos hasta que se despiertan.
- Vamos - les digo - estoy bien crudo, vamos a por unos chilaquiles, yo los invito.
- Vamos - dice Hecuba - Charls, maneja tú, me duele mucho la cabeza y tengo náuseas,  voy a entrar a tu baño.
Cuando sale, busca las llaves de su auto en su bolso de mano, me las tiende y salimos.
Nos toma cerca de diez minutos llegar hasta el pequeño restaurante del amigo de mi padre, Ramiro Hernández, un ex compañero de su anterior trabajo,  que reunió el suficiente dinero para poder abrir su negocio,  que le está dando maravillosos frutos, ya que desde hace siete años que tiene el restaurante, tiene al menos ciento cincuenta clientes diarios;  no está muy lejos de casa,  a unas siete u ocho cuadras,  solo que nos topamos con un pequeño problema de tránsito.
Bajamos todos del auto,  con cara de moribundos,  otro efecto secundario del alcohol;  entramos al restaurante e inmediatamente comienzo a buscar a Ramiro, quien suele estar aquí todos los días por la mañana, pero no lo veo por ningún lado.
Lo único que veo es la maravillosa decoración mexicana dentro del lugar: sillas de madera,  pintadas con distintos y llamativos colores; mesas con un mantel que tiene el diseño de un zarape de Jalisco; un colorido papel picado cuelga de las vigas del techo y le da un aspecto muy elegante y original al lugar;  en las paredes hay colgados más zarapes junto con sombreros de charro y rebozos en forma de moño; pero lo que le da un plus al restaurante, es la música de ambientación, ya que todo el día ponen música de Chavela Vargas, Miguel Aceves Mejía, Antonio Aguilar, Lucha Villa, Lola Beltrán, Amalia Mendoza, Jorge Negrete, José Alfredo Jiménez, Chayito Valdés, Pedro Infante, Juan Gabriel y Lila Downs; y también el uniforme de los empleados: cocineros,  meseros, cantineros, e incluso personal del limpieza,  portan un elegante pantalón bordado al estilo charro,una camisa blanca ajustada y un hermoso corbatín rojo en el cuello.
Es el restaurante de comida mexicana más mexicano que he visto.
Una camarera, algo bajita se acerca a nosotros.
- Bienvenidos - nos dice - por favor, permítanme acompañarlos a una mesa.
- Gracias señorita - dice Judas.
Nos guía por un pasillo hasta llegar a unas escaleras, subimos y nos encontramos con una segunda planta,  casi idéntica a la planta baja,  porque ésta tiene una enorme y muy bonita terraza, y las mesas son un poco más grandes.
Nos sentamos en las coloridas sillas.
- Aquí tienen la carta, en un momento regreso a tomar sus órdenes - nos dice la chica.

Cada quien toma un menú y comenzamos a leer.
En este momento, lo tradicional, o lo típico entre mis amigos y yo es ordenar un plato de chilaquiles picosos,  pero en cuanto veo la variedad de comidas con chile, comienzo a pensar un poco.
Hay mole de panza, que es un guisado con una gran cantidad de Chile,  y sí, está hecho con intestinos (bien lavados)  de res o de borrego,  dependiendo de los diferentes gustos personales; y decido ordenar un plato de éste.
- ¿qué van a ordenar? - les digo a mis amigos.
- No sé,  pero el mole de panza me está llamando la atención - dice Elena.
- Yo prefiero un plato de consomé de borrego, con muchísima salsa - dice Judas.
- Yo quiero pozole rojo - dice Hecuba.
- Está bien - digo,  volviendo a ver el menú - para tomar ¿una cerveza para cada quien? - alzo la vista y los veo.
Asienten al instante.
- ¡Charls Stiffler! Tú sí sabes como curar la resaca - exclama Judas,  alzando las manos y acomodándose su cabello.
-¿Corona está bien?
- Pero preparada - salta Hecuba - si es para curarla, que sea preparada.
-¡Señorita! - le grito a la mesera; en cuanto llega pido todo lo que mis amigos y yo decidimos comer y la chica se pierde en las escaleras.
- Fue lo mejor que pudimos haber hecho - dice Judas - hace tiempo que no habíamos tomado todos juntos, ¿hace cuánto se fue Bryan a Europa? ¿Diez meses? Creo que la última borrachera fue antes de que él se fuera,  ¿no es así?
- No - responde Hecuba - esa fue la última contigo, en tu casa,  y sin ustedes dos fue unos días antes de que Bryan se fuera,  eso pasó en casa de Charls,  ¿no es así?
- Oh sí - respondo,  asintiendo con la cabeza - pero no nos hizo efecto hasta después de varios tragos,  a diferencia de anoche,  que en cuestión de media hora ya estábamos hechos mierda.
- ¡Ni me lo recuerdes! - espeta Elena - parecíamos unos puertos comenzando a probar el alcohol.
-¡Callad! Actuamos como inmaduros anoche al mezclar los licores -exclama Judas - espero que no se vuelva a repetir, que esto nos sirva de experiencia.

La camarera sube con una bandeja que tiene nuestras órdenes de comida, sé acerca a nuestra mesa y pone los platos con sus respectivos dueños.
- Buen provecho - nos dice la chica. Se va caminando hacia las escaleras de una manera muy sexy.
- ¿Qué le ves a esa tía? - me dice Hecuba, riéndose.
- Sus muy bonitos sentimientos - respondo, entre risas sarcásticas.
- A mi no me engañas - exclama Judas, con un tono intuitivo - le estabas mirando el culo.
- Judas - lo miro a los ojos - no lo digas de esa manera, suena muy grosero,  mejor di "le estabas mirando sus colchones ".

Todos rompen en risas cuando lo digo.

- ¡Miren eso!- exclama Elena, señalando discretamente hacia las escaleras - eso si que está muy bueno.

Los tres volteamos a ver hacia donde está señalando.
¡Oh por Dios!
No he visto nada igual.

Son dos chicos, metro ochenta de altura, fornidos, con un cuerpo de gimnasio, gafas oscuras, piel morena, cabello negro azabache,  rostro largo, con una barba perfecta.
Uno de ellos viene vestido con unas bermudas azules a cuadros, zapatos deportivos Adidas , playera roja.
El otro con una bermuda café, playera sin mangas verde olivo con rayas que deja al aire sus tonificados brazos, y unos tenis Nike.
Tienen un muy buen gusto de ropa estos tipos.

- ¡Están buenísimos! - dice Hecuba en voz baja.
- ¡Más que eso! - interviene Elena - no había visto chicos más guapos y galanes en toda mi vida.
- Por favor, chicas - exclama Judas - hay mejores tipos que esos,  no se emocionen.
- Estoy con Judas - comento - están guapos,  y tal vez buenos,  pero ¿por qué emocionarse? Hay miles de hombres así, por ejemplo yo - comienzo a subir un poco el volumen de mi voz - miren de que me sirvió este cuerpo, mi apariencia,  si al final te mandan por un tubo.
-¿Estás bien? suenas algo enojado. - me pregunta Hecuba, mientras me echa un brazo sobre los hombros.
-¡No, Hecuba!, no estoy bien,  acabo de terminar con mi novia,  una larga relación de un año y siete meses que se fue al carajo por mi culpa, ¿por qué la bala no me mató aquella vez? Así nadie estaría sufriendo por mi culpa, realmente nadie me necesita, solo soy un estorbo para todas las personas que me rodean.
- No eres un estorbo para nosotros - Judas me ve con una expresión seria que nunca antes había visto en él - no te lastimes de esa manera - continúa Judas - Charls, es difícil afrontar esto,  acabas de entrar en un cuadro depresivo,  necesitas algo de tiempo para superar esto,  ya verás que todo va a estar bien y...
- ¡Nunca voy a estar bien! ¡¿A quién quiero engañar?! Anduve con la primera persona que me topé solo para sentirme un poco estimado,  y miren la situación en la que terminé - comienzo a llorar otra vez.
- Oye,  tranquilo - dice Elena - cálmate,  nosotros no tenemos la culpa,  solo queremos alegrarte porque nós importas,  y no queremos verte así,  deja que pase y come, porque el guiso se va a enfriar.
Y así lo hago.
Me dedico a comer con tortillas de maíz mi mole, escuchando las conversaciones de mis amigos, pero sin decir alguna palabra.
Tuve un pequeño cuadro de depresión nada más recordar toda la relación que llevé con Jennifer, y eso bastó para dejarme sin ánimos,  quizás por el resto del día.

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