Esa misma noche, entre el sonido de los truenos y la lluvia y las cegadoras luces producidas por los relámpagos, fue incapaz de pegar ojo. Sus problemas estaban siendo eclipsados por los ojos de color café de aquel muchacho. Él era el causante de su insomnio; él era su cafeína.
Jenna daba vueltas y vueltas enredada entre las sábanas de su cama. No encontraba una posición cómoda en la que dormir. Se levantó varias veces, paseó por la casa con las luces apagadas y finalmente salió al balcón, mojándose.