Capitulo 20

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Sintiéndose derrotado acabó las horas que restaban de la madrugada en un bar de dudosa reputación, ni siquiera sabía cómo había llegado hasta allí. Lo último que recordaba con mayor claridad era las palabras crudas de Dulce rechazándolo, negándose a continuar a su lado.

No se explicaba porque ese sentimiento que percibía era tan fuerte, por qué dolía tanto. Le exasperaba sentirse así, pero más le exasperaba sentirse estúpido ante todo lo que ocasionó. Ante todo el dolor que causó. Quería buscarla, correr tras ella e impedirle rechazarlo.

Una mujer de cabello largo y muy lacio cayéndole hasta debajo de la cintura, se le acercó, sentándose a un lado suyo sobre la barra. Él le dirigió una mirada fugaz y continuó inmerso en su bebida. La chica traía puesto un vestido demasiado revelador, enseñando más de lo debido sus generosos pechos que para cualquier otro hombre resultarían tentadores, pero para él, no.

— Hola guapo, veo que eres el único solito. ¿Te gustaría que te hiciera compañía?, y es más —Entonces se le acercó al oído para susurrarle despacio—; prometo no cobrarte.

Por un momento olvidó que se encontraba en un burdel, no recordaba bien si fue el primer lugar que encontró disponible para poder embriagarse más, o fue el único que estaba abierto a su paso. Miró sobre su hombro y distinguió a sus espaldas a varias mujeres bailando sobre unas plataformas, muchas de ellas ya sin ropa ni siquiera interior que las cubriera. Alrededor había también muchos hombres expectantes de ellas. Viendo como bailaban con sus exóticos movimientos al estilo table dance.

— No, gracias —le respondió volviendo a mirar el líquido que contenía su copa.

— Anda, mira que yo soy una de las sensaciones de la noche y tú me has gustado mucho chavalo, así que mi propuesta sigue en pie, esperando que la tomes —La seductora mujer le acarició el cabello y en cuanto estuvo a punto de besarle el lóbulo de la oreja, Ricardo la detuvo de tajo sosteniéndole con fuerza el mentón. La chica lo miró desorientada, pero a la vez perturbada con tan desconcertante actitud.

— ¿Eres un maricón o qué? —gruñó la mujer con los ojos encendidos. Ricardo la soltó con brusquedad y la joven se llevó una mano a su barbilla—. ¡Estúpido!

— No me interesa lo que creas de mí. Fui directo y te hablé con sinceridad, solo vine a este lugar a tomar. ¿Entendiste? —le contestó aversivo.

Aunque hubiera ido en búsqueda de alguna mujerzuela, cosa que nunca antes había hecho y que esta ocasión no sería la excepción. Esa en especial, no llamaba su atención. Era una joven hermosa, como muchas de las que se hallaban allí, manifestándose a los demás hombres, pero no le atraía. En sí, ya ni siquiera estaba seguro de si sería capaz de volver a sentir atracción por alguna otra mujer que no fuese Dulce. Todo se la evocaba, incluso su mirada turbia a causa del alcohol, provocó que viera su rostro en una chica trigueña que pasaba detrás de la despampanante rubia a la que había rechazado.

Entre sus delirios, escuchó refutar a la rubia de generoso escote, decidió ignorarla para seguir con la mirada a esa mujer que se parecía tanto a Dulce. En cuanto quiso avanzar, haciendo a un lado a la enfadada joven que tenía en frente, esta misma tal vez se sintió agredida, ya que en menos de lo que pudo haber esperado. Ricardo fue detenido de continuar caminando por un tipo corpulento que se postró a su paso con la mirada adusta, impidiéndole descifrar si esa mujer que veía en realidad era Dulce. Aunque en su subconsciente sabía que no era así, y que su atribulada mente solo lo empezaba a confundir.

— Estás molestando a una de las chicas —espetó el hombre que lo detuvo. Ricardo frunció el ceño e intentó continuar su pasó por el lado derecho del tipo, pero este volvió a retenerlo, esta vez extendiendo el brazo. Ricardo resoplo con fastidio y le empujó con fuerza el brazo.

Dulzura Destruida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora