Nuevos comienzos

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Normalmente aquella zona siempre estaba llena, pero eran las dos de la mañana y en aquella explanada junto al río sólo se encontraban ellas dos. Venían de un bar y tenían las mejillas algo rojas. La humedad del río casi era gratificante estando en pleno verano. No-rae disfrutaba con los ojos cerrados del calor que irradiaba su amiga a su lado, un calor que le traspasaba tumbada. Si abriese los ojos podría ver un gran cielo estrellado por encima de su cabeza, pero prefería dedicar toda su atención a Seol-a, sentirla lo máximo posible. Si ella supiese.

—No-rae...

—¿Sí?— susurró ella abriendo un solo ojo, hazaña de la que se sentía muy orgullosa, para ver que la morena se encontraba cerca, muy cerca, con cierta actitud instigadora.

—¿Te... gusta alguien?— dijo desviando la mirada, ¿avergonzada?, si no la conociese tan bien no le hubiese parecido extraño.

¿A qué venía esa ligera pausa de la frase? Casi la hacía parecer insegura, cosa que Seol-a no había sido nunca, no conocía a ninguna persona con más autoestima y confianza que ella. No-rae se giró completamente para apreciarla por completo; esos pantalones negros cortos que revelaban unas piernas escandalosamente largas y bien formadas, ese olor característico que desprendía, la blusa delicada que se pegaba a su piel mejor que un guante. Ya no podría quitarle ojo. Mierda.

—Sí, yo... tengo a alguien que me gusta — y se forzó a sí misma a mirarle a la cara para ver su reacción, casi parecía dolida, casi. Seol-a sonrío abiertamente y se acercó todavía más.

—¿Y no me has dicho nada? — dijo en un tono juguetón que distaba mucho de ser pícaro, había rabia tras sus palabras, No-rae lo sabía — no me digas que es tu ex-novio...

No-rae la miró confusa, alargó la mano para tocar la suave piel de las mejillas de su amiga, estaba ardiendo. La acarició levemente.

—¿Estás molesta? —Seol-a negó con la cabeza pero había algo sumamente frágil en la expresión de su cara, estaba preciosa — Hace mucho que me dejó de gustar Sung-Pyo, Seol-a, no es él.

La morena llevó su propia mano a donde No-rae la tenía posada, tomándola con suavidad, girándose levemente y besándola en el dorso. Estaba tan... rara, pero le gustaba al fin y al cabo. Le recordaba a aquella vez en la sierra en la que había estado a punto de dejarse llevar por sus sentimientos, si no hubiese sido por la llamada de su hermano seguramente la habría perdido, no estaba dispuesta a dejar que eso pasase nunca.

—¿No me lo v—se vio interrumpida por unos gemidos que provenían de una arboleda cercana, no a más de dos metros de distancia, unos gemidos escandalosamente altos y sugerentes. No-rae podía sentir cómo se acaloraba todavía más, debía tener la cara roja, ¿y Seol-a también? Tenía una expresión que incitaba a hacer cosas innombrables. Mierda.

Seol-a empezó a reír con la risa cristalina y clara que la caracterizaba, para taparse rápidamente la boca con las manos por miedo a que la escucharan, apenas se podía contener. Las dos empezaron a hacer signos y gestos obscenos para después sollazar de la risa. La pareja de la arboleda se había acallado un poco, seguramente porque se habían percatado de que tenían público, apenas se le escuchaban ahora. Y ahora No-rae no podía evitar preguntarse cómo sonaría Seol-a en la cama. Mierda. Mierda.

—Ya queda poco para graduarnos. Todavía me acuerdo del primer día que te conocí, fue una impresión realmente fuerte — rió la morena — casi te caes por las escaleras y luego me salvas de un golpe del imbécil aquel. Nunca me lo habría imaginado.

—Seol-a, llevaba un bate de béisbol —se le encogió el corazón al pensar que le podría pasar de nuevo — si pudiese volver al pasado le habría dado otro golpe, de propina. No sabes las ganas que tengo ahora mismo.

Fluttering feelings: Eternos silencios de Seol-a y No-raeWhere stories live. Discover now