Capitulo XI

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El estómago de Guillermo había crecido un poco más desde la semana anterior, no mucho de todas formas. Si se pone mucha atención se nota cuando esta de pie. Ya cumplía con los tres meses de embarazo y los horrorosos síntomas ya se estaban yendo para suerte de él, pero muy de a poco. Todavía no había sentido mover a su bebé ni nada, y hasta había veces que olvidaba lo hermoso que llevaba dentro. Sus manos se paseaban con ternura sobre su vientre ahora desnudo mientras que Samuel le miraba con amor, apoyado en el marco de la puerta del cuarto que ahora compartían. Ambos estaban en la mejor etapa de sus vidas, estaban tan felices que parecía increíble que algo tan bello estuviese pasando.

- ¿Estas listo? - preguntó el mayor. Guillermo no se había dado cuenta de que su novio había estado viéndole todo ese rato, por lo que se limitó a levantarse, bajar su remera y mirarle al fin con algo de vergüenza en sus ojos. No le gustaba que le vieran tocándose el abdomen o hablando dulcemente con su hijo, se sentía invadido y hasta cohibido.

- ¿Para qué? - preguntó al fin.

- La cita con el médico... ¡Dime por favor que no la has olvidado de nuevo! - exclamó el mayor de los dos con evidente molestia en realidad. Y así era él, podía pasar de feliz a ansioso y luego a angustiado en la misma fracción de segundo.

- ¡No! - el menor de ambos saltó con velocidad y dejó de hacer lo que fuese que fuera a hacer y cambió su ropa con la velocidad de un rayo. Sustituyó su camiseta de Bob Esponja ya gastada y vieja por los años por una remera lisa y blanca y arriba su sudadera preferida de Jack and Jones. Cambió sus pantalones de chandal por unos deportivos tipo babucha color gris oscuro y calzó sus zapatillas deportivas en sus pies. - Listo amor, ¿Qué decías? - le habló a su novio con una mirada digna de un ángel en una eterna expresión de "Yo no fui".

- Vámonos ya... - bufó el castaño queriendo parecer molesto pero no le había salido. Es más, más que molestarle la actitud de su novio le enternecía y no sabía por qué. En realidad sí debía estar molesto... Vegetta ya no sabía que iba a ser de ese bebé que crecía en el interior de aquel hombre. Estaba segurísimo que un día se irían de compras y Guillermo simplemente se lo olvidaría en el carrito y no se daría cuenta hasta haber llegado a la casa. Su rostro mostró una sonrisa al imaginarse a su Willy correteando irresponsablemente tras quien ahora era solo un bebé.

- ¿En que piensas? - preguntó el morocho a su novio mientras abrían las puertas del pequeño auto que tenían. El mayor salió de su ensimismamiento al oírle preguntar y con una sonrisa genuina respondió.

- En ti. - fue una respuesta corta, pero resumía en tan solo dos monosílabos todo lo que pasaba por su mente en aquel momento, y todo tenía que ver con el chico de ojos rasgados y mejillas abultadas que le miraba desde el asiento de conductor, con brillitos de ternura en sus ojos.

- ¿Y en qué parte de mi hermoso yo estabas pensando? - el menor preguntó con ironía haciéndole soltar a Samuel una pequeña carcajada.

- En tu hermosa irresponsabilidad. - respondió siguiéndole el juego al menor, quien ya arrancaba el auto para ponerlo en carretera hasta la clínica de maternidad. La sonrisa volvió al rostro de Samuel pero no al de Guillermo. Al menor le preocupaba en cierta forma que su novio pensara así de él y sumado a que las hormonas todavía no se habían ido del todo. Su cabeza comenzó a acelerase, pensando en cosas que ahora eran completamente sin sentido y que estaban siendo exageradamente dramatizadas.

- ¿C-crees que soy irresponsable? - tartamudeó el morocho, mirando al castaño al llegar a un semáforo en rojo y verse obligado a detener el auto. Samuel sonrió con pena. Supuso que este cambio de humor tan repentino iban a ser las hormonas que aún no le habían abandonado y se sintió terriblemente culpable. A demás de odiar hacer sentir a su novio de esa forma lo detestaba aún más porque esa sensación generaba estrés y podía ser perjudicial para el bebé también. Todo lo que dijera con un hombre embarazado ahora era como una espada de doble filo, que le arrinconaba contra una pared.

Historia de Vida - Wigetta MPREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora