Pura, como agua. Quizá un montón de ideas. Años luz sin dirección viniendo hasta mí, todo porque suponiendo escenarios ficticios habría que entender la magnitud del deseo que la devoraba si fingía no amarme y escribía mentiras en su pc para luego construír esas enormes cartas redundando en todo, intentando hacer poesía y yo la leía hasta el final, casi dormido y sin suponer de antemano que su desgracia se cernía pronta hacía mí con un sostenido eco de vudú. Entonces dejé los detalles y fabriqué simplezas; vime consternado en el balcón del apartamento de uno de sus hermanos, bueno su hermano, sólo eran ellos dos; ella una estúpida viajera con ínfulas de bohemia, y su hermano un no sé qué profesional en una de esas aburridas carreras que producen mucho dinero y petulancia. Era poco lo que debía enumerar si quería olvidar como lo merecía ella, nada de detalles, simplezas nada más, y en general olvido en todas sus facetas, píldoras edulcoradas de días sin saber de mí, cero mensajes, abstinencia de palabras, látigo hiriente. Pensaría en sus errores y no le importaría, la conozco. Discursos planeados muchas veces si acaso quería desaserme de su presencia, y era obstinada reclamando irresponsabilidad de mi parte porque ella amaba no sólo mi polla, me necesitaba todo, completo, ese cerebro mágico que acercaba los sitios espléndidos a sus sentidos, por palabras y trazos tan sutiles que le descubrían una tranquilidad desconocida. Yo el misterioso, el inaudito, el infranqueable, el desconocido al desnudo que señalaba sin remordimiento sus más retorcidos defectos.