Primero ella

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Cuatro años atrás.

Carrie.

Despierto lentamente. Mis ojos se separan en un pestañeo que me cuesta. Siento como si me costase la mitad de mi energía.
Me siento sobre la cama y miro a mi alrededor, donde nada me resulta familiar: todo adornado de un tono blanco puro y cuando mucho de un blanco más oscuro, casi beige. Las paredes blancas y puras. Sin ningún tipo de adorno. Un olor invade mis fosas nasales y me causa náuseas, aunque me parece familiar no logro saber porqué.

Dirigí mi vista hacia mi derecha, donde veo un pequeño aparato que cuenta los latidos de mi corazón y mi presión arterial, y allí es cuando comprendo donde estoy: un hospital.

No era la primera vez que estaba en uno. Recordaba cuando tenia unos seis años y había sido internada a causa de una fractura en mi pierna izquierda debido a una mala caída. Así que recuerdo cuando, en ese entonces, siempre tocaba un botón que se encontraba en la cabecera de la cama para disfrutar del cuidado de las enfermeras, quienes me mimaban y daban gelatinas y helados sin azúcar; que para no tener azúcar, eran realmente buenos.

Busco con mis manos y logro tantear dicho botón, lo pulso. El sonido que emite hace que mi cabeza duela, de una manera aguda.

En menos de un minuto una mujer de mediana edad cruza la puerta de la habitación. Luce cansada, como si no hubiese dormido en mucho tiempo. Y mientras se acerca lo confirmo gracias a las media lunas que adornan debajo de sus preciosos ojos color cielo.

—Hola, cariño —saluda mientras se acerca a donde estoy, parece una mujer amable—. Supongo que no sabrás por que estas aquí, ¿o me equivoco?

De hecho, eso no era lo primero que había cruzado por mi mente preguntarle. Solo quería saber donde estaba mamá, ya que no la había visto al despertar. Aunque era cierto, no sabia que hacía aquí. Y tampoco recordaba cuanto tiempo había permanecido allí.

—Mmm, no, no se equivoca —admito con voz apagada. El cansancio esta controlando mi sistema en este momento—. Pero, ¿sabe usted donde está mi mamá?

Su semblante, antes un poco serio es remplazado por una gran sonrisa que adorna sus labios. Se acerca un poco más y me rodea con sus brazos, abrazándome. Incluso cuando no sé quien es, ni porqué lo hace, le devuelto el gesto.

—Tu madre, sí, ya mismo le aviso que has despertado. Esta ansiosa por verte.

Emprende camino a la puerta y la cierra tras ella. Sigo mirando la habitación, buscando algo que me resulte familiar y no lo consigo. Unos peluches adornan una pequeña mesa de noche a mi izquierda junto con un pequeño jarrón que contiene unos preciosos tulipanes, mis favoritos.

Estiro uno de mis brazos y trato de coger uno de los tulipanes. Pero justo cuando mi mano se encuentra a medio camino la puerta de la habitación es abierta. Entran mis padres, seguidos de la señora que estuvo aquí minutos antes. Enfoco mi vista y leo la placa que adorna su camisón. Sara Campbell, ahora al menos sabia su nombre.

Mamá y papá se acercan a mi con ojos llorosos y sonrisas anchas. No entiendo lo que sucede. Ellos me abrazan con mucha fuerza dificultando mi respiración, sin embargo, no digo nada.

—Oh, cariño —murmura mi madre al borde de las lágrimas. A lo que yo solo respondo con una sonrisa—. Pensamos que no lo harías, estábamos tan asustados, nosotros..., no pensamos que despertarías alguna vez...

¿Por qué habrían de estar asustados? y ¿por qué hablan como si hubiese estado ausente por mucho tiempo?

Supongo que mi rostro habrá cambiado luego de las palabras de mi madre ya que Sara se acerca un poco a mi madre a mi padre y me mira fijamente. Y siento que dura así por horas, hasta que abre su boca y dice:
—Cassie, cariño... Tenías dos años en coma.

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