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Posa su cabeza sobre sus manos que se ubicaban encima del pupitre y luego bufa con tranquilidad al dejarse llevar por la música y no por el bullicio de sus compañeros que gritaban cosas de sus vidas personales a los cuatros vientos. A Do KyungSoo no le importa la vida de ellos, pero aquellos fingen creer que a todos los chicos del colegio les parece muy interesante saber qué hacían cuando un día escolar acaba.

A él le da igual lo que otros hicieran, solo le interesa dormir y perderse entre sueños porque nunca puede dormir temprano cuando su madre prácticamente lo lleva a cenas con sus amigas y le invitan licor sin alcohol.

Podrá tener dieciséis años, lo cual lo hace un joven menos estúpido como sus demás compañeros, como para no saber sobre las intenciones de las amigas de su hermosa madre. Siempre se mantiene al margen, negando cuando una de ellas le dedica caricias sobre su cuerpo e intenta contener las palabras vulgares difluidas a ellas porque conoce el gran carácter de su madre y no quería discutir con ella.

Por esas razones es que en todas las clases se duerme sobre su pupitre, con auriculares tapando sus oídos y con música fuerte para no distraerse con las voces de los demás. Porque es irritante aburrirse en clases, en la voz pastosa del profesor cuando está dando contenido nuevo; en los papeles que vuelan de aquí para allá porque sus compañeros quieren hacerse notar.

Es monótonamente aburrido verles el rostro a su hermano y a su querido novio que siempre se besaban en las primeras columnas, porque KyungSoo no está dispuesto a amargarse la vida por ellos cuando él tenía el derecho de ignorarlos.

Siente una patada en la pierna, se levanta con susto y eleva la mirada hacia arriba, encontrándose con el ceño fruncido de su profesor y los miles de ejercicios matemáticos detrás de éste como fondo.

Mira a su alrededor para encontrarse con burlas y unas que otras caras de pena, voltea y se fija en el chico que acababa de golpearlo, quien sólo se mantenía leyendo y haciendo los ejercicios sin fijarse en él o mostrándose siquiera atento a la mirada perturbada de KyungSoo.

Muchas veces le ha pasado eso, que cada uno de sus profesores lo mandaran directo a la dirección sólo porque es un irresponsable. No se molesta en negarlo, reconoce que en este último año ha bajado las notas increíblemente pero no es por irresponsabilidad, es por faltas de sueño.

¡Entiéndalo, Señor Wang!

Los mayores no lo entienden porque tienen fija en su memoria ser profesores, sólo tienen a ese pequeño cerebro diciéndoles que no hacen mal a nadie meterse con el chico nada inteligente del curso sólo para humillarlo frente a todos.

Vuelve a mirar al compañero de mesa, que esta vez si levanta la mirada, penetrando sus ojos en las pupilas contrarias. Escucha a su profesor preguntarle el resultado de esa ecuación y quiere fallecer porque no sabe de qué carajos habla; sin embargo, finge pensar en su mente, colocando su mano en la punta de su rostro sólo para parecer más intelectual, entonces vuelve a mirar a su compañero y éste, entremedio del libro, le señala el digito sobre su mesa. KyungSoo sonríe en agradecimiento.

―Cero ―declara, cerrando los ojos para después encogerse en el lugar al escuchar el bufido exasperado del profesor, quien osó quitarle el celular y los auriculares.

―Bien. Sigamos con la clase ―anuncia y volvió a su escritorio, guardando el aparato en unos de los cajoncillos que era resguardado por un candado el cual todos los alumnos ya conocían.

Bufa y prosigue a recostar su rostro contra la fría mesa, haciendo que sus mejillas se aplasten y sus labios se hagan más regordetes, formando un mohín involuntario. Pestañea lentamente, fijándose en el chico que acaba de salvarle el pellejo cuando ninguno de los dos podía soportar al otro.

Silence Books →KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora