Me sentía distinta, me sentía abatida, cansada... Cansada de vivir.
Abro los ojos y estos me pesan, como si hubiese estado llorando toda la noche. Me levanto y mi cuerpo, a pesar de su poco peso, me pesaba. Trato de hablar pero sólo salen gruñidos, me ardía mucho la garganta, como si hubiese gritado a más no poder. Estube a punto de caerme, me sentía mareada, toco mi cabeza y escaneo el lugar a mi alrededor.
Me encontraba en un cuarto sola, un cuarto con el piso de madera oscuro, paredes con papel tapiz amarillo con unas decoraciones blancas apenas notorias, a su alrededor, en el suelo habían vidrios rotos, una lámpara pasando el umbral de la puerta fuera del cuarto yacía rota en el suelo del pasillo.
Me giro sobre mis talones y veo una cama matrimonial desecha y sola. En el cuarto solo habían dos muebles, un cajón para la ropa y un velador. No había ventanas ni ninguna otra puerta aparte de la que llevaba al pasillo.
No conocía ese lugar, pero me sentía muy incómoda.
De repente escucho un ruido, era como un llanto seco, un llanto apagado por el cansancio.
Una frustración inexplicable se apoderó de mi cuerpo. Gruño.
Comienzo a caminar con cuidado por sobre los vidrios rotos para no lastimarme, al salir del cuarto giro a mi izquierda en busca de ese ruido que me producía jaqueca. En el fondo se allaba el baño, y en él un espejo roto. A pesar de que apenas se podía ver en él, me sorprendió lo que vi.
Era una versión mía más grande y desecha, mi piel era tan pálida como la de Nico, bajo mis ojos, que por alguna razón eran grises, se alojaban unas horribles ojeras, en mis ojos se veía la locura, la cordura perdida. Se apreciaban fácilmente mis huesos y mi cabello era más largo, pajoso y sin color.
Hago caso omiso a mi reflejo y camino en busca del ruido, me introduzco en la primera habitación que quedaba justo en frente de la escalera, en ella apenas entraba la luz de afuera, al igual que en toda la casa, un olor nauseabundo inundaba el lugar, tanto que no pude aguantar las arcadas.
Llego a lo que parece ser una cuna, me acerco más y destapo lo que quiera que se encuentre en ese lugar sin ningún tacto, y como de inmediato mi presión bajó y extrañamente mi odio creció.
Bajo aquella manta se allaba un pequeño cuerpo de bebé, desnutrido, apestoso y lloraba con una fuerza tan minúscula que comenzaba a desesperarme.
El bebé pareció sentir mi presencia y abrió sus ojos. Eran de un color azul eléctrico con un toque gris, pero en ellos no había luz, y eso me asustó.
-No puedes seguir así.
Levanto la vista hacia la voz.
Al otro lado de la cuna, opuesto a mi posición se encontraba un hombre con bermudas, una camisa celeste pálido con los primeros botones abiertos y sandalias mirando a la cuna. A pesar de que su rostro indicara que siempre sonreía lo único que se apreciaba era la pena.
Un asco se apoderó de mi cuerpo, llevándome a escupir las siguientes palabras:
-Seguiré hasta que esto ya no pueda más.- mi voz no era la mía, era respoza por la sequedad y mucho más dura que la mía.
-¿Qué no ves que la única que se está haciendo daño aquí eres tú?- me observó con compasión.- ¿Y a esta bebé?
Reí con amargura.
-Como si eso les importara a ustedes.- dije sin ánimos mirándolo con asco.- Lo único que hacen es utilizarnos a su antojo, somos sus juguetes.
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Confesiones de una mestiza [Percy Jackson]
Teen Fiction'El dolor que siento ahora no lo puedo explicar. Lo amo, y por eso he decidido dejarlo ir. Los amo, y por eso he decidido que me odien, así les dolerá menos mi partida.' 'Te amo Perseus Jackson'